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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
05 MARZO 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Economía y país: Ferré

Pedro Ferré en 1830 comparó la libre concurrencia con la protección a la industria. Los pueblos cuya riqueza y poder admiramos –decía– no llegaron a ese estado adoptando en su origen un comercio libre. La libre concurrencia es fatal para este país. Sus pocos artículos industriales no soportan la competencia de la industria extranjera. La libre concurrencia aumenta el saldo negativo en la balanza del comercio exterior y destruye el capital invertido en estos ramos. El aumento de nuestro consumo sobre nuestra producción y la miseria son sus frutos. Si la libre concurrencia mata algunos ramos nacientes de industria nacional, y el mercado ficticio de Buenos Aires daña a la mayoría de los pueblos de la República, debe variar el actual sistema de comercio. En su lugar, prohibir en absoluto importar algunos artículos que produce el país. Se dice que las restricciones embarazan el comercio exterior y ninguna utilidad traen. En algunas provincias esto quizá es aplicable; pero en otras, sus producciones ya no son lucrativas; viven sólo de ellas; no pueden abandonar su industria sin perder su capital; no pueden, aun con capitales, abrazar otra porque su territorio no lo permite; y han de ser favorecidas con la prohibición de la industria extranjera o deben perecer. En otras su territorio es apto para producir muchos y distinguidos artículos, pero sólo en parte son aptas para ganadería, único ejercicio a que se nos quiere limitar, y que habiendo hecho considerables ensayos en distintos ramos han tenido suceso feliz. Pero no pueden competir con la industria extranjera, en su perfección o por los enormes gastos de un establecimiento nuevo. ¿Condenar a unos a morir de miseria y sujetar a otros a cultivar uno solo de sus muchos ramos de riqueza? Propongo disminuir el consumo del extranjero; salvar del aniquilamiento a unos pueblos y hacer prosperar la industria naciente de otros. No se pondrán nuestros paisanos ponchos ingleses; pero empezará a ser menos desgraciada la condición de pueblos enteros, y no nos perseguirá la idea de la espantosa miseria a que hoy son condenados. Nunca será la ganadería la ocupación exclusiva de la República. Cualesquiera sean sus ganancias ¿por qué no hemos de obtener las que ofrezca otro? La ganadería tiene sus riesgos graves y peligros; es natural procurar mejor un lucro moderado y seguro, que uno considerable aunque muy expuesto.

Economía y país: López

Vicente Fidel López en 1876 condenó la apertura comercial irrestricta, como doctrina odiosa e impía al aplicarse en países nuevos, pastoriles y de un trabajo rudimentario. Aconsejaba considerar las condiciones económicas en que se encuentra un país nuevo para apreciar el grado de protección que debe dar a su materia prima. La teoría de los hombres que rechazan el comercio libre en los países nuevos va a que no haya solamente en las orillas de los ríos o de los mares de una nación, ciudades ricas, porque cuando hay comercio libre esas ciudades ricas no son trabajadoras ni producen nada para la riqueza del país en que están. Son ciudades intermediarias expuestas a crisis frecuentes, ocupadas sólo en sacar al extranjero productos brutos de las campañas y de las provincias y en remitir al interior las ricas mercaderías del extranjero: ciudades de comercio intermediario. Entonces el interior del país no estará poblado y sólo habrá una miseria progresiva. Porque se estanca el trabajo y el comercio, porque la población se va por falta de trabajo. No extraña que en Buenos Aires una gran masa de opinión esté a favor del librecambio, porque los intereses de los importadores son intereses intermediarios: trayendo mercaderías lujosas, vendiéndolas con ventaja, mandando al extranjero cueros y lanas en bruto, hacen beneficios que no representen capitales del país, sino capitalistas o sucursales extranjeros. Un país con falta de capital para explotar sus fuentes de producción está siempre expuesto a crisis, a perder su riqueza y su independencia. Si esa inmensa producción de materias primas no las podemos remitir en bruto, adaptémoslas para nuestro consumo. Como la materia manufacturada siempre tiene valor excedente respecto de la materia prima, siempre ganaría el país. Si trabajásemos nuestros artículos para el consumo de nuestra población, entonces el capital que ellos valen en compraventa quedaría en el país como fuente de producción hasta producir más de lo que consumiéramos. Este es un país pobre que debe mandar sus materias primas sin límite a los manufactureros extranjeros, que imponen el precio a nuestros productos, que no somos dueños de nuestra producción; somos granja del extranjero, un pedazo del territorio extranjero, sin independencia; ella es imposible cuando un pueblo no se basta a sí mismo, y no tiene para consumir todo lo que necesita.