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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
09 JULIO 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Consejo de un amigo

La fragmentación del liderazgo en la oposición complica el accionar de la administración de la Alianza. Resulta evidente que la división del justicialismo le trae dolores de cabeza, como cuando el Senado vota en contra del ajuste. Pero, en definitiva, se trata de las reglas del juego político, respetadas con más o menos lealtad, pero conocidas por todos los protagonistas. En cambio, la divergencia que se ha ido gestando en los últimos años y que ahora se manifiesta abiertamente en el bloque de poder económico es una cuestión más complicada de abordar que las chicanas de senadores peronistas. Y al respecto, vale advertir que la experiencia histórica indica que, cuando se genera un divorcio de intereses en la cúpula del poder empresario, irrumpen conflictos económicos.
Grupos locales, conglomerados extranjeros y la banca trasnacionalizada han empezado a divergir luego de una década de alianzas estratégicas, conformadas para adueñarse del proceso de privatización de empresas públicas. Esa etapa concluyó. Ahora, la banca concentrada, las multinacionales y los grupos de control de las privatizadas representan el sector más poderoso, duro y ortodoxo del establishment (reunidos en ABA y en el CEA). En cambio, industriales, ruralistas y los pocos grupos económicos locales que quedan reclaman políticas activas para impulsar un crecimiento sostenido (interpretados por la UIA, la CAC y la CRA, con el Grupo Techint como soporte).
En ese nuevo escenario juega José Luis Machinea, que como se sabe hasta ahora se ha preocupado por dar señales e implementar medidas del gusto del polo de poder empresario más liberal. El ajuste fiscal y más ajuste fiscal ha sido la receta aplicada sin que se hayan verificado todavía síntomas sostenidos de recuperación. El ministro ha podido así –eso creen él y su equipo– exorcizar al diablo del ‘89. Pero como la economía no repunta en forma vigorosa, irrumpe con fuerza el otro bloque empresario, por cierto con menos poder financiero y operando en los sectores económicos que, precisamente, no registran márgenes de rentabilidad elevados.
Esa puja quedó en evidencia ante la propuesta del Grupo Productivo de elevar los aportes patronales a las empresas de servicios (privatizadas, supermercados y bancos). Machinea ya adelantó su rechazo a esa alternativa, inclinándose así por defender a uno de los nichos de privilegio surgido de la década menemista. La tensión que recorre al interior del bloque de poder económico también se manifiesta en varias otras iniciativas que todavía tienen final abierto. Tensión que se refleja, además, adentro de la Alianza en la discusión sobre el rumbo de la política económica.
Resulta muy revelador en ese sentido la irrupción de Mario Brodersohn, ex secretario de Hacienda de la Nación y hombre de consulta de Raúl Alfonsín, acompañado por Alieto Guadagni, ex secretario de Industria del gobierno de Carlos Menem, en un artículo publicado hace dos viernes en La Nación, con un título que dice mucho más, fundamentalmente para Machinea, que el simple enunciado: “Para reactivar la economía”. La controvertida idea expuesta por Brodersohn-Guadagni consiste en utilizar parte del dinero que acumulan las AFJP para integrar fondos fiduciarios para inversiones en infraestructura. Esa iniciativa también es impulsada por el Grupo Productivo, idea que alientan con entusiasmo las constructoras (Roggio, Techint).
Machinea tendrá que, nuevamente, optar acerca de qué camino transitar. Aceptar esa propuesta implicaría meterse con los principales bancos del sistema, que controlan las AFJP, para privilegiar a las constructoras locales. Si decide descartarla, su correligionario le advierte las consecuencias en ese mismo artículo: “Estas distorsiones en el mercado de capitales (se refiere a que las AFJP destinan cada vez más el aporte de los trabajadores a invertir en activos del exterior) coexisten con la otra realidad de un país que no logra salir de la recesión. Este comportamiento nos permite anticipar dificultades para cumplir con los objetivos fiscales y, más aún, resiente las posibilidades de reducir el desempleo”. Se lo dice un amigo.