El cuento por su autor

Escribí este cuento para una lectura a la que fui invitado por Leo Oyola y Hernán Lucas, realizada en los altos de la librería Aquilea, una fría noche de agosto de 2013, y cuyo eje era “el baile”. Leo me pasó este video (http://www.youtube.com/watch?v=lP0kLpnoQ) inspirador (algo absolutamente necesario para mí, que nunca bailo), y como en esos días yo acababa de empezar a leer la novela Wasabi, de Alan Pauls, las dos cosas se cruzaron y terminé copiando un poco de ambos.

La idea de copiar siempre me pareció atractiva. Permite ver las cosas que hacemos como cosas preexistentes, esquemas sobre los que trabajar y encontrar nuevas formas, ideas y ocurrencias para el futuro. Permite redireccionar, hundir, expandir, redimensionar lo que otros hicieron. Muchas veces, los aportes propios pueden parecer mínimos, pero muchas veces, también, por mínimos que sean, pueden hacer una diferencia importante.

En mi caso, una de las cosas con las que este cuento marcó una diferencia, fue con darme la oportunidad de imaginar Nairobi. Nunca visité esa ciudad. Y sería muy improbable que alguna vez lo haga. Sin embargo, al escribir el cuento ella siempre estuvo ahí. Y también estuvieron ahí, sobre mis papeles, la chica del lunar, su gato y mi pierna amputada.