¿Dónde está la salida?
Por
Roberto Navarro
Un mes atrás
la pregunta era: ¿terminó la recesión? Los
indicadores económicos conocidos en los últimos días
dieron la respuesta: no. En junio cayó el Estimador Mensual
Industrial por tercer mes consecutivo, las ventas de supermercados
y shoppings no repuntaron, y continuó la deflación
de precios. Ahora, con ese escenario, la pregunta es: ¿por
qué la economía argentina no crece? Si Estados Unidos
cumplió su noveno año consecutivo de crecimiento económico,
si Europa avanza a paso sostenido que le permite bajar su histórica
elevada desocupación, si los países del sudeste asiático
dejaron atrás la crisis y viven un período de recuperación
y si hasta Brasil, después de la tormenta que provocó
al devaluar su moneda, ya despegó, ¿qué pasa
con Argentina? Si en este contexto mundial de fiesta la economía
sigue estancada, ¿qué va a pasar cuando los buenos
vientos internacionales cambien de dirección? La recesión,
que en junio cumplió dos años, se convirtió
en un laberinto del cual la economía no puede escapar. ¿Dónde
está la salida? Cash consultó a diez de los más
importantes economistas del país, representantes de todo
el espectro ideológico. Las
preguntas fueron: 1) ¿Por qué la economía argentina
no crece? 2) ¿Qué hay que hacer?
Hace
apenas un año la mayoría de los economistas necesitaba
pocas palabras y menor esfuerzo para contestarlas: Un fuerte
ajuste en los gastos del Estado, aconsejaban. Así,
aseguraban, se entraría en el círculo virtuoso de
disminución del déficit fiscal, mayor confianza, baja
del riesgo-país, caída de tasas de interés,
incremento de la inversión, aumento de la actividad y, finalmente,
más empleo. La estrategia había demostrado efectividad
con Domingo Cavallo y con Roque Fernández. Pero esta vez
esa fórmula falló: el equipo económico liderado
por José Luis Machinea instrumentó el mayor ajuste
del que se tenga memoria y la economía no despegó.
La rebaja de salarios de los empleados estatales, el aumento de
impuestos, la suspensión casi total de la obra pública,
el recorte de los planes Trabajar y el resto de las medidas de austeridad
se sumaron a la desinversión privada y el mercado interno
se desplomó. Las exportaciones, empujadas por el aumento
del petróleo, crecieron un 13 por ciento en el primer semestre,
pero las ventas externas sólo representan el 9 por ciento
de la economía nacional y el aumento de la rentabilidad de
las petroleras (casi todas de capitales extranjeros) no derrama
prosperidad sobre el resto de la sociedad.
En la actualidad, hasta los economistas más ortodoxos incluyen
entre sus consejos un camino de salida mucho más complejo
de transitar que el simple recorte de gastos. El desafío,
coinciden, es mejorar la competitividad. El shock tecnológico
en el último lustro volvió a ensanchar la brecha de
capacidad de producción entre las naciones desarrolladas
y el resto. Los asiáticos y varios países latinoamericanos,
entre ellos Brasil y Chile, mejoraron su competitividad devaluando
sus monedas. Argentina no hizo ni una cosa ni la otra. La deflación
de precios y salarios, que es una forma de devaluar porque reduce
los costos en dólares, no alcanzó para mejorar la
performance externa, pero fue nociva para la rentabilidad de las
empresas y desalentó la inversión. La inflexibilidad
a la baja de las tasas de interés y la indexación
de los servicios públicos privatizados terminaron de dejar
fuera de competencia a la economía argentina.
Hasta el momento, las iniciativas del Gobierno para reducir los
costos de producción fracasaron. El reciente aumento de la
tarifa de gas es un ejemplo. Si la fórmula mágica
del ajuste fiscal ya no es suficiente y la búsqueda de competitividad
es un camino poblado de obstáculos, ¿cuál es
la salida?
1
¿Por qué la economía argentina no crece?
2
¿Qué hay que hacer?
Héctor
Walter Valle
presidente de FIDE
1. Luego de diez años, el modelo de convertibilidad ha provocado
un severo problema de demanda. Y las políticas de ajuste
ortodoxo profundizan esa distorsión: el mercado interno,
especialmente para bienes nacionales, se pulverizó debido
al deterioro en el poder adquisitivo de los asalariados; las exportaciones,
con la sola excepción de las ventas a Brasil, se primarizaron,
con lo que, aun creciendo, tienen limitados efectos multiplicadores
sobre el crecimiento y el empleo; la inversión es la variable
que más cayó por la ausencia de rentabilidad en los
sectores productivos y el recorte de la inversión pública.
2.
Resulta ineludible definir cuáles son los objetivos de mediano
y largo plazo para el desarrollo económico sin exclusión
social. A partir de tales definiciones, es necesario plantear una
alternativa al actual esquema de convertibilidad con tipo de cambio
fijo, para recuperar la soberanía monetaria, establecer una
política fiscal más progresiva y garantizar que no
queden hogares en la Argentina por debajo de la línea de
pobreza. Se trata de crear un conjunto de condiciones que atraigan
a la inversión de riesgo y desplacen la valorización
financiera por la productiva. Vale decir, instalar una lógica
alternativa para el proceso de acumulación y reproducción,
que revalorice el mercado interno, justifique la sustitución
de importaciones y avance hacia un espectro de exportaciones con
mayor valor agregado.
Federico
Poli
economista de la UIA
1.
La economía tiene un problema de competitividad, generado
por la distorsión de precios relativos y agravado por la
actual deflación de precios de los bienes transables, que
convive con la inflexibilidad a la baja de los costos y con la indexación
de tarifas de los servicios públicos privatizados. En la
última década no se avanzó en reformas ineludibles,
como la regulación a las prácticas abusivas de las
grandes cadenas comercializadoras y una reforma en serio de instituciones
como la DGI y la Aduana. Estas tareas pendientes hoy se constituyen
en agravantes de la situación recesiva.
2.
Para salir del círculo perverso de recesión con deflación
se debe implementar un shock de financiamiento, con refinanciación
de pasivos, e impulsar la demanda, mediante un subsidio para desempleados.
Hay señales importantes del Gobierno, como los avances en
el programa de infraestructura y las recientes medidas de administración
del comercio exterior (salvaguardia en calzado y antidumping en
sector avícola) en sectores de mano de obra intensivo, que
tendrán claros efectos sobre el empleo y el nivel de actividad.
También la firme decisión política mostrada
por el Ejecutivo de combatir la evasión y el contrabando
son fundamentales.
Guillermo
Mondino
Fundación Mediterránea
1. Argentina ha tenido una pérdida de competitividad con
respecto de otros países en los últimos cuatro años.
Las reformas necesarias para que la economía se adaptara
rápidamente a los cambios tecnológicos han estado
ausentes. Y, en algunos casos, se actuó de manera contraria
a lo que había que hacer. La reforma laboral de Erman González,
las reformas tributarias de Roque Fernández y un ambiente
político poco favorable a la inversión fueron factores
negativos para la economía. Este gobierno tomó una
serie de medidas en la dirección correcta, pero parciales.
Estamos ante un plan económico incompleto.
2.
Para volver a crecer a un 6 por ciento anual hay que instrumentar
un programa gigantesco, esto no se arregla con parches. Hay que
solucionar el problema fiscal, con reducciones de gastos sistemáticas
y significativas que involucren a las provincias. Se debe llevar
adelante una reforma estructural muy profunda, con medidas pro competitividad,
que incluyan una muy importante reforma tributaria y un proceso
generalizado de desregulación de actividades económicas
y de apertura de mercados. También una apertura comercial
externa más agresiva y un programa de reorientación
de los recursos fiscales hacia una mayor atención del desarrollo
de infraestructura.
Andrés
López
Cenit
1. Convertibilidad y keynesianismo son, para bien o para mal, enemigos.
Así que de la crisis se sale en función de los animal
spirits de los agentes privados. Si el Gobierno comienza su
mandato anunciando que la situación de la economía
es crítica y aumentando fuertemente la carga impositiva,
no es ilógico que las empresas demoren decisiones de invertir,
que se retraiga el consumo y que la prima de riesgo país
siga siendo alta. Esto, sumado a la evidente falta de cohesión
del Gobierno en temas clave, ha terminado por generar un ambiente
de expectativas negativas que puede conducir, incluso, a una nueva
recesión abierta.
2. En el corto plazo es urgente revertir las expectativas pesimistas
y rezar para que la situación internacional nos ayude un
poco más. Si se logra salir del pozo recesivo, hay que pensar
ya en cómo hacer para que la trayectoria de crecimiento sea
sustentable. Para eso es necesario crear condiciones para que aumenten
los coeficientes de ahorro interno e inversión y se eleve
fuertemente el nivel de exportaciones, diversificando y desprimarizando
su composición. Además, habrá que adoptar políticas
selectivas de impulso a sectores con alto potencial de crecimiento,
en especial los intensivos en conocimiento.
Bernardo
Kosacoff
Cepal
1.
El problema es nuestra estructura productiva. Ha resultado muy difícil
transitar el camino de la producción de bienes primarios
a otros de mayor valor agregado. Necesitamos más diseño,
más calidad, más sofisticación. No sólo
para competir en mercados externos, sino también para sustituir
importaciones en el ámbito doméstico. Existe un problema
muy complejo, que es el escaso desarrollo de las tramas productivas.
No se crearon las vinculaciones entre las pequeñas y medianas
empresas con las grandes, imprescindibles para generar entornos
de producción más sofisticados.
2.
Son necesarias muchas acciones simultáneas: una estrategia
para organizar el entramado productivo; desarrollar capacidad innovativa;
salir a conquistar nuevos mercados, pero basándose en la
calificación del recurso humano y no en la rebaja del costo
del salario, y tener un muy buen sistema que difunda, promueva y
genere innovación tecnológica. Para esto hay que fortalecer
las instituciones y los programas de política pública,
inyectar competencia en los mercados y desarmar aquellas áreas
en las que hay escasa concurrencia.
Rodolfo
Santangelo
M&S Consultores
1. La economía argentina está como un disco rayado.
El equipo económico pretende que baje el riesgo país,
para que entren capitales y haya reactivación; los inversores
quieren primero reactivación, para luego confiar y hacer
bajar el riesgo país. ¿Quién tira la primera
piedra? El boom de inversiones que hubo hasta 1998 se detuvo, porque
la deflación redujo la rentabilidad más que los costos
y aumentó la tasa de interés real. Las exportaciones
crecieron un 13 por ciento pero basadas, principalmente, en el aumento
del precio del petróleo, que en el corto plazo no arrastra
a otros sectores. El contexto internacional de la Argentina exportadora
es malo: los precios agrícolas son bajísimos, el tipo
de cambio en Brasil sigue alto y el dólar está demasiado
fuerte.
2.
Para crecer sostenidamente al 5 por ciento se debe pulverizar el
riesgo soberano. Hay que darle a la deuda pública la misma
protección que la convertibilidad le da al peso y que las
exigencias del BCRA les dan a los depositantes. Crearle un blindaje
financiero precautivo a la deuda pública, que convenza a
los inversores de que el riesgo de cesación de pagos es cero,
para que el Estado y el sector privado puedan acceder a los mercados
a costos declinantes. Como no podemos lucrar con el crecimiento
de Estados Unidos, necesitamos que nos ayuden a blindar la deuda
con un acuerdo como el que tiene México con la Reserva Federal
y el Tesoro norteamericano. Podría ser un primer paso a una
Unión Monetaria Americana. Con un riesgo país razonable,
las inversiones vuelven y la economía se reactivaría
pronto. Entonces, la agenda para consolidar la reactivación
debería ser: ataque a la evasión, para asegurar la
meta de déficit cero en 2003; contratar 100 managers internacionales
que cobren salarios de mercado si, y sólo si, cumplen metas
de eficientización del gasto público; reformulación
íntegra del financiamiento previsional para abatir el costo
laboral; acordar con las provincias más grandes para que
aumenten el autofinanciamiento a cambio de menores impuestos nacionales
y menos coparticipación.
Carlos
Pérez
Fundación Capital
1.
Hasta hace un mes estábamos en estancamiento económico.
Hoy veo posibilidades claras de que estamos arrancando. ¿Por
qué tardamos tanto en salir? El ajuste es bueno a largo plazo.
Pero el impuestazo, la moratoria y la baja de salarios son todos
instrumentos que, en el corto plazo, pueden resentir la actividad.
Y si se los utiliza en forma gradual, es peor. El trago amargo que
significan esas medidas, por el deterioro de las expectativas y
por la disminución del ingreso disponible, se extendió
en el tiempo. Entonces, la gente no gasta porque nunca sabe si el
ajuste terminó.
2.
Con la economía de Estados Unidos entrando en un aterrizaje
suave, Brasil consiguiendo una mejora en su calificación,
el aumento de las reservas argentinas y la caída del riesgo
país, pareciera que el país está por despegar.
En la medida en que los consumidores no se vean castigados, que
no vuelvan a aparecer ajustes, el país va a recuperar el
crecimiento. Ya aparecieron señales, como el Plan de Viviendas,
el Plan PC y el Plan de Infraestructura, que alientan las expectativas
de la sociedad. Para hablar de crecimiento sustentable hay que asegurarse
la solvencia fiscal y corregir el problema de competitividad.
Claudio
Lozano
IDEP-CTA
1.
El Gobierno transformó a la recesión con deflación
y desocupación en el camino para oxigenar el régimen
convertible. Así, todas sus políticas (impuestazo
sobre las capas medias, reducción del gasto público
nacional y provincial, poda salarial) han tenido impacto negativo
sobre la demanda agregada. La única apuesta reactivante del
oficialismo se concentró en el dinamismo de las exportaciones.
Pero éstas, en tanto que representan sólo el 9 por
ciento del Producto Bruto Interno y que sólo 300 empresas
concentran el 85 por ciento del total, aunque crezcan al 12 por
ciento anual, no sacan al país del estancamiento.
2.
Ampliar la demanda interna creando un seguro de empleo y formación
para jefes de hogar desocupados de 380 pesos y una asignación
universal por hijo de 60 pesos. Esto supone colocar en el mercado
9600 millones de dólares que, por el efecto multiplicador
del consumo, implicarían un incremento en la demanda interna
superior a los 20 mil millones de dólares. El aumento de
la demanda se financia con mayor recaudación, procedente
del mayor consumo (4000 millones), con la reasignación de
los planes sociales (3700 millones), restituyendo aportes previsionales
a los grandes contribuyentes del sector no transable (1500 millones),
eliminando exenciones en ganancias (5000 millones) e incrementando
la presión impositiva sobre el consumo superior (1000 millones).
Pedro
Lacoste
Pedro Lacoste y Asociados
1. Hay razones macro y microeconómicas. Entre las primeras,
una política monetaria restrictiva en Estados Unidos que
es quien fija el piso de nuestras tasas de interés
en momentos en que la situación de deflación que vivimos
clamaría por lo contrario. Simultáneamente, un ajuste
fiscal que, con suba de impuestos y rebaja de salarios, genera una
reducción de la demanda agregada. Entre las razones microeconómicas,
hay un consumidor precavido por su incertidumbre laboral y una inversión
que no encuentra proyectos rentables, debido a que la deflación
de estos últimos años descolocó a los sectores
que no tienen capacidad oligopólica o contractual para imponer
sus precios frente a los que sí lo hacen.
2.
Un shock deflacionario, de una sola vez, que corrija la distorsión
de precios relativos, renegociando los precios de los servicios
públicos y revisando aquellos sectores claves, como las naftas,
donde hay abusos monopólicos. Al mismo tiempo, reducir los
impuestos distorsivos, junto con un compromiso de restricción
del gasto público primario a nivel federal y provincial.
Negociar más seriamente con el FMI, para que los organismos
internacionales financien transitoriamente una política fiscal
más expansiva. De lo que se trata es de hacer de una sola
vez lo que, sino, se irá haciendo en cuotas, con un profundo
desgaste social y político.
Javier
González Fraga
ex presidente del BCRA
1.
El actual estancamiento se debe a que no hay inversiones ni de los
capitales nacionales ni del exterior. Falta una locomotora de crecimiento,
como fueron en su momento las privatizaciones; la estabilidad de
precios, que generó un boom de financiamiento de consumo,
y el Mercosur. Del exterior no vienen inversiones porque el Estado
se chupa todos los fondos disponibles y porque la convertibilidad
no goza de un gran prestigio internacional. En el mundo están
de moda los tipos de cambio flotantes y se duda de que el país
pueda mantener la actual paridad cambiaria.
2.
Hay que hacer dos cosas: mantener la solvencia fiscal para ahuyentar
fantasmas y crear las condiciones para tener un shock exportador.
No alcanza con reducir el déficit de las cuentas públicas,
hay que reasignar el gasto para que haya menor costo en la estructura
de gobierno y mayores posibilidades de apoyo a las actividades exportadoras.
Instrumentar reintegros o reducción de impuestos y disminución
del costo laboral y de los servicios. Agotadas las locomotoras del
pasado, hay que reinventar una locomotora basada en las exportaciones.
Hay que crear condiciones de rentabilidad para exportar. Para crecer
hacia adentro, tenemos que endeudarnos, hay que crecer hacia afuera.
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