Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las 12

ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
05 MARZO 2000








CAMPO Y CONCENTRACION


Los dueños de la tierra

Mientras los pequeños productores pasan uno de sus peores momentos, los grandes siguen comprando campos.

Benetton, Cresud, Bunge y Born y Amalia Lacroze de Fortabat, poseen dos millones de hectáreas, una extensión similar a la superficie de Bélgica.

De los casi 80 mil propietarios de campos de la región pampeana los primeros 1250 acaparan el 35 por ciento de la tierra, una superficie de nueve millones de hectáreas.

De las 35 familias tradicionales que concentraban la mayor parte de la tierra a principios de siglo, 30 siguen siendo grandes terratenientes.

Entre los más conocidos están los Anchorena, que son dueños de 40 mil hectáreas y los Gómez Alzaga con 60 mil.

Por Roberto Navarro

Cada vez son menos los dueños de la tierra, al tiempo que la mayoría de los pequeños y medianos productores están sumergidos en una profunda crisis. Durante la última década el campo registró un fuerte éxodo de pequeños productores, que vendieron sus tierras a grupos empresarios nacionales y extranjeros. Entre los primeros cuatro terratenientes del país, Benetton, Cresud, Bunge y Born y Amalia Lacroze de Fortabat, poseen dos millones de hectáreas, una extensión similar a la superficie de Bélgica. Varios de los empresarios que vendieron sus compañías a extranjeros derivaron parte de lo recaudado en comprar campos, entre los que se destacan Eduardo Eurnekian (se desprendió de Cablevisión) y Alberto Guil (vendió supermercados Norte). El modelo económico que rigió desde 1991 favoreció a los grandes productores en detrimento de los más pequeños. Las privatizaciones, la desregulación y la apertura potenciaron las ventajas de las producciones a gran escala, beneficiando a los grupos agropecuarios más importantes. El resultado: una cada vez más marcada concentración del negocio agropecuario y de la propiedad de la tierra.
De los casi 80 mil propietarios de campos de la región pampeana –la zona más fértil y más cara del país– los primeros 1250 acaparan el 35 por ciento de la tierra, una superficie de nueve millones de hectáreas. Cash tuvo acceso a un estudio realizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), que da cuenta del aumento de la concentración de la propiedad de la tierra en la provincia de Buenos Aires entre 1989 y 1996. Los 50 propietarios más importantes ya cuentan con 2,4 millones de hectáreas, un 15 por ciento más que a finales de los 80. Eduardo Basualdo, uno de los autores del informe, aseguró a Cash que “si bien no hay datos exactos sobre lo sucedido en los últimos tres años, todo indica que el proceso se profundizó”.
El mayor propietario de tierras del país es el empresario italiano Luciano Benetton, que posee 900.000 hectáreas en la Patagonia. Más de 270.000 ovejas, que producen un millón de kilos anuales de lana para su industria textil, ocupan la mayor parte del campo. También tiene 9000 cabezas de ganado y 1000 caballos. Si la clasificación se realiza por el valor de la tierra, la grilla también la encabeza una empresa de capitales extranjeros. La multinacional Cresud, cuyo principal accionista es el financista George Soros y sus socios argentinos, posee 468.000 hectáreas. Sólo las 115.000 de la región pampeana valen más de 600 millones de pesos. La compañía produce trigo, maíz y soja y cuenta con 135.000 cabezas de ganado.
Entre los terratenientes de capital nacional, el más grande es el grupo Bunge y Born. El holding es dueño de 110 mil hectáreas en la provincia de Buenos Aires, por un valor superior a los 550 millones de pesos, y posee otras 150 mil hectáreas más entre sus campos de Salta, Corrientes, Chaco, Córdoba y Santa Fe.
Amalia Lacroze de Fortabat tiene 140 mil hectáreas en Buenos Aires, que valen 720 millones de pesos, y 80 mil hectáreas más en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. Su principal actividad es la explotación ganadera de cría, invernada y tambo, para la que cuenta con 160.000 cabezas de ganado.
El grupo Pérez Companc es propietario de 155.000 hectáreas entre Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Salta y Santa Fe. Y posee 64.000 cabezas de ganado.
De las 35 familias tradicionales que concentraban la mayor parte de la tierra a principios de siglo, 30 siguen siendo grandes terratenientes. Entre los más conocidos están los Anchorena, que son dueños de 40 mil hectáreas y los Gómez Alzaga con 60 mil. La familia Bemberg (propietaria de Cervecería Quilmes), que diversificó sus negocios en distintos rubros, también siguió comprando tierras y hoy cuenta con 60 mil hectáreas en Buenos Aires, 73 mil en Neuquén y 10 mil en Misiones. Mientras los pequeños productores pasan uno de sus peores momentos, los grandes siguen comprando campos. La clave está en los costos de cada uno. Según Basualdo, “con la privatización de YPF, pese al fuerte aumento del gasoil en los últimos meses, ya no cuesta lo mismo para todos; los grandes compran enormes volúmenes, que negocian anualmente, consiguiendo hasta un 25 por ciento de descuento y mayores plazos de pago”. Lo mismo ocurre con los ferrocarriles, que pactan cupos en toneladas a menores precios. La apertura económica también colaboró para ampliar la brecha entre los más fuertes y los más débiles: “Los modernos insumos, la mayoría importados, cuestan mucho más barato comprándolos en cantidad”, señaló Basualdo.
El economista Osvaldo Barsky explicó a este suplemento que también la desregulación jugó a favor de los más grandes: “Hasta 1991, la Junta Nacional de Granos regulaba los precios, evitando las agudas crisis que se generan cada vez que los ciclos de precios tocan su punto más bajo. Cuando el ex ministro de Economía Domingo Cavallo eliminó el ente estatal, jugó a favor de los grandes grupos, que nunca pierden plata porque han bajado los costos, y que ante la caída de los más chicos consiguen campos más baratos”.
Horacio Madero Lanusse, director de la inmobiliaria Malabe Negocios Rurales, señaló a Cash que casi todas las operaciones realizadas durante 1999 fueron ventas de pequeños productores, ahogados financieramente, que se desprendieron de sus campos para pagar deudas. “Esperan hasta último momento para vender, porque no es fácil abandonar la tierra en la que uno nació y trabajó”, explicó Lanusse. “En estas condiciones, los grandes grupos compran hasta un 30 por ciento por debajo del valor real”, precisó. Según un estudio realizado por la consultora Mora y Araujo, la cantidad de explotaciones agropecuarias en la región pampeana se redujo en un 31 por ciento en los últimos cinco años. El presidente de Confederaciones Rurales Argentinas, Juan Bautista Corea, aseguró a este suplemento que “en la Patagonia hay 600 campos desocupados por campesinos que ya no pueden producir. En estas condiciones, la tierra va a quedar en manos de unos pocos”, concluyó.
La mayoría de los especialistas acuerda en que los precios de los granos ya no volverán a los valores record de hace un par de años. El shock tecnológico de los últimos años cambió la manera de producir, disminuyendo los costos. Pero esa tecnología no está al alcance de todos y los nuevos métodos de producción están diseñados para economías de escala.
La concentración de la tierra tiene un significado distinto que la del resto de los sectores económicos. Así lo entienden la Unión Europea y Estados Unidos, que subsidian a sus productores agropecuarios para que se queden a vivir en el campo. Igual que Australia, Canadá y Nueva Zelanda, que no tienen una capacidad financiera tan importante para dar voluminosos subsidios, pero que intervienen en el mercado para equilibrar las asimetrías que se producen entre los grandes y pequeños productores. En Argentina, en cambio, la decisión del Estado de desentenderse del tema dejó en desamparo a los productores más chicos acelerando el proceso de concentración de la tierra en cada vez menos manos.


Osvaldo Barsky investigador sobre economía agraria

“El Estado tiene que intervenir”

¿La concentración de la tierra es un fenómeno irreversible?
–No lo creo. Ha habido períodos de alta concentración y luego esa situación cambió. Los herederos de muchas de las familias terratenientes de principios de siglo prefirieron dedicarse a otra cosa y vendieron sus tierras. El actual proceso de concentración comenzó a finales de los 60 y se profundizó en el último lustro. Pero no veo por qué tenga que acentuarse.
¿La actual política económica es funcional a una mayor concentración?
–En las actuales condiciones el negocio del campo seguirá concentrándose a paso rápido. Lo que digo es que eso no significa que pase lo mismo con la propiedad de la tierra. No creo que los grandes grupos que están ingresando al negocio tengan la intención de seguir comprando tierras. Lo más lógico es que trabajen con una parte propia y el resto la arrienden.
¿Por qué?
–El carácter del desarrollo tecnológico de los últimos años se basó en fuertes inversiones en maquinarias, semillas mejoradas, agroquímicos y riego. El valor de la tierra perdió peso específico dentro del negocio. No es necesario ser propietario de todo el campo para tener una buena rentabilidad. Y si no es necesario, para qué invertir tanto en él. Por otro lado, los pequeños y medianos productores prefieren dar en alquiler una parte de sus campos para financiar su explotación.
¿Esa sería una situación ideal?
–El Estado tiene que intervenir. Con un ente estatal o mixto que equilibre los ciclos de precios, los pequeños productores no tienen por qué desaparecer. Aun con una diferencia de costos, tienen lugar en el mercado. Esta situación de libertad absoluta del mercado difícilmente se vuelva a repetir. Este es un buen momento para convencer a los productores de que les conviene operar en un mercado con un mayor grado de regulación.


Horacio Madero Lanusse de Malabe Negocios Rurales

“Venden los ahogados”

“Se está volviendo a una concentración de la tierra similar a la de principios de siglo. Ya es una tendencia definitiva. En las condiciones actuales es imposible producir sin una economía de escala. Los grandes, si hay oportunidades, siguen comprando campos, porque ellos, aun con precios deprimidos, ganan. Las pocas operaciones que hicimos este año fueron de productores ahogados financieramente que venden para pagar sus deudas. Como no es un buen momento para vender y están apretados por los bancos, se hacen operaciones hasta un 30 por ciento por debajo de los precios reales. Se resisten a desprenderse de la tierra hasta último momento y es peor. En Pergamino y Chacabuco los campos valen entre 5500 y 6000 pesos la hectárea. Pero se han hecho ventas a 4200.”


Eduardo Basualdo economista de Flacso

“Los productores son cada vez más débiles”

¿Al hacer el estudio se encontraron con una concentración mayor que la que esperaban?
–Sí, porque esta vez hicimos un análisis tomando en cuenta las unidades territoriales, aun cuando figuren a nombre de distintas sociedades. Los grandes grupos, en los últimos años, comenzaron a dividir la tierra en varias partes, principalmente por razones impositivas. La familia Werthein, por ejemplo, tiene sus campos a nombre de 40 sociedades distintas. Haciendo este trabajo salió a la luz que la concentración en la década se profundizó fuertemente.
¿Qué generó esta concentración?
–En todo mercado la libertad total lleva a la concentración. Si no manda el Estado, manda el más fuerte. Pero en el campo es peor. Los ciclos de precios son muy pronunciados. Si no se los arbitra, en cada baja de precios los productores más débiles se endeudan más. En dos o tres ciclos caen y sus campos pasan a manos de los grandes grupos.
¿La actual crisis, entonces, es sólo de pequeños productores?
–En el campo es muy difícil saber cuánto ganan porque se evade muchísimo. Es el sector que menos impuestos paga. Pero pienso que, aun con estos precios, los grandes productores algo ganan. Hasta hace un año los fondos de inversión alquilaban campos, pagaban un 15 por ciento de beneficio a los inversores y ganaban plata. Los costos bajaron hasta un 50 por ciento en lo que va de la década.
El informe llega hasta 1996. ¿Qué piensa que pasó en los últimos tres años?
–Hasta 1996 el buen precio de los granos mantenía altos los precios de los campos. Ese respaldo patrimonial salvó a muchos que pudieron refinanciar sus deudas. En los últimos tres años esas garantías perdieron valor. Además, cada nuevo ciclo de precios bajos es otra vuelta de tuerca sobre la situación de los pequeños productores. Sin duda, la tendencia hacia una mayor concentración se mantuvo. Pero podría ser peor. Si se privatiza el Banco Nación, no habrá quién salve a los que vienen arrastrando deudas.