19:18 › LA JUSTICIA ESPAñOLA LOS ACUSA POR GENOCIDIO
La Audiencia Nacional de España procesó y ordenó la detención de siete ex integrantes de la DINA, la policía secreta del dictador Augusto Pinochet. Están acusados por genocidio, asesinato y detención ilegal, en el caso de la muerte del diplomático español Carmelo Soria en 1976. El juez Pablo Ruz argumentó que la persecución de estos delitos en Chile "no ha sido efectiva".
El juez de la Audiencia Nacional española Pablo Ruz ordenó la búsqueda internacional, la detención y el ingreso en prisión de los siete ex miembros de la DINA. La decisión se basa en un argumento ya utilizado por algunos tribunales: que en Chile no se ha avanzado en juzgar estos delitos.
Con la resolución, el juez Ruz hizo lugar a un pedido que la fiscalía hizo en mayo, y argumentó que la persecución en Chile "no ha sido efectiva" porque el proceso se cerró por una amnistía que "no respondía al consenso total de las fuerzas políticas en un periodo constituyente".
Los procesados pertenecían a la llamada Brigada Mulchén de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), y entre ellos está el jefe del organismo, Manuel Contreras, sobre quien pesan ya varias condenas. La lista se completa con el jefe de la Brigada, Guillermo Humberto Salinas Torres; los capitanes Jaime Lepe Orellana y Pablo Belmar Labbe; el teniente René Patricio Quiloth Palma, y el sargento José Remigio Ríos Sanmartín, junto a Michael Vernon Townley Welch, éste de nacionalidad estadounidense.
La causa se inició a partir de una querella presentada por la Fundación Española Presidente Allende contra quince ex militares a los que relaciona con la muerte de Carmelo Soria y que el juez Baltasar Garzón admitió a trámite en 2001.
Soria era un diplomático de la ONU que trabajaba en la Comisión Económica para América Latina (Cepal) en Chile, y fue secuestrado el 14 de julio de 1976 en Santiago de Chile cuando se dirigía a su casa. Según Ruz, fue trasladado a una vivienda que ocupaba el estadounidense Towley Welch, donde "fue torturado -maniatado y con la cara vendada- durante varias horas" y "le rompieron casi todas las costillas mientras intentaban saber si tenía relación con el Partido Comunista de Chile".
Después le inyectaron o le hicieron tragar pisco para matarlo, pero finalmente lo estrangularon. "Pobre Chile..." fueron las únicas palabras que el diplomático llegó a pronunciar. El cuerpo de Soria fue tirado a un canal y sus secuestradores y asesinos fraguaron una nota, que metieron en un bolsillo, para simular que Soria se había suicidado por infidelidades de su esposa.
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