Economía y país: Ferré
Pedro
Ferré en 1830 comparó la libre concurrencia con la
protección a la industria. Los pueblos cuya riqueza y poder
admiramos decía no llegaron a ese estado adoptando
en su origen un comercio libre. La libre concurrencia es fatal para
este país. Sus pocos artículos industriales no soportan
la competencia de la industria extranjera. La libre concurrencia
aumenta el saldo negativo en la balanza del comercio exterior y
destruye el capital invertido en estos ramos. El aumento de nuestro
consumo sobre nuestra producción y la miseria son sus frutos.
Si la libre concurrencia mata algunos ramos nacientes de industria
nacional, y el mercado ficticio de Buenos Aires daña a la
mayoría de los pueblos de la República, debe variar
el actual sistema de comercio. En su lugar, prohibir en absoluto
importar algunos artículos que produce el país. Se
dice que las restricciones embarazan el comercio exterior y ninguna
utilidad traen. En algunas provincias esto quizá es aplicable;
pero en otras, sus producciones ya no son lucrativas; viven sólo
de ellas; no pueden abandonar su industria sin perder su capital;
no pueden, aun con capitales, abrazar otra porque su territorio
no lo permite; y han de ser favorecidas con la prohibición
de la industria extranjera o deben perecer. En otras su territorio
es apto para producir muchos y distinguidos artículos, pero
sólo en parte son aptas para ganadería, único
ejercicio a que se nos quiere limitar, y que habiendo hecho considerables
ensayos en distintos ramos han tenido suceso feliz. Pero no pueden
competir con la industria extranjera, en su perfección o
por los enormes gastos de un establecimiento nuevo. ¿Condenar
a unos a morir de miseria y sujetar a otros a cultivar uno solo
de sus muchos ramos de riqueza? Propongo disminuir el consumo del
extranjero; salvar del aniquilamiento a unos pueblos y hacer prosperar
la industria naciente de otros. No se pondrán nuestros paisanos
ponchos ingleses; pero empezará a ser menos desgraciada la
condición de pueblos enteros, y no nos perseguirá
la idea de la espantosa miseria a que hoy son condenados. Nunca
será la ganadería la ocupación exclusiva de
la República. Cualesquiera sean sus ganancias ¿por
qué no hemos de obtener las que ofrezca otro? La ganadería
tiene sus riesgos graves y peligros; es natural procurar mejor un
lucro moderado y seguro, que uno considerable aunque muy expuesto.
Economía
y país: López
Vicente
Fidel López en 1876 condenó la apertura comercial
irrestricta, como doctrina odiosa e impía al aplicarse en
países nuevos, pastoriles y de un trabajo rudimentario. Aconsejaba
considerar las condiciones económicas en que se encuentra
un país nuevo para apreciar el grado de protección
que debe dar a su materia prima. La teoría de los hombres
que rechazan el comercio libre en los países nuevos va a
que no haya solamente en las orillas de los ríos o de los
mares de una nación, ciudades ricas, porque cuando hay comercio
libre esas ciudades ricas no son trabajadoras ni producen nada para
la riqueza del país en que están. Son ciudades intermediarias
expuestas a crisis frecuentes, ocupadas sólo en sacar al
extranjero productos brutos de las campañas y de las provincias
y en remitir al interior las ricas mercaderías del extranjero:
ciudades de comercio intermediario. Entonces el interior del país
no estará poblado y sólo habrá una miseria
progresiva. Porque se estanca el trabajo y el comercio, porque la
población se va por falta de trabajo. No extraña que
en Buenos Aires una gran masa de opinión esté a favor
del librecambio, porque los intereses de los importadores son intereses
intermediarios: trayendo mercaderías lujosas, vendiéndolas
con ventaja, mandando al extranjero cueros y lanas en bruto, hacen
beneficios que no representen capitales del país, sino capitalistas
o sucursales extranjeros. Un país con falta de capital para
explotar sus fuentes de producción está siempre expuesto
a crisis, a perder su riqueza y su independencia. Si esa inmensa
producción de materias primas no las podemos remitir en bruto,
adaptémoslas para nuestro consumo. Como la materia manufacturada
siempre tiene valor excedente respecto de la materia prima, siempre
ganaría el país. Si trabajásemos nuestros artículos
para el consumo de nuestra población, entonces el capital
que ellos valen en compraventa quedaría en el país
como fuente de producción hasta producir más de lo
que consumiéramos. Este es un país pobre que debe
mandar sus materias primas sin límite a los manufactureros
extranjeros, que imponen el precio a nuestros productos, que no
somos dueños de nuestra producción; somos granja del
extranjero, un pedazo del territorio extranjero, sin independencia;
ella es imposible cuando un pueblo no se basta a sí mismo,
y no tiene para consumir todo lo que necesita.
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