Los
dueños de la tierra
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Mientras
los pequeños productores pasan uno de sus peores
momentos, los grandes siguen comprando campos.
Benetton,
Cresud, Bunge y Born y Amalia Lacroze de Fortabat, poseen
dos millones de hectáreas, una extensión similar
a la superficie de Bélgica.
De los casi 80 mil propietarios de campos de la región
pampeana los primeros 1250 acaparan el 35 por ciento de
la tierra, una superficie de nueve millones de hectáreas.
De
las 35 familias tradicionales que concentraban la mayor
parte de la tierra a principios de siglo, 30 siguen siendo
grandes terratenientes.
Entre
los más conocidos están los Anchorena, que
son dueños de 40 mil hectáreas y los Gómez
Alzaga con 60 mil.
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Por
Roberto Navarro
Cada
vez son menos los dueños de la tierra, al tiempo que la
mayoría de los pequeños y medianos productores están
sumergidos en una profunda crisis. Durante la última década
el campo registró un fuerte éxodo de pequeños
productores, que vendieron sus tierras a grupos empresarios nacionales
y extranjeros. Entre los primeros cuatro terratenientes del país,
Benetton, Cresud, Bunge y Born y Amalia Lacroze de Fortabat, poseen
dos millones de hectáreas, una extensión similar
a la superficie de Bélgica. Varios de los empresarios que
vendieron sus compañías a extranjeros derivaron
parte de lo recaudado en comprar campos, entre los que se destacan
Eduardo Eurnekian (se desprendió de Cablevisión)
y Alberto Guil (vendió supermercados Norte). El modelo
económico que rigió desde 1991 favoreció
a los grandes productores en detrimento de los más pequeños.
Las privatizaciones, la desregulación y la apertura potenciaron
las ventajas de las producciones a gran escala, beneficiando a
los grupos agropecuarios más importantes. El resultado:
una cada vez más marcada concentración del negocio
agropecuario y de la propiedad de la tierra.
De
los casi 80 mil propietarios de campos de la región pampeana
la zona más fértil y más cara del país
los primeros 1250 acaparan el 35 por ciento de la tierra, una
superficie de nueve millones de hectáreas. Cash tuvo acceso
a un estudio realizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (Flacso), que da cuenta del aumento de la concentración
de la propiedad de la tierra en la provincia de Buenos Aires entre
1989 y 1996. Los 50 propietarios más importantes ya cuentan
con 2,4 millones de hectáreas, un 15 por ciento más
que a finales de los 80. Eduardo Basualdo, uno de los autores
del informe, aseguró a Cash que si bien no hay datos
exactos sobre lo sucedido en los últimos tres años,
todo indica que el proceso se profundizó.
El mayor propietario de tierras del país es el empresario
italiano Luciano Benetton, que posee 900.000 hectáreas
en la Patagonia. Más de 270.000 ovejas,
que producen un millón de kilos anuales de lana para su
industria textil, ocupan la mayor parte del campo. También
tiene 9000 cabezas de ganado y 1000 caballos. Si la clasificación
se realiza por el valor de la tierra, la grilla también
la encabeza una empresa de capitales extranjeros. La multinacional
Cresud, cuyo principal accionista es el financista George Soros
y sus socios argentinos, posee 468.000 hectáreas. Sólo
las 115.000 de la región pampeana valen más de 600
millones de pesos. La compañía produce trigo, maíz
y soja y cuenta con 135.000 cabezas de ganado.
Entre los terratenientes de capital nacional, el más grande
es el grupo Bunge y Born. El holding es dueño de 110 mil
hectáreas en la provincia de Buenos Aires, por un valor
superior a los 550 millones de pesos, y posee otras 150 mil hectáreas
más entre sus campos de Salta, Corrientes, Chaco, Córdoba
y Santa Fe.
Amalia
Lacroze de Fortabat tiene 140 mil hectáreas en Buenos Aires,
que valen 720 millones de pesos, y 80 mil hectáreas más
en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. Su principal
actividad es la explotación ganadera de cría, invernada
y tambo, para la que cuenta con 160.000 cabezas de ganado.
El grupo Pérez Companc es propietario de 155.000 hectáreas
entre Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Salta y Santa
Fe. Y posee 64.000 cabezas de ganado.
De las 35 familias tradicionales que concentraban la mayor parte
de la tierra a principios de siglo, 30 siguen siendo grandes terratenientes.
Entre los más conocidos están los Anchorena, que
son dueños de 40 mil hectáreas y los Gómez
Alzaga con 60 mil. La familia Bemberg (propietaria de Cervecería
Quilmes), que diversificó sus negocios en distintos rubros,
también siguió comprando tierras y hoy cuenta con
60 mil hectáreas en Buenos Aires, 73 mil en Neuquén
y 10 mil en Misiones. Mientras los pequeños productores
pasan uno de sus peores momentos, los grandes siguen comprando
campos. La clave está en los costos de cada uno. Según
Basualdo, con la privatización de YPF, pese al fuerte
aumento del gasoil en los últimos meses,
ya no cuesta lo mismo para todos; los grandes compran enormes
volúmenes, que negocian anualmente, consiguiendo hasta
un 25 por ciento de descuento y mayores plazos de pago.
Lo mismo ocurre con los ferrocarriles, que pactan cupos en toneladas
a menores precios. La apertura económica también
colaboró para ampliar la brecha entre los más fuertes
y los más débiles: Los modernos insumos, la
mayoría importados, cuestan mucho más barato comprándolos
en cantidad, señaló Basualdo.
El economista Osvaldo Barsky explicó a este suplemento
que también la desregulación jugó a favor
de los más grandes: Hasta 1991, la Junta Nacional
de Granos regulaba los precios, evitando las agudas crisis que
se generan cada vez que los ciclos de precios tocan su punto más
bajo. Cuando el ex ministro de Economía Domingo Cavallo
eliminó el ente estatal, jugó a favor de los grandes
grupos, que nunca pierden plata porque han bajado los costos,
y que ante la caída de los más chicos consiguen
campos más baratos.
Horacio
Madero Lanusse, director de la inmobiliaria Malabe Negocios Rurales,
señaló a Cash que casi todas las operaciones realizadas
durante 1999 fueron ventas de pequeños productores, ahogados
financieramente, que se desprendieron de sus campos para pagar
deudas. Esperan hasta último momento para vender,
porque no es fácil abandonar la tierra en la que uno nació
y trabajó, explicó Lanusse. En estas
condiciones, los grandes grupos compran hasta un 30 por ciento
por debajo del valor real, precisó. Según
un estudio realizado por la consultora Mora y Araujo, la cantidad
de explotaciones agropecuarias en la región pampeana se
redujo en un 31 por ciento en los últimos cinco años.
El presidente de Confederaciones Rurales Argentinas, Juan Bautista
Corea, aseguró a este suplemento que en la Patagonia
hay 600 campos desocupados por campesinos que ya no pueden producir.
En estas condiciones, la tierra va a quedar en manos de unos pocos,
concluyó.
La
mayoría de los especialistas acuerda en que los precios
de los granos ya no volverán a los valores record de hace
un par de años. El shock tecnológico de los últimos
años cambió la manera de producir, disminuyendo
los costos. Pero esa tecnología no está al alcance
de todos y los nuevos métodos de producción están
diseñados para economías de escala.
La concentración de la tierra tiene un significado distinto
que la del resto de los sectores económicos. Así
lo entienden la Unión Europea y Estados Unidos, que subsidian
a sus productores agropecuarios para que se queden a vivir en
el campo. Igual que Australia, Canadá y Nueva Zelanda,
que no tienen una capacidad financiera tan importante para dar
voluminosos subsidios, pero que intervienen en el mercado para
equilibrar las asimetrías que se producen entre los grandes
y pequeños productores. En Argentina, en cambio, la decisión
del Estado de desentenderse del tema dejó en desamparo
a los productores más chicos acelerando el proceso de concentración
de la tierra en cada vez menos manos.
Osvaldo
Barsky investigador sobre economía agraria
El
Estado tiene que intervenir
¿La
concentración de la tierra es un fenómeno irreversible?
No lo creo. Ha habido períodos de alta concentración
y luego esa situación cambió. Los herederos de muchas
de las familias terratenientes de principios de siglo prefirieron
dedicarse a otra cosa y vendieron sus tierras. El actual proceso
de concentración comenzó a finales de los 60 y se
profundizó en el último lustro. Pero no veo por
qué tenga que acentuarse.
¿La actual política económica es funcional
a una mayor concentración?
En las actuales condiciones el negocio del campo seguirá
concentrándose a paso rápido. Lo que digo es que
eso no significa que pase lo mismo con la propiedad de la tierra.
No creo que los grandes grupos que están ingresando al
negocio tengan la intención de seguir comprando tierras.
Lo más lógico es que trabajen con una parte propia
y el resto la arrienden.
¿Por qué?
El carácter del desarrollo tecnológico de
los últimos años se basó en fuertes inversiones
en maquinarias, semillas mejoradas, agroquímicos y riego.
El valor de la tierra perdió peso específico dentro
del negocio. No es necesario ser propietario de todo el campo
para tener una buena rentabilidad. Y si no es necesario, para
qué invertir tanto en él. Por otro lado, los pequeños
y medianos productores prefieren dar en alquiler una parte de
sus campos para financiar su explotación.
¿Esa sería una situación ideal?
El Estado tiene que intervenir. Con un ente estatal o mixto
que equilibre los ciclos de precios, los pequeños productores
no tienen por qué desaparecer. Aun con una diferencia de
costos, tienen lugar en el mercado. Esta situación de libertad
absoluta del mercado difícilmente se vuelva a repetir.
Este es un buen momento para convencer a los productores de que
les conviene operar en un mercado con un mayor grado de regulación.
Horacio
Madero Lanusse de Malabe Negocios Rurales
Venden
los ahogados
Se
está volviendo a una concentración de la tierra
similar a la de principios de siglo. Ya es una tendencia definitiva.
En las condiciones actuales es imposible producir sin una economía
de escala. Los grandes, si hay oportunidades, siguen comprando
campos, porque ellos, aun con precios deprimidos, ganan. Las pocas
operaciones que hicimos este año fueron de productores
ahogados financieramente que venden para pagar sus deudas. Como
no es un buen momento para vender y están apretados por
los bancos, se hacen operaciones hasta un 30 por ciento por debajo
de los precios reales. Se resisten a desprenderse de la tierra
hasta último momento y es peor. En Pergamino y Chacabuco
los campos valen entre 5500 y 6000 pesos la hectárea. Pero
se han hecho ventas a 4200.
Eduardo
Basualdo economista de Flacso
Los
productores son cada vez más débiles
¿Al
hacer el estudio se encontraron con una concentración mayor
que la que esperaban?
Sí, porque esta vez hicimos un análisis tomando
en cuenta las unidades territoriales, aun cuando figuren a nombre
de distintas sociedades. Los grandes grupos, en los últimos
años, comenzaron a dividir la tierra en varias partes,
principalmente por razones impositivas. La familia Werthein, por
ejemplo, tiene sus campos a nombre de 40 sociedades distintas.
Haciendo este trabajo salió a la luz que la concentración
en la década se profundizó fuertemente.
¿Qué generó esta concentración?
En todo mercado la libertad total lleva a la concentración.
Si no manda el Estado, manda el más fuerte. Pero en el
campo es peor. Los ciclos de precios son muy pronunciados. Si
no se los arbitra, en cada baja de precios los productores más
débiles se endeudan más. En dos o tres ciclos caen
y sus campos pasan a manos de los grandes grupos.
¿La actual crisis, entonces, es sólo de pequeños
productores?
En el campo es muy difícil saber cuánto ganan
porque se evade muchísimo. Es el sector que menos impuestos
paga. Pero pienso que, aun con estos precios, los grandes productores
algo ganan. Hasta hace un año los fondos de inversión
alquilaban campos, pagaban un 15 por ciento de beneficio a los
inversores y ganaban plata. Los costos bajaron hasta un 50 por
ciento en lo que va de la década.
El informe llega hasta 1996. ¿Qué piensa que pasó
en los últimos tres años?
Hasta 1996 el buen precio de los granos mantenía
altos los precios de los campos. Ese respaldo patrimonial salvó
a muchos que pudieron refinanciar sus deudas. En los últimos
tres años esas garantías perdieron valor. Además,
cada nuevo ciclo de precios bajos es otra vuelta de tuerca sobre
la situación de los pequeños productores. Sin duda,
la tendencia hacia una mayor concentración se mantuvo.
Pero podría ser peor. Si se privatiza el Banco Nación,
no habrá quién salve a los que vienen arrastrando
deudas.