Pelee
y barra
La
designación del presidente del Banco Ciudad tiene mucha más
trascendencia por el mensaje que trasmite a la sociedad que la simple
puja de mercado persa de cargos políticos entre el Frepaso
y la UCR en el nuevo gobierno que estrena hoy Aníbal Ibarra.
Después de semanas de presiones cruzadas, el flamante jefe
de Gobierno de la Ciudad de Buenos pudo imponer su candidato, Roberto
Feletti, ante Fernando de la Rúa y Carlos Chacho
Alvarez. Los dos líderes de la Alianza estaban convencidos
de que ese puesto lo tenía que ocupar un miembro potable
para los hombres de negocios como señal hacia lo que se denomina
mercado. Resulta interesante esta historia de intrigas,
internas y presiones para observar cómo desde el gobierno
nacional todavía siguen obsesionados con congraciarse con
el establishment. Ansiedad que a todas luces es desproporcionada
en este caso porque se trataba, en definitiva, de apenas el banco
del distrito. ¿Cuántos auto de fe más tendrán
que hacer para sentirse aceptados?
Los candidatos que buscaron De la Rúa y Chacho fueron Javier
González Fraga, ex dos veces presidente del Banco Central
durante el primer gobierno de Carlos Menem; Martín Redrado,
ex titular de la Comisión Nacional de Valores de Menem; y
Roque Maccarone, ex mandamás del Banco Nación en los
últimos años de la administración Menem. Uno
a uno fueron rechazando el convite por diferentes razones. El hombre
que quería Chacho era Maccarone, a quien le agradece haberlo
introducido a los hombres de negocios. Pero el ex también
del Banco Río, de 67 años, prefiere una jubilación
tranquila como asesor del Banco Galicia.
Los argumentos utilizados para bochar a Feletti son una muestra
de la concepción de tranco corto que suele capturar a ciertos
políticos. Le cuestionaban que era bancario (fue delegado
gremial en el Banco Central) y no banquero; que se había
enfrentado a la gestión de Roque Fernández-Pedro Pou;
que es muy joven para manejar el Banco Ciudad; y, los más
retrógados, que usaba pelo largo y arito. No mencionaban
que hace ya más de dos años que ocupa una silla en
el directorio de la entidad financiera. Y, en todo caso, la cuestión
no pasa por prejuicios conservadores sino si será capaz de
ejercer el mando del banco para terminar de limpiarlo y hacerlo
más eficiente. Este desafío deberá aprobarlo
durante su gestión.
Ibarra defendió su postulación y, al final, ganó,
aunque no queda claro si fue por su propia insistencia o porque
los candidatos del establishment dieron un paso al costado. De todos
modos, la pelea por Feletti ha posicionado a Ibarra, por lo menos
hasta ahora, con un discurso y acción que responde más
a sus convicciones y a mantener la esperanza entre sus seguidores
que a dar permanentemente respuesta a los grupos tradicionales de
poder.
Vale aclarar a esta altura que el cargo a Feletti en sí pasó
a ser lo de menos, sino que ese economista del Frepaso se ha transformado,
involuntariamente, en una figura emblemática para dentro
y fuera de la Alianza. Durante las jornadas de indefinición
sobre la presidencia del Ciudad, dirigentes del Frepaso evaluaban
como lamentable el debate que se había abierto por ese puesto.
Decían que si después de más de dos años
de compartir la gestión de la entidad, con un par de directores
(el otro es Arnaldo Bocco), esa fuerza política no podía
defender que uno de ellos sea el presidente, la señal que
se emitía era de mucha debilidad.
Finalmente, Ibarra, asumiendo riesgos que de eso se trata
hacer política, rompió los límites que
se autoimpone la Alianza en su gestión para no enfurecer
a las fieras de la city. Lo que sucede es que sin audacia y creatividad
el alumno aplicado simplemente pasará desapercibido durante
su ciclo escolar. Y lo que se necesita ahora para salir del pozo
es un poco de insolencia ante el poder económico. Sólo
un poquito, no es cuestión de ser muy ambicioso
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