Miércoles, 31 de diciembre de 2014 | Hoy
CULTURA
El año más exitoso de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires fue, también, el más complicado. Lugar de paseo y de encuentro, de “callejeo” o “curioseo” libresco y no sólo literario, se trata de un fenómeno cuya dinámica logra visibilizar una multiplicidad de escenas en las que los lectores ponen el cuerpo y se muestran con sus emociones y sus inquietudes, con sus gustos y preferencias, con sus fervores y pasiones a flor de piel. Durante los 19 días que duró la edición número 40, pasaron por el predio de La Rural más de 1.200.000 personas. La afluencia de público creció un 7 por ciento respecto de 2013. Pero también fue un ámbito de muchos desencuentros. No la Feria en sí, pero sí la Fundación El Libro. Al día siguiente de finalizada esta edición, el martes 14 por la noche, renunció la entonces directora Gabriela Adamo “cansada” de tener que arbitrar cada vez más en peleas que la trascendían, según comentó a Página/12. Entonces se precipitó una crisis que no estaba en el horizonte inmediato de los organizadores. Gustavo Canevaro, entonces presidente de la Fundación El libro, renunció una semana después al reconocer su responsabilidad “en no poder liderar el actual consejo para que pueda conducir de manera armoniosa dicha institución”. La situación comenzó a regularizarse apenas unas semanas atrás cuando Martín Gremmelspacher fue electo presidente de la entidad y el escritor y editor Oche Califa fue elegido como nuevo director de la Feria, cuya edición 41ª se realizará del 23 de abril al 11 de mayo de 2015 y tendrá a México D.F. como ciudad invitada de honor.
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