En la década de 1920, el austríaco Paul Kammerer era uno de los biólogos más famosos del mundo, al punto tal de ser tildado como el próximo Charles Darwin. Pese a ello, su popularidad fue efímera: en su intento de demostrar experimentalmente la polémica teoría del lamarckismo (o sea, la herencia de los caracteres adquiridos), protagonizó uno de los más sonados escándalos científicos del siglo XX.
En esta edición de Futuro, el filósofo y escritor Pablo Capanna recuerda el vibrante caso que mezcló “sapos parteros” teñidos con tinta negra china, un colega “loco de envidia” que acabó encerrado en un manicomio, soviéticos desilusionados y un suicidio.