Por
Roberto Navarro
Las
diferencias insalvables que separan a los dos sectores enfrentados
de la CGT se diluyen cuando se comparan los convenios colectivos
que convalidaron los gremios que responden a Rodolfo Daer y a
Hugo Moyano. En los últimos cinco años, dirigentes
de uno y otro lado firmaron 941 convenios colectivos con cláusulas
de flexibilidad laboral, algunas de las cuales cercenan los más
elementales derechos de los trabajadores. La mayoría contiene
aumentos en la cantidad de horas de trabajo que superan los máximos
legales y períodos de prueba de hasta seis meses. Otros
permiten acotar los tiempos mínimos de descanso entre jornada.
Y hasta hay convenios que habilitan a las empresas a exigir más
horas de trabajo diarias sin pagar extras. El 80 por ciento de
esos acuerdos fueron negociados por empresa, la modalidad que
el titular de la cartera de Trabajo, Alberto Flamarique, defiende
como uno de los puntos inmodificable de la reforma laboral. Hasta
ahora, la experiencia de sentar a negociar a los trabajadores
con los empresarios precipitó una precarización
de las condiciones laborales. Según datos del Ministerio
de Trabajo, de los 8,5 millones de asalariados no jerárquicos,
3,5 millones están en negro. O sea, flexibilizados de hecho.
Y de los 5 millones restantes, la mitad ya está flexibilizado
por los convenios firmados en el último lustro. La reforma
que propone el Gobierno formaliza esa situación y alienta
una aceleración de la flexibilización del resto
del mercado laboral.
La empresa Metrovías, licenciataria de los subterráneos
de la ciudad de Buenos Aires, acordó con la UTA, comandada
por Juan Manuel Palacios, el hombre más cercano al secretario
general rebelde de la CGT y camionero, Hugo Moyano, que, en
caso de necesidad, la compañía tiene el derecho
de exigir a sus trabajadores que corten el descanso mínimo
de 12 horas que debe existir entre jornadas y se reincorporen
a sus tareas. El acuerdo incluye a los maquinistas, que conducen
subtes con más de 200 personas a bordo. Otra privatizada,
Edenor, consiguió que Oscar Lescano, titular de Luz y Fuerza,
uno de los gremios fuertes que apuntalan a Rodolfo Daer, rubrique
un convenio que habilita a la empresa a requerir a sus empleados
que, en caso de necesidad, trabajen más de
las ocho horas acordadas sin que esto represente compensación
económica alguna. En pocas palabras, Lescano firmó
que las horas extra son gratis.
La reforma propuesta por el Ejecutivo le otorgará a la
negociación por empresa la jerarquía legal que los
empresarios reclamaban. En la actualidad, en caso de disidencias
entre los convenios por actividad y los acordados con cada compañía,
prevalecen los más favorables para los trabajadores. La
reforma laboral ya aprobada por Diputados, en cambio, establece
que siempre debe regir el convenio de ámbito menor, o sea
el que firma cada empresa con sus empleados. A la vez, la reforma
incluye el fin de la ultraactividad, que aseguraba que, de no
haber acuerdo en las negociaciones, se mantendría el convenio
anterior. Ahora los desacuerdos se resolverán con un arbitraje
obligatorio. Se espera, entonces, que todas las empresas comiencen
a negociar nuevas condiciones laborales con sus trabajadores,
que las emparejen con las que ya firmaron convenios en estos años.
Las expectativas para los empleados aún no flexibilizados
no son las mejores. De los 722 convenios firmados en el último
lustro, 474 incrementaron el tiempo efectivo de trabajo, que es
lo mismo que decir que disminuyeron el salario por hora. En 365
convenios se permite a las empresas sumar a sus empleados tareas
distintas de las habituales, que no quedan especificadas en los
acuerdos. El período de prueba de seis meses, tan discutido
por los popes gremiales en los debates televisivos, figura en
319 convenios. Ya más de un millón de personas está
trabajando a prueba. Horacio Shick, presidente de la Asociación
de Abogados Laboralistas, señaló a Cash que proponer
un período de prueba tan extenso es volver a instaurar,
en forma camuflada, los contratos por tiempo determinado, comúnmente
llamados contratos basura.
Más de 300 convenios resignaron el derecho de los trabajadores
a tomarse las vacaciones en el período estival, que concuerda
con el receso escolar de sus hijos. También se habilitó
la posibilidad de abonar el aguinaldo en cuatro o cinco cuotas.
Estas prerrogativas, que fueron impulsadas por la Ley de Negociación
Colectiva para Pymes, son utilizadas por las grandes compañías,
que tercerizan gran parte de las tareas en pequeñas empresas,
que en muchos casos pertenecen al mismo grupo. También
la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses)
firmó un convenio con el gremio oficialista UPCN y con
la opositora ATE, que prevé que cada dos años los
trabajadores tomen sus vacaciones entre abril y octubre.
Uno de los argumentos que esgrimen los gremios para oponerse a
la reforma es que la norma profundizará la concentración
económica, porque las empresas más grandes negociarán
mejor que las pymes. El ministro de Trabajo respondió que
lo que el Gobierno hace es darles a las pymes la posibilidad de
negociar que los sindicalistas ya les dieron a las grandes empresas.
Entre las compañías que acordaron los convenios
con cláusulas de mayor flexibilidad se destacan todas las
privatizadas, las automotrices, los bancos, las petroleras y las
alimenticias.
Algunos convenios firmados en los últimos años vulneran
los derechos más elementales de los trabajadores. Por ejemplo,
José Rodríguez, de Smata, el número dos de
la nueva CGT de Moyano, definió acuerdos con las automotrices
que convalidaron una fuerte disminución en los ingresos
de los trabajadores. Los convenios permiten que las jornadas de
trabajo se calculen sobre promedios anuales y no diarios o semanales.
Así, el trabajador perdió el derecho a tener un
horario fijo y, lo que es peor, a cobrar horas extra, ya que los
convenios acordaron topes anuales de 2400 horas, 250 más
que las que prevé la ley.
Luis Hlebowicz, del Sindicato de Pasteleros, que apoya a Daer,
firmó con Freddo un convenio que permite a las heladerías
del grupo Exxel disponer los horarios a su arbitrio: si un día
hay poca venta, mandan a los empleados de vuelta a su casa a las
dos horas de ingresados; en las largas jornadas del verano, cuando
los helados se venden mucho más, los empleados trabajan
doble y recuperan las horas perdidas. Estos convenios fueron homologados
por los ministros de Trabajo del gobierno anterior, sin objeción
alguna.
Todos estos acuerdos, más allá de la escasa vocación
de lucha demostrada por algunos sindicalistas, se dieron en un
marco de extrema debilidad de parte de los trabajadores. Con un
índice de desocupación oscilando entre el 13 y el
18 por ciento, la prioridad es conseguir trabajo o mantener el
que se tiene. En estas condiciones, la capacidad de negociación
se reciente. Ahora, la nueva reforma laboral va a formalizar los
acuerdos alcanzados en ese desequilibrio de fuerzas. Y va a impulsar,
con el fin de la ultraactividad, nuevas rondas de negociaciones
en ese mismo contexto, que flexibilizarán al escaso 30
por ciento de los asalariados que aún trabaja bajo la protección
de los derechos conseguidos en épocas pasadas.
La
reforma laboral del Gobierno
Los
convenios firmados en un ámbito menor prevalecen sobre
los superiores.
Hasta ahora siempre tenía prioridad el convenio que fuera
más favorable para el trabajador. Con la reforma, los acuerdos
alcanzados entre una empresa y sus trabajadores prevalecerán
sobre el resto.
Fin
de la ultraactividad.
Este artículo de la ley vigente prevé que mientras
no se firme un nuevo convenio rige el anterior. La propuesta del
Gobierno es que, si en dos años de negociaciones no se
llega a un acuerdo, cae el convenio anterior y las partes se someten
a un arbitraje obligatorio para aprobar el nuevo convenio.
Simplificación
del trámite de registro de los empleados.
En la actualidad, para inscribir a un nuevo trabajador, el empleador
debe hacer gestiones ante siete instituciones distintas. La reforma
simplifica todo en un solo trámite.
Ampliación
del período de prueba.
Se extiende, de un mes que rige hasta ahora, a tres meses con
opción a seis para las empresas de más de 40 empleados
y seis meses con opción a un año para las empresas
más chicas.
¡Qué
lindos convenios!
474
convenios modificaron el tiempo efectivo de trabajo.
Muchos comprenden directamente un aumento en la extensión
de las jornadas. Otros calculan los tiempos de trabajo sobre promedios
anuales, lo que les permite manejar los horarios y así
evitar el pago de horas extras. También se reducen los
tiempos muertos de entrada y salida y los tiempos de descanso.
Casos: Correo Argentino, Banco Hipotecario, General Motors.
365
convenios contienen cláusulas de movilidad funcional.
Las empresas pueden requerir que los empleados desempeñen
otras tareas además de las habituales. Casos: Edenor, Gas
Natural y Edesur.
319
convenios habilitaron a tomar personal con períodos de
prueba de hasta seis meses.
Algunos prevén una indemnización mínima en
caso de despido sin causa. La mayoría son sin indemnización.
Casos: Telefónica, Aerolíneas Argentinas y Omega
ART.
307
convenios permitieron a las empresas otorgar las vacaciones en
distintos períodos del año.
También permiten fraccionar las vacaciones en dos o más
partes. Casos: Lave Rap, Lubrisan y ANSeS.
292
convenios previeron mecanismos de resolución de
conflictos.
Son distintos tipos de limitaciones en los mecanismos de protesta,
como la huelga, que los empleados aceptan.
287
convenios acordaron la recategorización de los empleados.
Modifican la categoría del personal de acuerdo al criterio
de las empresas, para adecuarse a las nuevas necesidades de promoción
y cobertura de vacantes. Casos: Hidrocarburos Argentinos.
Enrique
Espinola Vera subsecretario de Relaciones Laborales
La
flexibilización forma parte del modelo
¿Por
qué se dará prioridad a los convenios firmados por
empresa por sobre los acordados por actividad, siendo que los
empleados de una sola compañía tienen menos fuerza
que todo un gremio junto?
La historia de estos últimos años dice lo
contrario. Los grandes sindicatos y federaciones no le hicieron
mucha fuerza a las cámaras empresariales. Además,
la reforma que proponemos permite al sindicato apoyar a la comisión
interna de la empresa en la negociación. Lo que ocurre
es que, en caso de disidencias, prevalecerá la opinión
de los empleados de la empresa, representados por la comisión
interna. Y me parece lo más lógico, porque son ellos
los que mejor conocen la realidad de la empresa en la que trabajan.
La mayoría de los convenios firmados en los últimos
años fueron directamente con las empresas y todos flexibilizaron
las condiciones laborales.
La flexibilización de las relaciones laborales forma
parte del modelo económico. En el mundo existen dos tipos
de relaciones laborales distintas en este momento. La europea,
que propone un empleo de calidad, con protección y estable,
pero que mantiene alta la desocupación. Y el modelo americano,
que resigna calidad, pero termina con el flagelo de la desocupación.
En el país rige desde hace varios años el modelo
americano. Nosotros, con esta ley, lo estamos suavizando, porque
al premiar a las empresas cuando efectivizan al trabajador promovemos
el empleo estable.
Pero en el país hace varios años que se flexibilizaron
las relaciones laborales y la desocupación no bajó.
Primero hay que aclarar que la legislación sola no
cambia las cosas. Nosotros promovemos la negociación colectiva
porque esperamos que, en un ámbito de crecimiento económico,
y con un gobierno que cuide las fronteras para que no entren productos
que compitan deslealmente con la producción local, se generarán
muchos puestos de trabajo. En ese momento, con una demanda de
personal más importante y con un Ministerio de Trabajo
que controle a las empresas, los trabajadores podrán sentarse
a negociar en mejores condiciones convenios modernos y justos
para ambas partes.