Sefaradíes y ashkenazim
Así
como el hábito no hace al monje, tampoco el cetro hace el
rey, es ésta una verdad que conviene no olvidar.
Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.
Puede ser que
se haya inspirado en el Premio Nobel que tanto admira o haya sufrido
un shock de la epidemia de ceguera blanca, como la narrada en ese
libro por su predilecto escritor portugués, lo cierto es
que Pedro Pou no deja de sorprender a sus colaboradores. En uno
de sus ataques de ira por los problemas judiciales que tiene por
la caídas de los bancos Mayo y Patricios, causa en la cual
la Cámara Federal tiene que definir en las próximas
semanas si mantiene su procesamiento dictado por el juez Gabriel
Cavallo, el presidente del Banco Central se despachó con
una defensa de su accionar que dejó con la boca abierta a
sus interlocutores. Soy una víctima de una lucha ancestral
y milenaria entre sefardíes y ashkenazim. Nadie se
atrevió a contrariarlo y evitaron preguntarle el sentido
de ese insólito alegato. Vale entonces algunos datos informativos
de interés general. Ashkenazim son los judíos o descendientes
de judíos de Europa central u oriental, a quienes se los
denomina genéricamente rusos; sefardíes
son los judíos de la cuenca del Mediterráneo, quienes
son identificados sin precisión turcos. Por lo
que se sabe, salvo que Pou tenga documentos inéditos, como
los que decía tener en una carta que le envió a Saramago
sobre un personaje ficticio de un cuento de Jorge Luis Borges, los
sefardíes y los ashkenazim no tuvieron enfrentamientos entre
ellos. Más bien unos y otros sufrieron varias persecuciones
durante su historia. Recién con la creación del Estado
de Israel, y luego de la inmigración sefardí unos
años después, se produjo en ese país una brecha
social y económica que castigó a estos últimos,
que produce roces entre esas dos comunidades. Para Pou las caídas
de Banco Mayo, conducido por el sefardí Rubén Beraja,
y del Banco Patricios, bajo el mando del ashkenazi Alberto Spolski,
no tienen su origen en fraudes cometidos en esas entidades no detectados
y en algunos casos tolerados por el Banco Central, sino que son
parte de una pelea histórica entre esas dos comunidades del
judaísmo. No parece un argumento muy sólido.
Tampoco los son los que esgrimió en un comunicado de mediados
del mes pasado para defender el proyecto de inmunidad judicial para
los funcionarios del Banco Central. Sostiene que las decisiones
de orden técnico (lo que legalmente se conocen como decisiones
de oportunidad, mérito y conveniencia) no deben
ser sometidas al control judicial, pues puede hacer que por
temor a tales resoluciones el Banco Central adopte medidas
costosas socialmente, precisó. Con ese razonamiento
hasta Víctor Alderete puede escudarse en que las medidas
de orden técnico que dispuso en el Pami para
dar prestaciones urgentes a los jubilados con cuestionados contratos
no deben ser analizadas por la Justicia.
Quienes defienden la iniciativa para dar cobertura judicial al directorio
del Central todavía no pueden explicar por qué esos
funcionarios deben ser privilegiados respecto al resto que trabaja
en la administración pública, quienes también
tienen que adoptar medidas complejas y controvertidas que afectan
a la gente como puede ser el cierre de una entidad financiera. Lo
pide el Banco Mundial para liberar créditos, sostienen
en el Gobierno como principal argumento quienes promueven la iniciativa.
Y el FMI lo respalda, agregan. Incluso Economía
envió emisarios a la Cámara Federal que entiende la
causa Mayo-Patricios presionando por el desprocesamiento de Pou.
Así el gobierno de la Alianza ha quedado atrapado por una
ceguera que no es la común ni la blanca que en forma tan
desgarradora narra Saramago en su novela, sino la que produce la
city, cuyos efectos alcanza a todos menos a sus protagonistas.
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