Vino, fugazza, faina... y “telefonino”
También aquí Europa es esa conjugación improbable y extraña para cualquier habitante del nuevo mundo: una vida completamente moderna y “conectada”, en el fluir velocísimo de los acontecimientos y las economías próximas al euro, que convive sin contradicción con una vida tradicional, arraigada a la tierra y a sus frutos, a la artesanía y la transmisión de conocimientos del maestro al aprendiz, del padre al hijo. Los jóvenes, munidos de “telefonino” (celular), trabajan durante la semana en la ciudad vecina de La Spezia. Pero los fines de semana hijos, padres y abuelos trabajan en las viñas, cada familia en su pequeña parcela de tierra heredada generación tras generación, fabricando el vino artesanalmente con su técnica propia. Por eso el famoso vino blanco de Cinque Terre es en realidad infinitos vinos. No obstante, para resumir, existe en dos variedades: el Cinqueterre, un vino seco para beber con las comidas. Y el Sciacchetrà, más dulzón, para los postres. Salen a la venta en los variados grados del marketing y del packaging: botellas con o sin etiqueta, en cajas de madera o sueltas. Algunos no salen al mercado y sólo se sacan de la bodega familiar para el amigo. Lo mismo sucede con el aceite de oliva que sale de las prensas familiares.
Un dato curioso: de la cocina típica de la Liguria es la focaccia (pizza de masa alta, con aceite de oliva y cebolla, sin salsa de tomate) y la farinatta (pizza de harina de garbanzo). Así en italiano “oficial”; pero en dialecto de Liguria: “fugazza” y “fainá”. Lo que da para pensar que mucho de la inmigración italiana en nuestro país o, más precisamente, de la que influyó en nuestro acervo culinario, es de origen ligure.
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