¡Deja ya de joder con la PC!
Ese
revolucionario invento que es Internet parece estar provocando
una merma de productividad, en lugar de un aumento, porque los
adictos a los sitios de entretenimiento navegan por ellos mucho
más en sus horarios de oficina que en su tiempo libre,
y así roban tiempo a su trabajo. Lo mismo sucede con las
páginas web orientadas a los consumidores: el tráfico
de visitantes alcanza sus picos de día y no de noche, cuando
se supone que la gente se sienta en su casa ante la pc. Aunque
muchas empresas han amenazado a su personal con sanciones, el
descontrol cunde.
Este es sólo el aspecto travieso de una discusión
de fondo sobre un asunto trascendente. Si la economía de
la información, cuyo supremo emblema es Internet, generó
un enorme salto de productividad, allí anidaría
la explicación de la excelsa performance norteamericana,
ya que Estados Unidos se adelantó al resto en el desarrollo
de la nueva economía. Por tanto, hallada la
causa de su éxito, no sería atinado temer que, como
en cambio cabría presagiar en términos de un análisis
convencional, la presunta burbuja yanqui esté próxima
a estallar, desestabilizando toda la economía mundial.
Alan Greenspan, que quiere creer hasta cierto punto en el benéfico
impacto informático, refirió estos días,
a propósito del PBI norteamericano, que si uno lo mide
sumando producciones llega a una cifra menor que si lo hace sumando
ingresos. Como por una y otra vía debiera obtenerse el
mismo número, se sospecha que en la producción hay
una dosis de productividad oculta, atribuible a la cibernética.
Sin embargo, un economista aguafiestas de la Northwestern University
llamado Robert Gordon discrepa.
Cierta investigación suya, citada por The Economist, halló
que, si bien la productividad del trabajo aumentó notablemente
en la fabricación de computadoras y también, aunque
menos, en la producción de otros bienes durables, en el
88 por ciento restante de la economía estadounidense la
mejora de productividad es despreciable. ¡Que no se diga!