En
el viejo hospital de los muñecos
Los ministros
de Economía tienen varias formas de explicar las medidas
que toman o dejan de tomar. La estrategia de la media verdad era
la preferida de Domingo Cavallo. En cambio, todavía resulta
complicado descifrar la que emplea José Luis Machinea, navegando
entre argumentos culposos y otros que no resisten la prueba de honestidad
intelectual. Entre estos últimos se encuentra el referido
a la baja de aportes patronales a las empresas privatizadas. Han
bajado (las privatizadas) las tarifas cuando disminuyeron las cargas
sociales, dice el ministro, y repite Pablo Gerchunoff, jefe
de asesores de Economía y socialista de J. B. Justo. Semejante
disparate no necesitaría precisar detalles de lo que en realidad
sucedió. Cualquiera puede darse cuenta de que en las facturas
de teléfono, agua, gas y luz recibidas en los últimos
diez años y en el peaje, boletos de tren y cospeles de subtes
no se registró disminución de precios. Más
bien todo lo contrario. El sinsentido de Machinea todavía
es más pronunciado cuando sostiene que las privatizadas deberían
subir las tarifas si se aumentaran los aportes patronales, medida
que proponen legisladores de la Alianza críticos del ajuste
y la Unión Industrial Argentina.
En 1994, Cavallo aplicó una reducción de aportes,
que fue interrumpida en 1995 con la crisis del Tequila, para posteriormente
reimplantarla en octubre de ese año con descuentos del 30
al 80 por ciento, según las localización geográfica
de las empresas. Así, el promedio de las cargas sociales
bajó del 33 al 21 por ciento, según cálculos
de Idep/CTA. Finalmente, durante la gestión de Roque Fernández
se hizo otro toque hacia abajo. En ninguna de esas ocasiones las
privatizadas redujeron sus tarifas, como lo deberían haber
hecho por el criterio de neutralidad tributaria establecido
en cada una de los respectivos marcos regulatorios. Ese criterio
dice que todo aumento o disminución impositiva se debe reflejar
en el precio del servicio. Las privatizadas no lo cumplieron. Y
no sólo no respetaron la neutralidad tributaria
con los aportes patronales. Tampoco bajaron sus tarifas cuando se
suprimió el impuesto sobre los débitos bancarios,
se derogó el impuesto a los sellos sobre los contratos y
a las operaciones financieras en la Ciudad de Buenos Aires, ni cuando
se redujo la alícuota del Impuesto a los Activos del 2 al
1 por ciento y se eximió del gravamen arancelario la importación
de bienes de capital.
Machinea & Gerchunoff tiene dos endebles ejemplos para defender
su postura. Dicen que las empresas de electricidad bajaron tarifas
al disminuir aportes, pero esa caída no se verifica en relación
a esa merma cuando se analiza la evolución del precio de
ese servicio. Y tampoco figura ese descuento en ninguna resolución
pública del Enre. El otro caso es el del gas. Una resolución
del Energas del año pasado ponderó que
únicamente se debían trasladar a las tarifas de los
usuarios industriales los importes que resulten de reducir
las contribuciones patronales, violando así la norma
(decreto 1807/93) que establece que las medidas impositivas
que puedan implicar directa o indirectamente reducciones de costos
y/o proveedoras de bienes y servicios en mercados no competitivos,
resulten una completa transferencia de beneficios a los usuarios
y consumidores. Se refiere, obviamente, a todos y no sólo
a los industriales.
Además, un aspecto que hasta los legisladores rebeldes no
toman en cuenta es que el criterio de neutralidad tributaria alcanza
a otras empresas, como las que operan en el mercado de combustibles
líquidos, que obviamente no bajaron sus precios al recibir
el beneficio de la baja de aportes.
¿Machinea miente a sabiendas o solamente está desorientado
con la evolución de tarifas-baja de aportes? O será
que, en definitiva, ha decidido expresar así su fidelidad
al poder económico concentrado, beneficiario excluyente de
la política de privatizaciones.
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