Durante las eras de Bronce y de Hierro se desarrollaron en Europa una serie de armas que persistieron hasta la Edad Media, con sus correspondientes modificaciones, como las espadas de doble filo, las hachas y las lanzas con cabeza de metal. Los arcos y las flechas también eran muy usados. Para los sajones, por ejemplo, una espada tenía un reputado valor social y su precio era equivalente a 120 vacas o quince esclavos varones. Una de las armas que aparecieron a comienzos del milenio pasado fue la ballesta, que portaban los principales miembros de la defensa del castillo. Estas originales armas de mano, junto con las lanzas de los caballeros montados, fueron la gran ventaja con que contaron los invasores normandos para triunfar sobre los pueblos menos avanzados militarmente. Por su parte, los campesinos peleaban con las únicas armas que tenían, es decir sus herramientas de trabajo.
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