UNIVERSIDAD
Los alumnos de Sociales no ceden y el rector no quiere ser rehén
La toma del Rectorado de la UBA lleva 6 días. Los alumnos piden un edificio y más fondos. Pero Jaim no quiere negociar bajo presión.
› Por Javier Lorca
“Sociales no se mueve”, dice el cartel que engalana la entrada al Rectorado de la Universidad de Buenos Aires. Los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales cumplieron ayer su sexto día consecutivo ocupando la sala del Consejo Superior de la UBA. Reclaman un edificio único y un aumento presupuestario para la unidad académica donde estudian más de 20 mil alumnos. Pero las negociaciones con las autoridades universitarias están trabadas. “Ni el rector ni la mayoría de los integrantes del Consejo Superior, están dispuestos a convertirse en rehenes de grupos que plantean reclamos que, necesariamente, deben encauzarse por los mecanismos previstos para la toma de decisiones en el ámbito universitario”, señala el rector Guillermo Jaim Etcheverry en una solicitada que se publica en esta edición.
Basta traspasar el umbral de Viamonte 444 y poner un pie en la escalinata de mármol del Rectorado para oír un misterioso repiqueteo. A los costados de la escalera, las paredes lucen ahora la escenografía militante. Fotos, banderas, afiches manuscritos: “No les damos tregua, edificio o la guerra”. Y más arriba, un clásico: “Las barricadas cierran calles pero abren caminos”. En el primer piso se devela el misterio. Sobre la mesa que habitualmente ocupan los consejeros superiores, los estudiantes de Sociales improvisaron una mesa de ping-pong. Juegan durante casi todo el día. Salvo de dos a ocho de la mañana. Esa es la hora de dormir: “Nos organizamos para poder ir a trabajar y seguir estudiando”, contó una alumna. El resto del día lo pasan entre termos de mate y apuntes. En un clima tranquilo: la toma no impide el acceso de los funcionarios y empleados de la universidad, ni el trabajo del Rectorado.
Alrededor de unos 50 estudiantes se turnan para mantener la protesta que empezó al mediodía del miércoles pasado, tras una suspendida sesión del Consejo Superior. “Hoy me voy a pasar la noche a casa. Estoy sin dormir hace tres días. No puedo más”, confió un militante. En un rincón, en el suelo, hay una parrillita. Los funcionarios temían que el humo de un asado asomara en sus oficinas. Pero no. Sólo hubo unas hamburguesas asadas en la vereda, el sábado. Y el domingo algunas mamás fueron a recibir el saludo de sus hijos. Pese al cansancio acumulado, la toma sigue: “No nos vamos a ir con las manos vacías”, insisten los dirigentes de las agrupaciones estudiantiles. “Queremos un compromiso de que van a solucionar el problema presupuestario y edilicio. No pedimos una solución ya, queremos garantías mínimas para el año que viene –dijo la presidenta del centro de estudiantes, Laura Pouso–. Pero no se avanzó en nada. No hay diálogo y no parece haber voluntad de solucionar el problema.”
Sociales tiene un presupuesto de 10 millones de pesos para atender a sus más de 20 mil alumnos, que cursan divididos en dos sedes: una en Marcelo T. de Alvear al 2200 y otra en Parque Centenario, sobre Ramos Mejía al 800. “En estas condiciones, Sociales no puede comenzar las clases el año próximo”, concluyó una comisión integrada por las autoridades de la facultad, el centro estudiantil y los gremios de docentes y empleados. Reclaman una sede única y un incremento presupuestario de unos 2 millones. “Preocupados por el problema, estamos trabajando desde el comienzo de esta gestión para encontrarle una solución”, admite Jaim Etcheverry en la solicitada, antes de disparar contra la toma (“prepotencia de los hechos violentos”, “reclamos formulados de manera anárquica”, “acción directa violenta”) y el contexto en que se produce: “No parece casual que tantas reivindicaciones y conflictos... surjan al comienzo de una gestión diferente a la que ha conducido la UBA durante tantos años y que, entre otros objetivos, se ha propuesto racionalizar el uso de su presupuesto”. Después de recordar que se les solicitó a las autoridades de Sociales que exhortaran a los estudiantes a dejar el Rectorado, el texto culmina con una nueva invitación a que los alumnos desalojen la sede. Entre dos fuegos, el decano de Ciencias Sociales, Federico Schuster, rechazó la toma, pero avaló el contenido de los reclamos. También expresó su temor a que se produzca una salida autoritaria y llamó a dialogar en busca de una solución. “Nuestra demanda terminó en medio de una interna que nos supera totalmente –lamentó ayer un funcionario de Sociales–. Nos presionan para que saquemos a los estudiantes como si no supieran que el movimiento estudiantil es totalmente autónomo.”