VERANO12 • SUBNOTA
Hace dos años Claudia Piñeiro me invitó a participar de una antología de cuentos sobre fútbol escritos por mujeres. Como el fútbol me interesa poco y nada, me llevó bastante tiempo encontrar una historia que me dieran ganas de contar. Yo venía escribiendo otros relatos con mujeres, un poco locas, un poco rotas, y quizá por estar conviviendo con ellas me vino una imagen muy nítida de mi tía Lili, sentada en la penumbra del living de la casa de mis abuelos, escuchando los partidos en su radio portátil. Ese fue el disparador para empezar a escribir “La princesa enamorada”.
Cuando mi tía Lili murió tenía 40 años y yo, 13. Su vida, al menos la que yo conocí, no fue feliz. En ella convivía la fragilidad y la ferocidad. Parecía a punto de pulverizarse o de prender fuego todo y a todos. Su cuerpo, su mente, su alma, vivían al límite. No tengo muchos recuerdos con ella y los pocos que tengo son desdichados. La tía Lili me asustaba y yo hacía todo lo posible para no quedarme a solas con ella. Mientras escribía este cuento tuve el deseo de tener otros recuerdos, de darnos la oportunidad que nunca tuvimos. Con la ficción podía hacerlo, podía crear un momento de intimidad que transformara el miedo en otra cosa. Lo que cuento en “La princesa enamorada” es lo que yo hubiese querido que pasara.
El relato se publicó primero en la antología Las dueñas de la pelota (El Ateneo, 2014) y ahora forma parte del libro de cuentos Hay gente que no sabe lo que hace, a punto de salir por Paisanita Editora.
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