Se cree que fue el monarca zirí Abd Allah quien comenzó a construir el recinto de la Alhambra en el lugar donde había estado antes la casa del judío Abu I-Rabi. Pero Abd Allah fue derrotado en una batalla intestina del imperio árabe a manos del monarca almorávide Yusuf I en el siglo XI. De hecho la fortaleza había sido levantada como prevención contra los ataques de otros principados rivales, también de origen árabe.
El primer soberano que se estableció en el palacio fortificado fue Mohamed Ben Alahmar (1238-1272). A partir de entonces Granada se perfiló como una de las ciudades más importantes de al-Aldalús. El máximo esplendor de la Alhambra llegó con la dinastía nazarí, el último reino moro en España. En verdad, en aquel tiempo la Alhambra estaba dividida en dos palacios independientes –el de Comares y el de los Leones–, que fueron unidos tras la conquista cristiana.
Granada fue el último reino árabe en caer gracias a los singulares pactos que hizo el príncipe nazarí Muhamad Ahmar. Si bien el califato de Córdoba cayó en 1236, el poder moro en Granada sobrevivió casi dos siglos y medio más. Cuando Jaime I de Aragón amenazaba Granada desde Valencia y Fernando III desde Castilla, Ahmar se trasladó muy decidido al campamento de Fernando III y se puso bajo sus órdenes. El rey lo nombró vasallo suyo y miembro de la corte castellana. Fiel a su señor feudal, Ahmar tuvo que pagar tributo anual a Castilla y hasta cumplió el amargo deber de prestar ayuda armada a Castilla para la conquista del resto de la España árabe.
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