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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
09 ENE 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


La trampa del optimismo

La idea era cumplir con la orden presidencial de, reconociendo que algo estaba fallando en la comunicación de los actos de gobierno, salir a informar las buenas medidas del primer mes de gestión. El objetivo era contrarrestar el malhumor de la clase media más acomodada afectada por el paquete impositivo, sector social quejoso que sabe transformar en reclamo nacional sus preocupaciones. Y qué mejor noticia para enfrentar a ese grupo de desalmados que lloriquean por aportar a la causa de reducir el déficit fiscal que anunciar algo que alegrará a toda la población. “La recesión ha terminado”, sentenció con firmeza José Luis Machinea. Y lo repitió otra vez para que no quedaran dudas, pronosticando que el crecimiento en el 2000 no será menor al 4 por ciento, por encima de todas las estimaciones de los consultores de la city. Pero en esta economía argentina de manta corta cuando se cubre un extremo queda a la intemperie el otro. Después de ese anuncio rutilante del ministro que llenó de orgullo a su equipo por haber cumplido la misión presidencial, dos de sus más estrechos colaboradores empezaron a desesperarse. Habían caído en una trampa de optimismo. Independientemente que la gente les crea que la economía haya empezado a andar, lo que les preocupaba era que al Gobierno se le evaporaba el principal argumento ante los legisladores para impulsar en forma urgente la ley de Emergencia Fiscal. Si ya no hay recesión y el porvenir es venturoso, cuál es el apuro para aprobar un controvertido paquete de leyes, especulan que será ahora la respuesta del Congreso. El Gobierno intentó volver sobre sus pasos y de la última reunión de gabinete se emitieron señales alarmistas.
La frase optimista de Machinea también apuntaba a estructurar una estrategia ante la complicada negociación que se abre con el Fondo Monetario Internacional. Los técnicos del FMI no creen que Argentina crezca más que el 2,5 por ciento y, por lo tanto, exigen un mayor ajuste fiscal e insistirán en una reducción todavía mayor del gasto público. Tirar en la mesa que la economía mejorará por lo menos un 4 por ciento es la forma que encontró Machinea de adelantarle al Fondo que con lo realizado en materia fiscal es suficiente y que se ha hecho acreedor de una ampliación del crédito de contingencia hasta 5000 millones de dólares.
Más allá del devaneo comunicacional, la peor noticia para el equipo económico fue el derrumbe de los mercados bursátiles por el convencimiento de los financistas de que subirá la tasa de interés internacional. En la city no hay dudas de que la Reserva Federal (banca central estadounidense) ajustará para arriba la tasa en su próxima reunión de principios de febrero, y que repetirá un mes después. Tasas empinadas no es un buen escenario para una economía fuertemente endeudada que tiene que salir a buscar en la plaza local y de afuera 17.500 millones de dólares. Y apenas es un deseo que el riesgo país disminuya tanto para compensar el alza de la tasa, tal como se esperanzó Machinea.
¿Y si después de tanto esfuerzo para congraciarse con los financistas, el círculo virtuoso de la economía que debiera comenzar con las medidas fiscales quedara trunco? Los riesgos son dos:
1 La suba de la tasa. Esta exigirá una mayor exigencia fiscal para hacer frente a los intereses de la deuda, al tiempo que disminuirá el ingreso de capitales, flujo de fondos necesario para alimentar una recuperación de la economía en convertibilidad.
2 El fracaso del shock de confianza. El paquete impositivo y el ajuste del gasto público, que vienen a cerrar la brecha fiscal para alentar el ingreso de capitales, que a la vez impulsa la economía, sorprendentemente no mejora el humor de los financistas.
Entonces, sin recrear expectativas favorables, la reforma tributaria puede actuar como freno del nivel de actividad por la caída del consumo más que un factor dinamizador de la economía.