Mitá
PAMÍ, mitá PAVÓ
En
mis comienzos como docente, yo era uno más de varios a cargo
de cursos de una misma cátedra. Un día el titular
nos envía a cada docente un ejemplar de una publicación
suya, con la indicación: va para el parcial.
Estaba implícito que debíamos indicar a los alumnos
a nuestro cargo que comprasen dicha publicación. Y supongo
que el titular sabía el total de alumnos en los cursos y
sacó la cuenta del número de ejemplares que se colocarían
en pocos días. Y asimismo el editor de la obra se habría
visto alentado a publicarla, sobre la promesa de una colocación
tan segura como rápida. En el fondo, éramos subcontratistas
encargados de la tarea sucia de obligar a los alumnos a reunir unos
dinerillos que pronto pasarían a un editor. No fue el único
caso. Hace poco conté que una cuadrilla fantasma, sin permiso,
instalaba postes pintados de color igual al de los postes de luz,
y que según se dice servían a la empresa de TV por
cable del presidente de la Cámara de Diputados. No hubo manera
de identificar a los trabajadores o al subcontratista que los llevaba
de un lado a otro. ¿Cuántas veredas se perforaron
sin permiso? El caso ahora es la subcontratista del PAMI, conocida
como la gerenciadora, empresa formada ad hoc para administrar los
servicios de salud de millones de usuarios. Al crearse se puso énfasis
en la libertad de elegir de cada jubilado. Pero tal libertad en
los hechos es nula, y el jubilado es compelido a aceptar el prestador
que la gerenciadora tiene registrado en su cartilla. ¿Funciona
el sistema? Sé y me consta que a jubilados con cáncer
no se lo diagnosticó el médico de cabecera, que el
especialista le dio un diagnóstico erróneo, sin hacerle
los estudios necesarios, e incluso derivándolos a cirugía
cuando la misma podía matar al paciente; que el cáncer
fue detectado al someterse a hospitales municipales, y que la gerenciadora
se negó a otorgar la continuidad de la atención de
dichos pacientes en tales hospitales. En los mismos existen delegados
de PAMI cuya misión es derivar a los ancianos
a la órbita de la gerenciadora. En la experiencia narrada
al comienzo, la capacitación del alumno no importaba tanto
como que comprasen la publicación del titular. En el sistema
de PAMI-gerenciadora, la curación de enfermos tampoco importa,
sino que aporten su enfermedad a la gerenciadora, para
que su firma legitime un movimiento de recursos, que se multiplica
por millones.
No
crecer duele: crecer también
Lo
que distingue a un economista de otros seres pensantes (y no pensantes)
es el tener internalizados ciertos límites, por ejemplo,
que nada puede producirse sin usar algún recurso, y que ningún
recurso es ilimitado. Luego vienen nociones derivadas, o de segundo
orden, como que los recursos mismos se producen usando recursos,
que la proporción entre diversos recursos es una técnica
de producción, que el uso total del factor humano se llama
pleno empleo, y que el incremento o mejora de los recursos productivos
se llama crecimiento. Por ejemplo: el consumo total de un país
(C), o bien su ahorro total (A), no pueden exceder el ingreso nacional
total (Y). Un mayor consumo sólo es factible ahorrando menos,
y viceversa, de donde la suma C+A no puede sobrepasar Y. A lo sumo,
C+A = Y. Si la magnitud de Y es lo que traba nuestra apetencia de
bienestar, ¿cómo expandirlo? Debería expandirse
la cantidad de recursos naturales, por ej. la cantidad de tierra
arable (DR) o su rinde, expandirse el número de trabajadores
competentes (DT) o mejorarse su productividad, o incrementarse los
equipos de capital (DK) o su tecnología. Las letras R, T
y K abrevian tierra, trabajo y capital, y la letra griega D (delta)
abrevia incremento o acumulación de. Un procedimiento
para incrementar la cantidad de Y, propuesto por Adam Smith y reiterado
por Prebisch para América latina, es dotar al trabajo (T)
de más y mejores equipos de capital (DK). Ahora bien, DK
se lee creación de capital o brevemente, inversión.
La inversión es el ahorro convertido en equipos de capital.
El ahorro es previo a la inversión, y fruto de una opción
entre consumir hoy o diferir el consumo. Un mecanismo para convertir
ahorro en inversión sería, simplemente, vedar a los
trabajadores la posibilidad de consumir más allá de
cierto límite, asignándoles una retribución
que sólo permita adquirir los meros bienes de subsistencia.
Todo lo que exceda ese límite lo toman los empleadores o
empresarios, quienes canalizan el producto excedente no consumido
en adquirir nuevos bienes de capital. Una sociedad así, basada
sobre la distribución desigual y la acumulación incesante
del ahorro, era la europea hasta 1914, descripta por J. M. Keynes
en 1920. Nuestro desafío es pensar una sociedad democrática,
más igualitaria, capaz de ahorrar para sostener la acumulación
de capital requerida por el crecimiento económico.
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