Viernes, 3 de diciembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Martín Granovsky
A las 14.47 de ayer la web de Página/12 dio la primicia: Hillary Clinton había llamado a Cristina Fernández de Kirchner para dar explicaciones sobre Wikileaks y expresar que lamentaba si la Presidenta había resultado afectada personalmente.
De este modo se desvanecieron algunos cálculos tontos. Uno de ellos, de amplia circulación en estos días, pronosticaba que la secretaria de Estado podría llegar a demorarse semanas en hablar con la Presidenta porque estaba pidiendo disculpas a todos los países miembros de Naciones Unidas.
La Argentina es un caso curioso. Tal vez sea el sitio menos conflictivo de los que aparecen en Wikileaks. No libra una guerra comercial con los Estados Unidos como Francia, no está en el centro del Mediterráneo como Italia, no es el Medio Oriente, está lejos de Irán y Corea del Norte, no exporta migrantes como México, no tiene bomba atómica como Pakistán y su PBI es menor que el de Brasil. Pero el flujo de cables sobre la Argentina depende del diario El País de Madrid, uno de los destinatarios de las filtraciones. Como El País parece más interesado en la Argentina que en Turquía, el wikidisparate resultante es que un río de chismes inundan Buenos Aires. Los chismes, claro, tienen más sensualidad que las conclusiones. O que la política real. Las conclusiones de los cables más importantes originados en Buenos Aires dicen, por ejemplo, como escribió el embajador Anthony Wayne el 27 de febrero de 2007, que el presidente Néstor Kirchner seguirá empecinado en mantener una buena relación con Venezuela, que un nuevo acto de Hugo Chávez como el que realizó en Mar del Plata en el 2005 será malo para las relaciones con Washington y que Kirchner continuará con el intervencionismo económico. Y remata: “Pero, en la práctica, en la mayoría de los temas importantes para los Estados Unidos, bilaterales y multilaterales, pensamos que podemos proseguir tranquilamente en la construcción de una cooperación sólida”. O sea: Kirchner es como es y los Estados Unidos son como son, pero nada impide aplicar el espíritu práctico y darle para adelante. Como se trata de relaciones entre países y no de opiniones vertidas en un club, conviene señalar que más allá de los chismes lo que Wayne dijo es lo que efectivamente ocurrió.
Como también el escándalo mundial de Wikileaks afecta la relación de los Estados Unidos con cada país, el llamado de Hillary a Cristina debe leerse en clave diplomática. Disculpas a los fanáticos del conductismo barato y a los amateurs del comportamiento individual. En el mundo hay unas cosas raras y complejas de origen colectivo llamadas Estados. Clinton es secretaria de uno. Fernández de Kirchner es jefa de otro.
Si se lee la relación de Estado a Estado, con y sin wikimanía, pueden sacarse estas conclusiones:
Los Estados Unidos están en falta con la Argentina, entre otros países del mundo, porque una guerra interna, un hacker, un enemigo externo o los duendes violaron el secreto del Departamento de Estado.
Igual que en el resto del mundo, Washington está preocupado por demostrar que sus diplomáticos informan pero no espían, o sea que miran y hablan pero no usan métodos ilegales de obtención de datos. En Buenos Aires lo dijo con todas las letras Shannon Farrell, la agregada de prensa: “Nosotros no espiamos, preparamos informes como puede hacerlo un periodista”.
Cristina calló y no habló en ningún momento del wikigate.
La Presidenta tampoco polemizó ni sobre el contenido de los documentos ni sobre su calidad. Tampoco discutió con los editores y periodistas de distintas calidades profesionales que la realidad expuso una vez más estos días.
Atribuir esa actitud al luto es menospreciar la realidad. Cristina habló en público por lo menos una vez al día. Y, al menos hasta la llamada de Hillary, no tocó el tema. Con eso pareció buscar dejar estampada nítidamente la sensación de que, en el tablero internacional, quien filtra es quien debe dar explicaciones. La Presidenta no ganaba nada con wikienredarse, y no lo hizo.
“Al mundo le falta un tornillo”, cantaba un señor en los años ’30. A este mundo también. Y le sobran algunos pendrives. Por eso fue el turno de las wikidisculpas.
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