Martes, 5 de julio de 2016 | Hoy
14:30 › HOMENAJE Y RECLAMOS A CUARENTA AñOS DEL ASESINATO DE LOS RELIGIOSOS EN LA PARROQUIA DE SAN PATRICIO
Por Alejandra Dandan
Los quince obispos se ubicaron detrás del altar cubierto con la alfombra que aún guarda la sangre de los cinco palotinos asesinados por la última dictadura. A ambos lados, se acomodaron decenas de sacerdotes vestidos de blanco provenientes de lugares y filiaciones distintas. Ya había pasado por el altar –en un gesto apresurado, pero fundamental– el nuncio apostólico Emil Paul Tscherring para traer la presencia y bendiciones del papa Francisco. Luego del comienzo de la misa, de la lectura de un pasaje de San Mateo y de las bienaventuranzas, esa “carta magna” de la grey católica, se paró ante el altar el arzobispo porteño, Mario Poli. Se colocó los lentes, acomodó las hojas y dijo: “Los que se creyeron jueces sentenciando a muerte a los hermanos no sabían que los cristianos hacen bien y se los castiga como a malhechores”. “Sabemos”, agregó, en lo que se leyó como un reconocimiento al pedido de la comunidad palotina para que la jerarquía eclesiástica impulse la consulta por el martirio, “que el martirio es un don... Sus hermanos de congregación que conocían bien a quienes les quitaron la vida desean presentar a la madre Iglesia su bautismo de sangre. Ella, con su sabiduría, sabrá decidir cuál es el lugar de los hermanos en la Iglesia del cielo”.
Bajo los techos de San Patricio se conmemoraron los 40 años del asesinato de los sacerdotes Alfredo Leaden, Alfredo José Kelly y Pedro Eduardo Dufau y de los seminaristas Salvador Barbeito Doval y José Emilio Barletti. La misa de las ocho de la noche llenó todos los espacios. En la primera fila se sentó el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, al lado de Aníbal Ibarra, uno de los impulsores de la reapertura de la investigación penal de 1984, luego del cierre ordenado por la justicia de la dictadura. Estuvo el rabino Daniel Goldman, el subsecretario de Culto de Nación, Alfredo Abriani, hubo funcionarios del Ministerio de Educación, sobrinos, hermanos y padres de los curas asesinados, cientos de personas.
“También las cicatrices de Jesús se vieron en los cuerpos de nuestros hermanos religiosos asesinados el 4 de julio y así se presentaron ante el señor de la Misericordia”, dijo el arzobispo. “Por qué no pensar que se entregaban a la vida fraterna aquellos palotinos de los que hoy hacemos memoria”, dijo. Comprometidos en la oración, en los sacramentos, en el servicio a los pobres y el servicio a los débiles de la fe hasta que, agregó, “como dice el salmo, el enemigo me persiguió a muerte y aplastó mi vida contra el suelo”.
Ante el altar, catorce velas encendidas durante todo el día irradiaron luz sobre las imágenes de los cinco hombres que esta comunidad nombró desde el comienzo como sus mártires. Desde allí partió el reclamo para impulsar primero a los superiores de la Orden y luego a la jerarquía de la Iglesia a abrir los dos caminos que reclaman. El primero, la vía de la canonización o el proceso de martirio dentro del espacio de la Iglesia. Un proceso que, según aseguran entre los palotinos, Jorge Bergoglio impulsó en primera persona durante la celebración del año 2001, cuando se cumplían 25 años de los crímenes, al nombrarlos por primera vez como mártires en la homilía y estimular a la Orden a que presente la postulación. Los palotinos lo hicieron pero el proceso, sin embargo, se detuvo. La segunda aprobación debe darla la jefatura local de la Iglesia. Bergoglio sondeó sin éxito a los obispos en dos consultas, en 2009 y 2011, dicen en la congregación. Y Poli todavía no abrió esa consulta.
El reclamo de ayer y la inédita presencia de obispos que los palotinos lograron convocar a su iglesia buscó mostrar ante el Arzobispado el consenso para que lo haga.
En ese escenario apareció el espacio para el segundo reclamo, esta vez empujado por la comunidad y sobre todo de parte de los jóvenes que no sólo piden el reconocimiento celestial, sino que la Orden termine de firmar los poderes para presentarse como querellante en la causa penal dentro de la justicia terrestre.
Entre los obispos hubo presencias estelares para ese juego de fuerzas. Carlos Malfa, secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, Jorge Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Pastoral Social, que durante el día dijo que la causa de los palotinos está viva y en marcha. Estuvo Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de Cáritas. También estuvieron los sacerdotes más cercanos al Papa, como José “Pepe” Di Paola. Y también estuvieron los palotinos, con representantes de todas las comunidades del país. Entre ellos, Jeremías Murphy, provincial de la Orden; Juan Sebastián Velasco, postulador de la causa, y Rodolfo Capalozza, sacerdote y sobreviviente.
A unos y a otros iban dirigidos los mensajes que los que estaban allí daban con su sola presencia. Gastón Barletti esperó desde temprano el ingreso. Hermano de José Barletti, uno de los dos seminaristas asesinados, hace dos años logró presentarse por su propia búsqueda en la causa judicial ahora en manos del juez Sergio Torres, a cargo de la megacausa ESMA, uno de los espacios de la dictadura de donde se sospecha que salieron parte de los ejecutores de la masacre. La madre de Barletti esperaba en un auto. El, mientras tanto, decía con énfasis que logró presentarse como querellante. Es el único de los familiares que abrió hasta aquí ese camino. “Son muchos años o muy pocos según lo que hayamos aprendido”, dijo un día antes, cuando comenzó la caminata que simbólicamente partió de la ex ESMA hacia San Patricio. “El Grupo de Tareas ejecutó la orden sobre cinco personas armadas sólo con la palabra del Evangelio que fueron entregados por la sospecha, las calumnias que habitaban cerca de ellos”. Dijo, más claramente que Poli, que ellos trabajaron en las villas, que eso era considerado “peligroso y hasta subversivo”. Que como parte de sus condenas “fueron negados tres veces”: por sus hermanos de la comunidad, por la Iglesia y también por algunos integrantes de la Orden. Y reclamó: “Si hoy después de cuarenta años no ponemos toda nuestra energía, los seguiremos negando, creo que la autoridades de la Iglesia palotina y de la Iglesia, esto lo saben”.
Rolando Savino tuvo a cargo anoche las sinfonías del órgano de la celebración, el “organista”, como se llama a sí mismo, primer testigo del crimen ocurrido el 4 de julio de 1976. “En la Iglesia estamos los mismos que en la calle”, dijo, sentado sobre uno de los bancos Fernando González, uno de los docentes de la comunidad. “Hay algo de desazón en todo esto porque recién ahora salimos a la calle, pero por otro lado esto también es un gran logro y un gran triunfo. A la convocatoria se incorporó gente en un barrio que es más ritualista que participativo. Muchos se acercaron a preguntar, pero también esto es culpa nuestra, porque por muchos años esto se celebró sólo puertas adentro de la Iglesia”.
“¿No me diga que ahora todo esto se puede reabrir por la imprescriptibilidad?”, preguntó sorprendida a Aníbal Ibarra una anciana abogada del barrio. Ester Nélida González dice que para entonces también vivía en ese barrio entre Belgrano y Urquiza. Cree que “obviamente los responsables, por la edad, seguro ya no van a estar más. Pero ojala –sigue– que todo esto pueda seguir. Como ser humano acá uno sabe que hay cosas que no se pueden hacer. Y usted piense que en el barrio dijeron de todo. De todo. Y que todavía hay gente que dice que no son tantos los desaparecidos”.
Pérez Esquivel dijo venir a honrar a los mártires de la Iglesia. “Los mártires son semillas de vida, dieron testimonio de vida, frente a lo que estaba viviendo el país, como tantos otros. Ellos tienen una presencia muy fuerte en la vida del pueblo. Hay que tratar de llegar a la verdad y la justicia ahora para que estos crímenes no queden en la impunidad”.
Los sobrinos de Alfie Kelly se acercaron también a agradecerle a Ibarra. Una señora le regaló un libro de Angelelli. Ibarra habló rápido de cómo el nuncio Pio Laghi y el cardenal arzobispo Juan Carlos Aramburu, inmediatamente después de la masacre, llegaron a la Iglesia. De cómo el sacerdote Efraín Sueldo Luque empezó a investigar. De cómo Laghi y Aramburu supieron rápido quiénes fueron los autores y cómo guardaron silencio en complicidad con los militares.
“Esto que está pasando ahora es maravilloso”, dijo una sobrina de Kelly el día anterior. “Recién se lo decía a los chicos que vi pasar con la imagen de Angelelli y de los curas de Chamical: es realmente conmovedor ver esto, porque es una oportunidad de mostrar que ellos pensaban en un mundo mejor y que este mundo mejor es posible en la medida que estas cosas puedan pasar. Y en la medida en que haya memoria. Que se busquen la verdad y la justicia”.
En la iglesia, el organista hizo sonar el Creo.
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