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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
6 AGOSTO 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Un hombre bueno

Con dolor recuerdo que, mientras preparaba la semana pasada la nota sobre quienes miran a otro lado cuando llega el momento de solventar los servicios de salud pública, en parte por esa razón se producía la tragedia que enluta a la familia médica argentina. Porque el gran hombre que nos dejó encarnaba lo mejor de lo genuinamente argentino, que es dar una mano al que está en la mala. ¿Cómo medir en dinero la necesidad de quien sólo pide recuperar su salud, que acaso perdió por servir a los demás? No es de hombre bien nacido aprovecharse del dolor ajeno. Ya sé que en tales circunstancias la salud se torna un bien escasísimo, y el precio de demanda por un poquito más de salud puede ser muy alto. Ya sé que el altruismo no se lleva bien con la ecuación costo-beneficio. ¿Pero dónde está escrito que nuestra relación con el otro, con cualquier otro, deba regirse por la ley del máximo beneficio? Que ése fuera el modelo, proclamado como único posible, le producía un rechazo visceral. ¿No estábamos siendo más papistas que el Papa? El Papa del modelo, en este caso, era Adam Smith, y La Riqueza de las Naciones, su Biblia. Me consultó si esa Biblia del liberalismo tenía juicios críticos sobre la economía de mercado. Le envié ocho hojas, una por cada punto en que Smith señalaba rasgos del sistema, criticando algunos, mencionando otros. Entre ellos, la especialización extrema, por la que nadie hacía nada completo y dependía en un todo de los demás; el embrutecimiento y estupidización del trabajador, a raíz de hacer infinitas veces la misma simple operación; el Estado, no como representante de todos sino en especial de los propietarios –de los ricos– para defender sus intereses contra los reclamos de los desposeídos; los trabajadores, eternos perdedores en la contienda laboral-salarial con los patronos; los niños de familias pobres, la variable de ajuste de la ecuación demográfica; la incapacidad del mercado para emitir señales que motiven la producción de bienes requeridos por el conjunto de la población, entre ellos los servicios de salud. El mercado sólo provee aquellos bienes pedidos por quienes poseen dinero para comprarlos. Quienes no poseen el vil metal, no esperen del mercado, no sólo un carruaje tirado por seis caballos, como decía Smith, sino un mendrugo de pan, y menos medicina de alta complejidad. Y la medicina, decía Favaloro, si no es para todos, no tiene sentido.

Lo que vendrá

En estos días de frío intenso, uno de los datos más requeridos es el pronóstico meteorológico. Y ha ocurrido varias veces que el pronóstico para el día siguiente era de frío polar, y el día siguiente resultó una casi primavera. Y en esto la economía se parece a la meteorología. Toda decisión económica produce resultados en tiempo futuro y, como se dice, del futuro nadie es dueño. No hace mucho, a mediados de 1998, ocurría la crisis económica rusa, y el resto del mundo buscaba eludir sus consecuencias y no quedar atrapado en ella. Un conocido comentarista económico dijo: “¡No me pregunten qué va a pasar en los próximos dos días, porque nadie sabe!”. El futuro no es predecible, pero puede darse un nombre a cada caso. Si volvemos los ojos hacia el pasado, para cada fenómeno ocurrió una sola posibilidad: salió el sol o llovió. El futuro será igual cuando se convierta en pasado, pero en el momento de mirarlo, los eventos posibles son más que el único que ha de concretarse. ¿Cuál de ellos es más probable? Si podemos decirlo, los eventos tienen un riesgo. Si no podemos estimar su probabilidad, hablamos de incertidumbre. El estadígrafo mide el riesgo de un activo por la amplitud con que fluctuó históricamente su cotización, en relación con cierto promedio o tendencia central: a mayor fluctuación, menor seguridad de cotizarse a cierto valor –mayor riesgo– y viceversa. No sólo un papel financiero puede ser riesgoso. ¿Quién, en la década del ’70, se animaba a establecer un emprendimiento en Uganda, gobernada por Idi Amin Dada? Uganda sólo era la punta de toda una escala de países no tan inseguros. El grado correspondiente es el riesgo-país, o riesgo que conllevan los aspectos políticos internos de cada país, que incluyen la posibilidad de ruptura institucional, de malestar social, el riesgo de intervención estatal o nacionalización de sectores privados, la ausencia de estadísticas confiables y detalladas, etcétera. Otro concepto, que permite identificar hechos futuros, es el de suerte moral, que se refiere a las alteraciones en la conducta de las personas debido a la suscripción de contratos que le cubren los riesgos emergentes de tales conductas. Asegurar la casa puede inducir a su dueño a ser más negligente con las medidas de seguridad de la misma. Un seguro de desempleo puede hacer a los trabajadores más enérgicos en reclamar mejores condiciones laborales y salariales.