El informante II
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Las confesiones de otro arrepentido volvieron a
conmover a Washington. Por segunda vez en pocos meses, un alto
funcionario del Banco Mundial se aleja de la institución
en desacuerdo con las recetas que impone Washington alrededor
del mundo.
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Se trata del economista indio Ravi Kanbur, que había
sido contratado por la institución como director del
Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000 titulado
Atacando la pobreza.
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Apuntó contra las reformas de mercado (apertura
comercial, liberalización financiera, privatizaciones),
y sugirió que eran necesarias medidas proteccionistas
y de control de los capitales de corto plazo.
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Por si fuera poco, alertó sobre los peligros del sobreajuste,
que recomienda el FMI en tiempos de crisis, porque puede
generar una recesión mayor.
Por
Maximiliano Montenegro
Las
confesiones de otro arrepentido volvieron a conmover
a Washington. Por segunda vez en pocos meses, un alto funcionario
del Banco Mundial se aleja de la institución (ver aparte,
el primero), en desacuerdo con las recetas de política
económica que impone Washington alrededor del mundo. Se trata
del economista indio Ravi Kanbur que había sido contratado
por la institución como director del Informe sobre
el Desarrollo Mundial 2000 referido, esta vez, a cómo
luchar contra la pobreza. Kanbur disparó contra las bases
mismas del consenso de Washington: escribió que
para encarar el problema había que resolver la cuestión
de la desigualdad, tanto de ingresos como de riqueza; que el crecimiento
por sí solo no reduce la pobreza; y que las políticas
asistencialistas enfocadas en los pobres -que se recomiendan desde
Washington no hacen más que perpetuar la marginación.
Más importante aún, apuntó sobre las reformas
de mercado (apertura comercial, liberalización financiera,
privatizaciones), y sugirió que era necesario medidas proteccionistas
y de control de los capitales de corto plazo. Por si fuera poco,
alertó sobre los peligros de del sobreajuste,
que recomienda el FMI en tiempos de crisis, porque puede generar
una recesión mayor. En cada uno de esos puntos, existe
una lección para Argentina, justo cuando el Banco Mundial
fijó una estrategia para el país para los próximos
4 años plagada de las cuestionadas recetas (ver aparte).
Cash accedió a los papeles secretos que escribió este
nuevo informante antes de abandonar su puesto.
We dream in a world free of poverty (Soñamos
con un mundo libre de pobreza), reza, en tono poético,
una placa tallada en piedra a la entrada del monumental edificio
del Banco Mundial sobre la calle 19 en Washington. Más allá
de los sueños, la realidad muestra que la pobreza se ha expandido
a la par de las fórmulas de ajuste estatal, privatizaciones
y liberalización de mercados, que el organismo junto
con el Fondo Monetario tanto se esmeran en inculcar a los
países que están fuera del Primer Mundo.
Ravi Kanbur era hasta hace algunos años un economista más
del establishment académico americano (es profesor de la
Universidad de Cornell) que, desde el staff del BM, pregonaba convencido
las bondades de las recetas made in Washington. A principios de
1998, fue designado director del World Development Report
2000 (WDR) que verá la luz en la Asamblea anual conjunta
del Banco y el Fondo, convocada en esta oportunidad en una otoñal
Praga. Unas semanas atrás, pegó un portazo que retumbó
fuerte en Washington, en especial después del desplante que
ya había sufrido la institución con la intempestiva
renuncia de Joseph Stiglitz, su vicepresidente y economista jefe.
Al renunciar Ravi dijo que tuvo reservas respecto del mensaje
principal que se iba a brindar a través de la versión
final del WDR. Nosotros creemos que estos reparos son infundados.
Ravi recibió siempre garantías de que el WDR sería
un informe analítico objetivo, como ha sido siempre,
explicó un comunicado oficial del Banco.
Es evidente que las consideraciones hechas por Kanbur atentaban
contra la objetividad de las políticas que tanto
el Banco como el Fondo venden a los gobiernos del Tercer Mundo como
la única vía. Las principales conclusiones del documento
redactado por este nuevo insider como denominan
en la reciente película protagonizada por Russel Crowe a
quien rompe un pacto de silencio en una gran organización
son más que interesantes vistas de una perspectiva argentina.
Son las siguientes: * Los factores que determinan si el crecimiento
se traduce en bajas significativas de la pobreza son varios. Uno
de ellos es el grado de desigualdad. La rapidez con que disminuye
la pobreza ante cambios en el ingreso per cápita aumenta
de forma significativa a medida que se reduce la desigualdad en
la distribución del ingreso y de la riqueza (en particular,
la tierra). Por ello, la superación de desigualdadesestructurales
es un componente crucial de toda estrategia de lucha contra la pobreza.
n En el pasado se temía que una mayor igualdad redundara
en detrimento del crecimiento. Hoy, los estudios empíricos
demuestran que sociedades más igualitarias pueden de hecho
crecer con mayor rapidez, señala.
n En Argentina, la teoría del derrame, que tanto
seduce al establishment financiero y que Kanbur desacredita, era
el leitmotiv preferido de Roque Fernández cada vez que las
cifras del Indec mostraban un nuevo salto en la desigualdad en el
reparto del ingreso, como ocurrió durante toda la última
década (ver aparte). Desde esa perspectiva, a la larga, el
fruto del crecimiento corre a los de abajo. Y entonces no hay que
preocuparse porque los ricos sean cada vez más ricos, y se
alejen de los pobres, mientras el ingreso de estos últimos
no caiga.
n ¿Cómo se hace para redistribuir ingresos y riqueza?
Con políticas que, por ahora, la Alianza no se animó
a aplicar. Por un lado, una reforma tributaria progresiva, gravando
con impuestos directos a los grandes patrimonios y a las ganancias
financieras, mientras disminuye el peso de impuestos que golpean
más a los que menos tienen como el IVA. Redistribuir riqueza
conlleva políticas todavía más transgresoras
para los tiempos que corren. Sin embargo, Kanbur sugiere, sin vueltas,
implementar reformas agrarias en aquellos países
donde la propiedad de la tierra está concentrada en pocas
manos.
n Otro factor importante para que el crecimiento lleve a una
reducción de la pobreza es que sea estable. Las crisis producen
más desigualdad, y por ello una tasa de crecimiento similar
a la caída en el período poscrisis no tiende a eliminar
el mayor grado de pobreza generado durante el período de
crisis, afirma Kanbur.
n Esa es la historia de Argentina durante la última década,
cuando primero la crisis del tequila (en el 95) y luego el
cóctel sudeste asiático, Rusia y Brasil (en el 98/99)
sumergió a la economía convertible, superdependiente
del ingreso de capitales, en profundas recesiones.
n Justamente, Kanbur habla de los caminos para atenuar los impactos
salvajes del mercado en el capítulo que más dolió
a los burócratas del Banco.
n Los mercados producen un profundo impacto en el bienestar
de los pobres. No es de sorprender que la función de los
mercados y la intervención del Estado en ellos sea un tema
importante en el debate sobre las estrategias para la reducción
de la pobreza. En los últimos 20 años se ha observado
la tendencia, a nivel nacional, a reducir la intervención
estatal, a reemplazar la propiedad pública por la privada,
y a eliminar las barreras al comercio y la inversión extranjera.
Por ejemplo, en Latinoamérica los aranceles medios se redujeron
del 50 por ciento en 1985 al 10 por ciento en 1996, asegura.
n Las reformas económicas inciden en la pobreza tanto
a través de su impacto en la tasa de crecimiento económico
como en el patrón de crecimiento. En promedio, las reformas
han estado asociadas con la reanudación del crecimiento económico
crecimiento que, si embargo, no ha sido suficiente para alcanzar
las metas con respecto de la reducción de la pobreza.
Para tal fin, el patrón de crecimiento es tan importante
como la tasa de crecimiento.
n Y propone dos vías para mejorar el patrón
de crecimiento. Por un lado, fijar controles a los capitales
especulativos de corto plazo, una sugerencia que Stiglitz también
hizo contra la opinión del FMI: Se ha comprobado que
la liberalización financiera ha causado una gran inestabilidad
del crecimiento. La combinación de ausencia de restricciones
a los movimientos de capital de corto plazo y la volatilidad de
los flujos de capital a corto plazo han sido la causa principal
de las profundas crisis económicas de la década del
noventa, sostiene Kanbur.
n Por otro lado, recomienda moderar la apertura comercial, que -argumenta
favorece a los grupos de altos ingresos. El planteo formuladohace
algo más de una década que la eliminación de
los obstáculos comerciales daría como resultado un
crecimiento con uso intensivo de la mano de obra no calificada,
abundante en los países subdesarrollados, no se ha resultado
así, explica. Y agrega: Un indicador de apertura
se relaciona en forma negativa con el crecimiento del ingreso del
40 por ciento más pobre de la población, pero en forma
positiva con el aumento del ingreso de los grupos de ingresos más
altos. También pide intervenir en los mercados para
subsanar los problemas de la inestabilidad de los precios de los
productos básicos (commodities) que afectan a los países
en desarrollo.
n Lapidario, concluye: Es necesario un franco reconocimiento
de que es improbable que recomendaciones universales en el marco
de las reformas económicas como la liberalización
del comercio y de las cuentas de capital, la liberalización
de los mercados financieros y la privatización, surtan el
mismo efecto al margen de las realidades locales.
n Finalmente, reserva un párrafo que José Luis Machinea
debería tener bien presente. Un enfoque socialmente
responsable frente a una crisis macroeconómica debe evitar
el sobreajuste, es decir, la adopción de políticas
fiscales que generen una recesión mayor que la necesaria
para restablecer el equilibrio macroeconómico. Tales sobreajustes
son particularmente perjudiciales para los pobres, advierte.
Como es sabido, Machinea no se anima a renegociar condiciones fiscales
más flexibles con el Fondo Monetario, incluso en cuestiones
menores. Por ejemplo, Argentina tiene paralizados préstamos
sociales del BM porque financiarían programas que el FMI
considera como mero gasto público. Para negociar alguna flexibilidad
en este aspecto por parte del Fondo, con el justificativo de la
crisis social, Machinea hasta podría buscar apoyo en el Banco.
Pero, el ministro prefiere sobreactuar el ajuste, como
en el fondo le gusta a Washington.
El
primer informante
El
4 de junio pasado, Cash publicó una nota de tapa contando
cómo Joseph Stigliz, ex jefe de asesores económicos
de Bill Clinton, había renunciado a la vicepresidencia
del Banco Mundial, haciendo públicas fuertes denuncias
contra el Fondo Monetario. Sus principales dichos fueron los
siguientes:
- Al FMI le gusta manejar sus negocios sin que nadie
haga demasiadas preguntas. En teoría, el Fondo sostiene
instituciones democráticas en los países que
asiste. Pero en la práctica, menoscaba las instituciones
democráticas imponiendo sus políticas.
- Los expertos del FMI se creen más brillantes,
mejor educados y menos influidos políticamente que
los economistas de los países a los que asisten. Pero
el staff del FMI está integrado por economistas de
tercera de universidades de primera.
- Los críticos del FMI dicen que los remedios
del FMI usualmente empeoran las cosas, transformando las caídas
del nivel de actividad en recesiones y las recesiones en depresiones.
Y tienen un punto allí.
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Para
el BM, hay 4,5 millones de niños pobres
El crudo diagnóstico
El
domingo último, Página/12 publicó el documento,
tratado por el directorio del Banco Mundial unos días antes,
que fija la estrategia del organismo para Argentina en los próximos
cuatro años. Más allá de las advertencias sobre
los posibles escenarios de riesgo que allí se
describe amenazan a la Convertibilidad, el informe plantea las recetas
típicas del Banco, que ahora figuran como condiciones de
los 3 mil millones de préstamos que se prevé otorgar
al país en el período: profundizar la flexibilización
laboral y la desregulación de las obras sociales, mantener
en caja el déficit fiscal y un tope al endeudamiento público
del 55 por ciento del PBI, entre otras. Por otro lado, traza el
rumbo de lo que debería ser la política social en
Argentina.
Precisamente, las políticas sociales que impulsa el Banco
contrastan con el concepto de lucha contra la pobreza que defiende
Ravi Kandur en los documentos internos que escribió. En la
versión oficial, el BM recomienda para Argentina mejorar
la eficiencia de los programas sociales focalizados en los pobres,
que suman en el presupuesto nacional unos 3500 millones de pesos.
Kandur, en cambio, es de la idea de que ese tipo de asistencia no
hace más que profundizar la marginación y que lo que
debería discutirse son las bases mismas del desarrollo, empezando
por la equidad en el crecimiento, en países como Argentina.
More for the poor is less for the poor (Más para
el pobre es menos para el pobre), es el lema del economista indio
para luchar contra el mero asistencialismo que pregonan desde Washington.
Al margen de la receta, el diagnóstico de la pobreza en Argentina
que hace el BM es cada vez más crudo. Como lo demuestra otro
informe reciente, denominado Administrando el riesgo social.
Allí se dice:
n El número total de pobres en Argentina se ubica entre
el 31 y el 34 por ciento de la población. Es decir: entre
11,2 y 12,4 millones de personas.
n Hay casi 4,5 millones de chicos menores de 14 años
que viven en la pobreza. Y de éstos, más de 1,2 millón
viven en la indigencia.
n Además, hay otros 2 millones de jóvenes entre
14 y 24 años pobres, de los cuales casi medio millón
son indigentes.
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