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El levantamiento del ghetto de Varsovia, a la manera de Hollywood
La miniserie “Levantamiento” recrea, en trazo algo grueso y con previsible desarrollo, una de las mayores gestas humanas del siglo XX.
› Por Horacio Bernades
Tratándose de una de las gestas más heroicas del siglo XX, llama la atención que el cine estadounidense –tan proclive a echar mano de toda clase de épica histórica– no se haya ocupado hasta ahora de ficcionalizar el levantamiento del ghetto de Varsovia producido entre abril y mayo de 1943, cuando varios miles de civiles les hicieron sentir a los ejércitos del Reich que el que a hierro mata, a hierro muere. Producida por Warner Television y emitida en Estados Unidos a fines del año pasado, la miniserie Uprising recrea esos hechos, en los que parte del pueblo judío ejerció durante larguísimos treinta días la violencia de los oprimidos. Emitida originalmente en dos partes, esta producción de tres horas de duración se edita directamente en video, con el título de Insurrección. A mediados de la semana próxima, el sello AVH la hará llegar a los videoclubes de todo el país.
Con un nutrido elenco en el que brillan los nombres de Donald Sutherland y Jon Voight, Insurrección arranca en septiembre de 1939 con la invasión nazi de Polonia y se cierra cuatro años más tarde. En ese momento, tras varias semanas de enfrentamientos entre los habitantes del ghetto y los ejércitos del Führer, el levantamiento fue definitivamente sofocado a sangre y fuego. El saldo fue de 40 mil civiles judíos muertos o deportados y un escaso puñado de sobrevivientes, muchos de los cuales terminarían aportando a la fundación del Estado de Israel. La historia dice que, a poco de entrar en la capital polaca, las fuerzas hitlerianas cercaron el viejo barrio judío de la ciudad y encerraron en él a sus cerca de 500 mil habitantes, impidiéndoles salir de allí. Los identificaron con brazaletes y los condenaron de hecho al hacinamiento, el racionamiento alimentario, la inanición, la falta de atención sanitaria y, como consecuencia de todo ello, la muerte. Todo ello, como prólogo de la “solución final”: las deportaciones en masa a los campos de concentración de Chelmo y Treblinka.
La miniserie dirigida por Jon Avnet (yes-man de Hollywood cuya foja de servicios no va más allá de títulos como Tomates verdes fritos o la risible Justicia roja) proporciona en grageas esta información histórica, mediante el poco original recurso de intercalar títulos que van puntuando fechas y datos. En más de una ocasión lo hace de forma atropellada, saltando de un acontecimiento histórico a otro y de año en año, en la ambición de llegar pronto al nudo del asunto. Mientras esos títulos brindan el marco, la más convencional dramaturgia impone el tono y desarrollo, en el mismo estilo taquigráfico y acumulativo. Los datos, hechos y nombres los proporciona la historia misma. Allí están los legendarios Mordechai Anielewicz y Yitzhak Zuckerman, educadores ambos y futuros líderes del levantamiento: encarnados por Hank Azaria, quien ante los SS se muestra tan bravucón como un jugador de fútbol americano, y David Schwimmer, el popular Ross de la serie “Friends”, a quien la camiseta de resistente le queda más grande que los pulóveres que usa en la serie. Ellos dos echan en cara a Adam Czerniakow, presidente del Consejo Judío del ghetto (un barbado Donald Sutherland), su genuflexión ante los nazis. Allí están también el célebre educador Janus Korczak, el cineasta de Goebbels Fritz Hippler, el general Jurgen Stroop, que tomaría en sus manos la represión del levantamiento (a cargo de Jon Voight) y hasta el propio Heinrich Himmler, quien en algún momento viene a supervisar los operativos. Y están también los miembros de la Organización de Defensa Judía, pertrechándose y entrenando a sus compañeros en un sótano que se convertirá en ratonera.
La historia es tan trágica como épica, tan terrible como apasionante, tan conmovedora como recordable. Pero Avnet y su guionista la transcriben a unos nazis muy malos y héroes muy buenos (unos hablan inglés con simulado acento alemán; los otros, con simulado acento hebreo), dando por resultado que, en lugar de la verdad humana, impere la verdad de loslibros de guión y dirección que se leen en Hollywood. Esos textos aconsejan que el Bien y el Mal estén siempre bien claros y se enfrenten con un máximo de acción y suspenso, no sea cosa que los espectadores se aburran y cambien de canal, en busca de algo más entretenido que la aniquilación de seis millones de judíos durante una guerra muy lejana.