Domingo, 18 de febrero de 2007 | Hoy
Cada 6 de enero la casa de la calle San José 325 en El Carmen está más concurrida que de costumbre. Los hijos de Don Amador y Doña Adelina que ya no viven allí (algunos en Lima, otros en el exterior) retornan al hogar, año a año para esta fecha. Mientras Doña Adelina, sentada en uno de los tantos cajones que hay en la casa, troza más pollo para la comida de los huéspedes, Don Amador continúa apacible con su rutina de todos los días, como si fuera un día más.
Amador, cariñosamente apodado “Champita”, es nieto de esclavos y su oficio era la agricultura y la construcción, además de tocar el violín y ser un excelente zapateador. De joven, estudiaba de noche y trabajaba de día en la hacienda San José y cada tarde, al finalizar su jornada, levantaba la misma casa que luego recibiría a importantes personalidades como la compositora Chabuca Granda y el escritor Mario Vargas Llosa.
El y su familia se hicieron famosos en los años ’80 junto al músico Miki González difundiendo la música afroperuana y rescatando, al mismo tiempo, el uso del cajón peruano.
Actualmente sufre las consecuencias de una hemiplejía ocurrida hace cuatro años y si bien ya no puede hacer algunas cosas, la música negra sigue viva a través de él.
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