Bienaventurados
sean los pobres
Dos definiciones
de Myrna Alexander, representante del Banco Mundial en la Argentina:
1. Para mí la Argentina no tiene ventajas comparativas
para fabricar autos. Por ejemplo, la leche y los productos lácteos,
en cambio, sí se pueden vender en Brasil con mucho éxito
(Suplemento económico de Clarín, 5 de marzo de 2000).
2. Ninguna obra social con menos de 50 mil afiliados puede
ser viable (Buenos Aires Económico, 7 de marzo de 2000).
No resultan intrascendentes esas declaraciones si se tiene en cuenta
que tarde o temprano los gobiernos de turno, que inicialmente rechazan
posiciones extremas del Banco Mundial, terminan implementando las
políticas necesarias para concluir en las premisas planteadas
por ese organismo financiero internacional. Este tiene a favor que
muchos funcionarios que ocupan transitoriamente un cargo político
antes recibían ingresos del BM por consultorías o
como parte de proyectos de investigación. Lo cierto es que
un grupo de especialistas residentes en Washington opinan, elaboran
estudios y proponen políticas para todo y cualquier área
sin ningún pudor. ¿Qué saben del sistema de
salud en Argentina? ¿Con qué parámetros de
equidad, distribución de ingresos e integración productiva
definen que un país tiene que tener una industria u otra?
Con esa soberbia de ser dueños de la billetera, se involucran
en temas tan diferentes que van desde el delito y sus consecuencias
económicas, pasando por la necesidad de inmunidad judicial
para los directores del Banco Central, las relaciones de género
hasta cuál tiene que ser la cota máxima de Yacyretá.
Y, por si eso fuera poco, ahora quieren encabezar la cruzada progresista
contra la pobreza, proponiendo y orientando estrategias para atender
la crítica situación social de los excluidos.
Puede ser que el espíritu de arrepentimiento del Papa por
pecados cometidos por la Iglesia Católica haya influido en
el Banco Mundial. Pero James Wolfensohn, presidente del BM, no está
para esas cosas. Descubrió en estos días, gracias
a un documento preparado por sus esmerados técnicos, titulado
Voces de los pobres, que las personas pobres sufren
hambre con frecuencia, les falta energía y son dependientes
de otros.
Desde mediados de la década del 80, las políticas
de ajuste estructural en línea con el denominado Consenso
de Washington de apertura, desregulación, flexibilización
laboral y privatización eran las propuestas del BM para alcanzar
el bienestar general. Sugerencias que venían atadas a un
paquete de ayuda financiera tan necesario para un país endeudado
como el agua para un sediento. Por ahora no hubo un acto de contricción.
Todo lo contrario. Para el Banco Mundial las consecuencias de ese
modelo, de desestructuración del aparato productivo, con
el consiguiente aumento de la desocupación y, por lo tanto,
de expulsión de un amplio sector de la población a
la marginación y pobreza, se deben a que en Argentina el
mercado de trabajo no es todavía ¡más flexible!
y a deficiencias en la educación. Método sencillo
y eficaz de expiar culpas, liberarse del purgatorio y ganarse el
reino de los cielos.
El Banco está tratando de mostrar una cara sensible a los
problemas sociales de los países a los que asiste financieramente.
Entonces, no se inhibe de organizar una jornada de debate de sus
políticas con las Organizaciones No Gubernamentales, como
la realizada el lunes pasado. No es cuestión de observar
las buenas intenciones de unos y otros. Aunque en unos son más
que en otros. Pero vale la pena recordar que hasta mediados de los
70 la pobreza era una situación valga la palabra
marginal en la sociedad argentina. El desmantelamiento del Estado
y el proceso de deterioro de las condiciones del mercado laboral
destruyeron el modelo integrador de la sociedad argentina. ¿El
Banco Mundial no tuvo nada que ver?
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