Un hombre bueno
Con dolor recuerdo
que, mientras preparaba la semana pasada la nota sobre quienes miran
a otro lado cuando llega el momento de solventar los servicios de
salud pública, en parte por esa razón se producía
la tragedia que enluta a la familia médica argentina. Porque
el gran hombre que nos dejó encarnaba lo mejor de lo genuinamente
argentino, que es dar una mano al que está en la mala. ¿Cómo
medir en dinero la necesidad de quien sólo pide recuperar
su salud, que acaso perdió por servir a los demás?
No es de hombre bien nacido aprovecharse del dolor ajeno. Ya sé
que en tales circunstancias la salud se torna un bien escasísimo,
y el precio de demanda por un poquito más de salud puede
ser muy alto. Ya sé que el altruismo no se lleva bien con
la ecuación costo-beneficio. ¿Pero dónde está
escrito que nuestra relación con el otro, con cualquier otro,
deba regirse por la ley del máximo beneficio? Que ése
fuera el modelo, proclamado como único posible, le producía
un rechazo visceral. ¿No estábamos siendo más
papistas que el Papa? El Papa del modelo, en este caso, era Adam
Smith, y La Riqueza de las Naciones, su Biblia. Me consultó
si esa Biblia del liberalismo tenía juicios críticos
sobre la economía de mercado. Le envié ocho hojas,
una por cada punto en que Smith señalaba rasgos del sistema,
criticando algunos, mencionando otros. Entre ellos, la especialización
extrema, por la que nadie hacía nada completo y dependía
en un todo de los demás; el embrutecimiento y estupidización
del trabajador, a raíz de hacer infinitas veces la misma
simple operación; el Estado, no como representante de todos
sino en especial de los propietarios de los ricos para
defender sus intereses contra los reclamos de los desposeídos;
los trabajadores, eternos perdedores en la contienda laboral-salarial
con los patronos; los niños de familias pobres, la variable
de ajuste de la ecuación demográfica; la incapacidad
del mercado para emitir señales que motiven la producción
de bienes requeridos por el conjunto de la población, entre
ellos los servicios de salud. El mercado sólo provee aquellos
bienes pedidos por quienes poseen dinero para comprarlos. Quienes
no poseen el vil metal, no esperen del mercado, no sólo un
carruaje tirado por seis caballos, como decía Smith, sino
un mendrugo de pan, y menos medicina de alta complejidad. Y la medicina,
decía Favaloro, si no es para todos, no tiene sentido.
Lo
que vendrá
En
estos días de frío intenso, uno de los datos más
requeridos es el pronóstico meteorológico. Y ha ocurrido
varias veces que el pronóstico para el día siguiente
era de frío polar, y el día siguiente resultó
una casi primavera. Y en esto la economía se parece a la
meteorología. Toda decisión económica produce
resultados en tiempo futuro y, como se dice, del futuro nadie es
dueño. No hace mucho, a mediados de 1998, ocurría
la crisis económica rusa, y el resto del mundo buscaba eludir
sus consecuencias y no quedar atrapado en ella. Un conocido comentarista
económico dijo: ¡No me pregunten qué va
a pasar en los próximos dos días, porque nadie sabe!.
El futuro no es predecible, pero puede darse un nombre a cada caso.
Si volvemos los ojos hacia el pasado, para cada fenómeno
ocurrió una sola posibilidad: salió el sol o llovió.
El futuro será igual cuando se convierta en pasado, pero
en el momento de mirarlo, los eventos posibles son más que
el único que ha de concretarse. ¿Cuál de ellos
es más probable? Si podemos decirlo, los eventos tienen un
riesgo. Si no podemos estimar su probabilidad, hablamos de incertidumbre.
El estadígrafo mide el riesgo de un activo por la amplitud
con que fluctuó históricamente su cotización,
en relación con cierto promedio o tendencia central: a mayor
fluctuación, menor seguridad de cotizarse a cierto valor
mayor riesgo y viceversa. No sólo un papel financiero
puede ser riesgoso. ¿Quién, en la década del
70, se animaba a establecer un emprendimiento en Uganda, gobernada
por Idi Amin Dada? Uganda sólo era la punta de toda una escala
de países no tan inseguros. El grado correspondiente es el
riesgo-país, o riesgo que conllevan los aspectos políticos
internos de cada país, que incluyen la posibilidad de ruptura
institucional, de malestar social, el riesgo de intervención
estatal o nacionalización de sectores privados, la ausencia
de estadísticas confiables y detalladas, etcétera.
Otro concepto, que permite identificar hechos futuros, es el de
suerte moral, que se refiere a las alteraciones en la conducta de
las personas debido a la suscripción de contratos que le
cubren los riesgos emergentes de tales conductas. Asegurar la casa
puede inducir a su dueño a ser más negligente con
las medidas de seguridad de la misma. Un seguro de desempleo puede
hacer a los trabajadores más enérgicos en reclamar
mejores condiciones laborales y salariales.
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