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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
6 AGOSTO 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Pelee y barra

La designación del presidente del Banco Ciudad tiene mucha más trascendencia por el mensaje que trasmite a la sociedad que la simple puja de mercado persa de cargos políticos entre el Frepaso y la UCR en el nuevo gobierno que estrena hoy Aníbal Ibarra. Después de semanas de presiones cruzadas, el flamante jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos pudo imponer su candidato, Roberto Feletti, ante Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Alvarez. Los dos líderes de la Alianza estaban convencidos de que ese puesto lo tenía que ocupar un miembro potable para los hombres de negocios como señal hacia lo que se denomina “mercado”. Resulta interesante esta historia de intrigas, internas y presiones para observar cómo desde el gobierno nacional todavía siguen obsesionados con congraciarse con el establishment. Ansiedad que a todas luces es desproporcionada en este caso porque se trataba, en definitiva, de apenas el banco del distrito. ¿Cuántos auto de fe más tendrán que hacer para sentirse aceptados?
Los candidatos que buscaron De la Rúa y Chacho fueron Javier González Fraga, ex dos veces presidente del Banco Central durante el primer gobierno de Carlos Menem; Martín Redrado, ex titular de la Comisión Nacional de Valores de Menem; y Roque Maccarone, ex mandamás del Banco Nación en los últimos años de la administración Menem. Uno a uno fueron rechazando el convite por diferentes razones. El hombre que quería Chacho era Maccarone, a quien le agradece haberlo introducido a los hombres de negocios. Pero el ex también del Banco Río, de 67 años, prefiere una jubilación tranquila como asesor del Banco Galicia.
Los argumentos utilizados para bochar a Feletti son una muestra de la concepción de tranco corto que suele capturar a ciertos políticos. Le cuestionaban que era bancario (fue delegado gremial en el Banco Central) y no banquero; que se había enfrentado a la gestión de Roque Fernández-Pedro Pou; que es muy joven para manejar el Banco Ciudad; y, los más retrógados, que usaba pelo largo y arito. No mencionaban que hace ya más de dos años que ocupa una silla en el directorio de la entidad financiera. Y, en todo caso, la cuestión no pasa por prejuicios conservadores sino si será capaz de ejercer el mando del banco para terminar de limpiarlo y hacerlo más eficiente. Este desafío deberá aprobarlo durante su gestión.
Ibarra defendió su postulación y, al final, ganó, aunque no queda claro si fue por su propia insistencia o porque los candidatos del establishment dieron un paso al costado. De todos modos, la pelea por Feletti ha posicionado a Ibarra, por lo menos hasta ahora, con un discurso y acción que responde más a sus convicciones y a mantener la esperanza entre sus seguidores que a dar permanentemente respuesta a los grupos tradicionales de poder.
Vale aclarar a esta altura que el cargo a Feletti en sí pasó a ser lo de menos, sino que ese economista del Frepaso se ha transformado, involuntariamente, en una figura emblemática para dentro y fuera de la Alianza. Durante las jornadas de indefinición sobre la presidencia del Ciudad, dirigentes del Frepaso evaluaban como lamentable el debate que se había abierto por ese puesto. Decían que si después de más de dos años de compartir la gestión de la entidad, con un par de directores (el otro es Arnaldo Bocco), esa fuerza política no podía defender que uno de ellos sea el presidente, la señal que se emitía era de mucha debilidad.
Finalmente, Ibarra, asumiendo riesgos –que de eso se trata hacer política–, rompió los límites que se autoimpone la Alianza en su gestión para no enfurecer a las fieras de la city. Lo que sucede es que sin audacia y creatividad el alumno aplicado simplemente pasará desapercibido durante su ciclo escolar. Y lo que se necesita ahora para salir del pozo es un poco de insolencia ante el poder económico. Sólo un poquito, no es cuestión de ser muy ambicioso