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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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La enfermedad argentina
En Nueva
Zelanda están muy preocupados. Temen haber contraído
la enfermedad argentina, consistente en seguir jugando
un juego que países más avispados ya abandonaron:
el de continuar basándose en la exportación de commodities
(materias primas e insumos), en lugar de ponerle fichas a la economía
de la información. Hace medio siglo (y se diría
que mucho más atrás aún), los neocelandeses
surtían de productos primarios a Gran Bretaña, ganando
prosperidad gracias a las ovejas y otras mercancías por
el estilo. Llegaron así a tener el tercer ingreso por habitante
del mundo, pero hoy las mismas ovejas y los otros bienes semejantes
los bajaron hasta casi el nivel de Grecia y Portugal, los países
más modestos de la Unión Europea. Si donde dice
ovejas ponemos vacas, tendremos el caso argentino, tan absurdo
que el miércoles último desató euforia la
posibilidad de exportar carne bovina a nuevos mercados gracias
a la eliminación de la aftosa.
Horacio Lynch y Mauricio Devoto, directores del Centro de Investigaciones
en Tecnología de la Información, comentaron en La
Nación de ese mismo día el temor neocelandés,
del que se enteraron leyendo un estudio de ese origen sobre La
economía del conocimiento, cuyo primer capítulo
se denomina Venciendo la enfermedad argentina. Esta
patología consiste en la pérdida de la prosperidad
por parte de una nación, que tras haber figurado entre
las economías más ricas del mundo ha pasado a quedar
amontonada en el subdesarrollo.
Aunque Nueva Zelanda realizó desde los años 80 todas
las reformas estructurales prescriptas, convirtiéndose
en una economía abierta, transparente y desregulada, siguió
rezagándose por insistir en colocar el énfasis en
producciones cuyo valor viene cayendo secularmente. La fórmula
está agotada desde hace décadas. Al país
del kiwi le faltaron, sin duda, las políticas activas
que pregonaba José Luis Machinea hasta hace algún
tiempo, para influir sobre la orientación de los capitales
privados y darle al país una estrategia de desarrollo.
¿Las tendrá la Argentina?
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