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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
09 ENE 2000








 DESECONOMIAS
 por Julio Nudler

Para que el peso pudiera abandonar el tipo de cambio fijo y flotar, sin provocarle tremendos costos a la economía, debería el país contar con un sistema bancario y un mercado de capitales donde empresas y particulares se financiasen en moneda nacional. Esa es precisamente la situación del yen y de la libra esterlina, dos monedas importantes pero convertidas en solitarios viajeros en un mundo dominado por el dólar y por la ascendente estrella del euro.
Es obvio que la Argentina no navega en esa dirección, y que el masivo endeudamiento en dólares asegura que el partido antidevaluatorio seguirá detentando el predominio. Esto no significa que los costos de mantener el peso atado al dólar no sean también insoportables, pero se expresan de otra manera: alto desempleo, desindustrialización, déficit gemelos. Brasil, que evitó seguir la senda dolarizante, pudo así devaluar exitosamente el real, tornando definitivamente difícil la convivencia en el Mercosur.
Curiosamente, el dólar, que es utilizado como ancla, se depreció fantásticamente frente al resto de los bienes a lo largo del siglo XX. El poder adquisitivo de un dólar en 1999 equivalía al que tenían 5 centavos en el 1900. Sería un error pensar que fue sólo el poderío de la economía estadounidense el que catapultó al dólar a su liderazgo: los períodos de altos déficit externos de la Unión pusieron a disposición del resto de los países enormes cantidades de dólares, con los que se llenaron las reservas y se armaron enormes mercados financieros.
Paralelamente, la política monetaria alcanzaba un esplendor desconocido. Al empezar el siglo XX sólo existían 18 bancos centrales. Ni Estados Unidos ni la Argentina lo habían creado aún. Al finalizar la centuria, los bancos centrales eran 172, aunque la formación de bloques monetarios puede desmontar ese número. El caso argentino es especial: utiliza dos monedas y mancó a su BC.