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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
04 JUNIO 2000









El informante

Por Maximiliano Montenegro

El informante” es el título de un artículo absolutamente inusual publicado en la revista norteamericana New Republic por Joseph Stiglitz, jefe de asesores económicos de Bill Clinton (entre 1993 y 1997), y vicepresidente del Banco Mundial (entre 1997 y noviembre de 1999). Allí, Stiglitz, un economista de alrededor de 50 años que por sus estudios académicos está en carrera para ganar un Premio Nobel, narra, con crudeza, cómo vivió “desde adentro” los desmanejos de los funcionarios del Fondo Monetario Internacional a la hora de imponer “recetas equivocadas” en los países subdesarrollados. Cash consultó a diez “informantes” –que, como en la reciente película protagonizada por Russell Crowe, prefirieron mantener su identidad bajo reserva– para que contarán lo que vivieron desde adentro y nunca revelaron de las negociaciones entre el FMI y el gobierno argentino (ver aparte). Muchos de los testimonios confirman los dichos del Informante que escandalizó a Washington. Justo desde el jueves está en el país “la misión” que, comandada por la italiana Teresa Ter Minassian, deberá examinar si las cuentas fiscales, después del nuevo ajuste anunciado por José Luis Machinea, cierran en línea con lo pautado por el organismo.
Stiglitz dijo lo siguiente:
n “Al FMI le gusta manejar sus negocios sin que nadie haga demasiadas preguntas. En teoría, el Fondo sostiene instituciones democráticas en los países que asiste. En la práctica, menoscaba las instituciones democráticas imponiendo sus políticas.”
n “Oficialmente, por supuesto, el FMI no `impone’ nada. `Negocia’ las condiciones para recibir la ayuda. Pero todo el poder en las negociaciones está de un solo lado –el FMI– y el Fondo rara vez da espacio suficiente como para construir un consenso o incluso extender la discusión a los Parlamentos y a la sociedad.”
n “Cuando el FMI decide asistir a un país, despacha una “misión” de economistas. A estos economistas frecuentemente les falta experiencia sobre el país en cuestión; y son más propensos a tener información de primera mano de los hoteles cinco estrellas donde se hospedan que de la situación en las ciudades del país.”
n “Trabajan duro, examinando números hasta bien entrada la noche. Pero el objetivo es imposible. En un lapso de días o, como mucho, semanas, deben enfrentar el subdesarrollo con un programa coherente y sensible a las necesidades del país.”
n “Los críticos acusan a la institución de aplicar la misma receta en cualquier país y tienen razón. Es sabido de equipos de país que preparaban sus informes sobre el país que iban a examinar antes de visitarlo. Escuché historias sobre un desafortunado incidente cuando los integrantes de uno de estos equipos copiaron una extensa parte del texto de un Country Report (Informe de país), transfiriéndola entera a otro. Si hubieran salido con la suya, salvo porque la función `búsqueda y reemplazo’ del procesador de texto Word no funcionaba adecuadamente, quedando el nombre del país original en algunas partes del segundo informe.”
n “Los expertos del FMI se creen más brillantes, mejor educados y menos influidos políticamente que los economistas de los países a los que asisten. De hecho, los líderes económicos de aquellos países son bastante buenos –en muchos casos más brillantes y mejor educados que el staff del FMI, que frecuentemente está integrado por economistas de tercera egresados de universidades de primera–. (Créanme: he enseñado en Oxford, MIT, Stanford, Yale y Princenton, y el FMI casi nunca logró reclutar a mis mejores estudiantes.)
n “Los críticos dicen que los `remedios’ del FMI usualmente empeoran las cosas, transformando las caídas del nivel de actividad en recesiones y las recesiones en depresiones. Y tienen un punto allí.”
n En línea con las críticas planteadas por economistas como Paul Krugman, de MIT, y Jeffrey Sachs, de Harvard, Stiglitz explica que desde la crisisde Tailandia en julio de 1997 el FMI impuso a los países del sudeste asiático políticas de ajuste fiscal y suba de las tasas de interés con la idea de “restaurar la confianza de los inversores”. Sin embargo, “el problema no era un gobierno imprudente; el problema era un sector privado imprudente –no sólo los banqueros sino también los prestatarios– que apostó a inflar la burbuja del negocio inmobiliario”.
n Así, según Stiglitz, el ajuste de gastos del Gobierno y la señal de crisis que enviaba el propio FMI exigiendo suba de las tasas de interés terminaron profundizando las quiebras y la recesión.
n “Cuando la crisis se expandió hasta Indonesia, me preocupé aún más”, recuerda Stiglitz. Y dispara contra la ceguera del FMI al evaluar las consecuencias sociales y políticas de sus recetas. Afirma que advirtió que la política de ajuste en ese país podía desembocar en un estallido social. * El “informante” dice que reclamó un cambio de política, como vicepresidente del Banco Mundial –que aportaba créditos a la región–, al economista Stanley Fischer, número dos del Fondo Monetario, quien desde hace años, como hombre de confianza del Tesoro norteamericano, es el poder detrás del trono en el organismo. Pero asegura que “fue imposible cambiar las mentes” en el FMI. Y el estallido social en Indonesia llegó. Para Stiglitz, la catástrofe posterior de Rusia “comparte elementos claves” con el colapso en el sudeste asiático.
n “Superada la guerra fría... la política económica es hoy, tal vez, el mecanismo más importante de interacción entre Estados Unidos y el resto del mundo. Y todavía la cultura de una política económica de alcance internacional en la democracia más poderosa del mundo no es democrática.”
Las revelaciones de “Joe” –como denominan al ex niño mimado de Washington– provocaron un verdadero terremoto, que estremeció a los disciplinados “soldados” que trabajan en las dos grandes moles de oficinas –una correspondiente al Fondo y la otra al Banco Mundial– que se elevan enfrentadas sobre la calle 19. Sin embargo, los descargos quedaron en manos del mediático profesor del MIT, Rudi Dornbusch, un todo terreno a la hora de asumir la defensa de los argumentos pro-establishment. Así, exaltó la capacidad técnica de los economistas del FMI, y caracterizó a Stiglitz como un economista teórico –”que está en la lista corta de candidatos al Nobel”–, pero que “no tiene la más remota idea de cómo funcionan las claves de la estabilización macroeconómica” en la realidad. “Cuando el FMI llega a un país, ése no es momento para ideas lindas. Son necesarias medidas drásticas para frenar la hemorragia, el colapso cambiario y la crisis”, escribió Dornbusch. En tanto, apelando a una metáfora médica –como suelen hacer los defensores de las prescripciones de Washington– remató: “Hoy, ningún ministro de Economía optaría por la Clínica Stiglitz de Medicina Alternativa; están esperando que la ambulancia los lleve rápido al FMI. Y, cuando llegan, los mercados empiezan a recobrar confianza muy rápido y a partir de allí hay un corto escalón hacia la normalidad”. Un médico que sabe tranquilizar a los pacientes.

Teresa con custodio, pero no le importa la crisis.

¡Avanti morocha!

¿La misión del FMI que está en Buenos Aires tiene en cuenta debido al último ajuste la situación social y política que está muy caliente?, le preguntó este diario a una alta fuente del organismo en Washington.
–Usted sabe qué se dice acá que significa IMF (siglas de, en inglés, International Monetary Fund). Nosotros decimos que significan “It’s mostly fiscal” (Es más que todo fiscal). Al FMI le interesan que se cumplan las metas (fiscales). Cómo hacerlo es un decisión política en la que el Fondo no interviene. La misión va a evaluar si se cumplen o no las metas, nada más.
El diálogo es ilustrativo del lugar que ocupa la política en la receta del Fondo. Pero, aunque no quiera verla, Teresa Ter Minassian –la “cincuentiañera” morocha de tez blanca que para un funcionario de la Alianza “es demasiado fría para ser tana”– ya sintió en carne propia la realidad social y política que se vive en Argentina. Por primera vez, la jefa de la misión fondomonetarista circula por Buenos Aires con guardaespaldas. Hace más de 20 años funcionaria del organismo, es una de las mujeres que más alto llegó en el organismo. Su único jefe para la región es el mendocino Claudio Loser, y a Argentina llegó secundada por el chileno Tomás Reichman. Pero es ella quien decide:
n “Siempre había que aprovechar el momento en que estábamos con Reichman, para sacarle un medio sí. Y mostrárselo después a Teresa. Pero la que llevaba los pantalones era ella. Eran verdaderas partidas de poker”, admite un ex funcionario menemista que la padeció. “Nunca vi algo que aprobara ella, que luego fuera rebotado en Washington”, agrega.
“En el Fondo, los temas personales se manejan muy reservadamente. Se trata que las relaciones sean impersonales. Esto es muy jerárquico, somos sólo soldados”, dijo el oficial del FMI excusándose de aportar otros datos sobre de Ter Minassian. Sin embargo, hay impresiones que sirven para “humanizarla”:
n Un ministro de la Alianza opinó así sobre ella: “Es muy mujer muy rara. Se viste a veces con tules, y con trajecitos que parecen de fiesta, distintos de la vestimenta habitual de las funcionarias del Fondo que usan traje sastre. Dice que se cose sus propia ropa. Tiene un tono muy suave e inalterable, aunque esté diciendo las cosas más terribles. Tiene una piel como si nunca hubiera tomado sol ni aire. Y un pelo muy finito que a veces se le infla todo en el medio de una negociación”.

 

En Washington, leen la Biblia y hacen caridad

En el Fondo eran buenos

“Paciencia, tacto y espíritu de lucha” les recomiendan en Washington a los integrantes de la misión que está en Argentina. En la página web del FMI, en área de “oportunidades de empleo” se pueden encontrar facetas hasta poco conocidas del organismo, a la hora de explicarles a los aspirantes las características de la institución. Así, se describe:
n La misión: “uno de los aspectos más interesantes son las misiones a países, integradas por un equipo de cuatro o cinco economistas”, se dice. Y se agregan las cualidades imprescindibles para cumplir la misión: “Una mente analítica, una sólida formación cuantitativa, buen trabajo en equipo, paciencia, tacto y espíritu de lucha”.
n Deporte y Biblia: “El FMI organiza una varidad de actividades sociales, deportivas, de voluntariado, y religiosas” para sus funcionarios. La lista va desde “un club de jazz y de lectura de la Biblia en español hasta tornes de pezca, sky y fútbol (soccer)”. Estas actividades –se dice– son necesarias para “recargar baterías” porque “el trabajo suele ser muy intensivo y puede causar problemas en la vida privada”, especialmente “después de una misión”.
n Caridad: En el Fondo son buenos. “Algunos miembros del staff utilizan parte de su tiempo en proyectos de ayuda para la comunidad local de Washington. Este grupo de voluntarios se llama Involucrarse. Y ha participado en la reparación de casas de familias pobres y la ayuda a chicos con dificultades de aprendizaje, entre otros proyectos”.
n Sindicato: Aunque usted no lo crea, lo tiene. Lo llaman “Staff Asociation”, y sirve para representar los intereses del staff (funcionarios y técnicos) frente al Directorio. El año pasado, mediante un informe interno, se quejaron por trabajar demasiadas horas, sin cobrar extras.

 

LAS CONFESIONES DE LOS ARGENTINOS QUE PADECIERON A TERESA

“Es una relación casi de sumisión”

Lo que sigue son algunos de los testimonios recogidos por Cash de diez personas que estuvieron en los últimos años en contacto con funcionarios del FMI o el Banco Mundial. A partir de estas fuentes, además, se reconstruyeron situaciones hasta hoy desconocidas. Como ser, que el gobierno argentino se enteró de la devaluación del real brasileño por una llamada desde Washington.

Un funcionario del actual equipo de Machinea dijo que había participado una única vez, como “funcionario” de un organismo internacional con sede en Washington, y que nunca más volvió a hacerlo. La razón: lo amargó el tono de la negociación. “Es marcar una receta y que el diálogo con el otro no signifique nada. La misión le pide al país una relación casi de sumisión. Es como hacerlos firmar una carta de adhesión”, confesó, en tren de sincerarse, aunque luego negó que esto estuviera ocurriendo hoy con la relación entre el FMI y Argentina.

El 13 de enero de 1999, a las nueve de la mañana entró Julie, la secretaria de Roque Fernández –hoy lo es de Machinea– al despacho de su jefe y le anunció que Stanley Fischer, el número dos del FMI, estaba en la línea. Roque atendió: “Hi Stan”, lo saludó con el mismo trato cordial e informal que suele utilizar Machinea con el funcionario de origen norteamericano. A los pocos segundos, sin embargo, con una mano se tapó la boca y su rostro asumió una expresión de terror. Fisher le acababa de avisar que Brasil había dejado liberado el tipo de cambio, con lo que iniciaba la devaluación del real. El número dos del FMI había sido informado por Pedro Malán, ministro de Hacienda brasileño, unos minutos antes, cuando todavía los mercados no habían abierto. Roque, que el día anterior había recibido la promesa de Malán de que no devaluaría, se comunicó entonces con Menem, que jugaba relajado al golf. Recién al día siguiente, Malán se comunicó con Roque para explicarle la situación. Gracias a Washington Roque se enteró, minutos antes de escucharlo en la radio, que Brasil, el socio mayor del Mercosur, iba a devaluar.

Fue a principios del año pasado. El aire, en una de las salas de negociación del edificio del Fondo Monetario en la calle 19, en pleno centro de Washington, se cortaba con un navaja. “El beto se cayó”, leyó Miguel Kiguel, ex subsecretario de Finanzas, en un papelito acercado por una asistente, en medio de una dura discusión con el equipo de funcionarios fondomonetaristas liderado por Teresa Ter Minassian. Se lo pasó inmediatamente a Roque Fernández, que lo miró con la misma sorpresa que su subordinado. La desesperación cundió en el equipo de argentinos: nadie sabía quién era “El beto”, que había caído en desgracia, y en medio de un tira y afloje con Teresa eso podía costar horas y hasta días en la negociación. Un colaborador se comunicó entonces urgente con Buenos Aires, y los argentinos no tuvieron más remedio que tomarse con humor la mala noticia: el “veto” de una ley que aumentaría el gasto público, y que el Fondo exigía, ya no era posible. A Teresa no le hizo gracia. “Sigan intentando, ese veto era parte del acuerdo”, se limitó a decir, sin sobresaltarse.

Dos ex secretarios de Estado, integrantes del equipo de Roque Fernández, hablaron del “novio brasileño” de Ter Minassian, quien es jefa de las misiones no sólo a Argentina sino también a Brasil. “Lo iba a visitar desde Washington. Por eso se lleva tan bien con Brasil, siempre había favoritismo. En el equipo comentábamos que eso explicó el vuelco en la relación con Brasil, el acuerdo del año pasado, y que a nosotros nos tirara permanentemente abajo”, coincidieron las fuentes. Un importante oficial del FMI en Washington desmintió a Cash la historia del novio brasileño de Teresa, quien –dijo– tiene una familia constituida en Washington. Sea como fuere, el comentario es representativo de hasta dóndellegaba el desconcierto de los negociadores argentinos cada vez que se enfrentaban a la inflexible Teresa, quien aunque apoya la Convertibilidad –como el resto del staff del FMI– exige cumplir, a un ritmo más estricto que Brasil, con asignaturas tales como la flexibilización laboral-salarial o el ajuste fiscal.

“El error de Teresa siempre fue pedir más ajuste fiscal del que se podía. Esa es la historia del incumplimiento de la Argentina en los últimos años. Pedir 400 millones más no cambiaba la macro argentina, pero hacía que las metas después no se pudieran cumplir”, contó otro ex negociador. Y trasladó el ejemplo a la actualidad: “Tener que aumentar el adelanto de Ganancias de las empresas en junio son las típicas apretadas del Fondo, que habría que cambiar. ¿Qué le cambia al FMI esos 300 millones de ganancias, que dan sensación de crisis, deterioran la imagen del país y ponen a todas empresas recalientes? Colocar 300 millones de deuda no es nada. Lo hacen para que sientas la restricción, que estás ahorcado. Pero el mercado es muy sensible y quedar fuera del cumplimiento por algo así puede crear una crisis innecesaria.”

“Eran las seis de la tarde y Teresa no cedía. No podíamos llegar. Siempre discutiendo una estupidez: serían 200 millones de diferencia en el déficit. ‘Me voy a ver al jefe de Gabinete y cuando vuelvo cerramos’, nos dijo Teresa. Sabíamos que a las cinco de la mañana del día siguiente se iba a pescar truchas al sur, con su hijo. Entonces pensamos que estaba obligada a cerrar y que íbamos a ganar. Pero volvió a las 9. Y decidió dejar en suspenso las cosas una semana más. Nos queríamos matar”, narró otro informante.

“Siempre me sorprendió el uso del lenguaje en el Fondo. Para ellos, tener ‘coraje’ siempre significó hacer el ajuste, sin considerar a los políticos. También me impresionó cómo reaccionaban algunos funcionarios argentinos al ser alabados por el FMI. Como el pibe de barrio, que recibe un premio, los he visto reaccionar con lágrimas en los ojos”, dijo un funcionario de la Alianza, que conoce a la perfección el mundillo de Washington.