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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
03 SEPTIEMBRE 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Gobierno, trabajo, futuro

Cuando, en 1758, Quesnay construyó un modelo económico con dos grupos de unidades productivas y un sector de consumidores, sin proponérselo había iniciado un modo de representar esquemáticamente la actividad económica que tendría plena vigencia en el siglo 20. Al modelo le faltaban el gobierno y el resto del mundo, y era natural, pues los fisiócratas propiciaban un gobierno mínimo y su comercio exterior, decían, tenía como principal rubro el tráfico de esclavos, que poco tenía que ver con la agricultura nacional. Después de la Gran Depresión, que expandió de modo inocultable las funciones económicas del Estado, y en el marco de un mercado mundial, el modelo quedó irreal. Pero se siguió usando como herramienta pedagógica. En un primer modelo, las familias aportan trabajo y reciben ingresos de las empresas, dinero que gastan en las producciones de las empresas, lo que le permite obtener de éstas los bienes que necesitan. En un segundo modelo, se introduce el gobierno, que extrae impuestos directos e indirectos del sector privado y les aporta diversos bienes y servicios. En un tercer modelo, la economía se abre para permitir transacciones con el exterior. No todos entienden la construcción, pues las cuestiones económicas admiten más de una interpretación, dado que, como decía Samuelson, tienen matices que cada uno destaca o ignora: no suelen ser blancas o negras, sino grises y con lunares. Cierta vez un economista, empeñado en enseñarle a su hijo la interacción entre trabajo y capital, entre gobierno y pueblo, y entre presente y futuro, le propuso a su hijo: imagina que mamá es el gobierno, pues organiza todo en el hogar; la empleada es el trabajo; yo traigo el dinero a casa, y soy el capital; tú eres el pueblo y tu hermanito es el futuro. El niño vio que la mamá bañaba a su hermanito y que la empleada lustraba los zapatos del padre, e interpretó así: el gobierno cuida del futuro, y el trabajo coopera con el capital. Se lo dijo a su padre y éste lo felicitó. A la noche el hermanito, que dormía al lado suyo, se hizo caca, y fue a avisar a su madre, que dormía a pata ancha y no le oyó. Fue a llamar al padre y lo vio dentro de la cama de la empleada. Cuando llegó el día, fue de nuevo a decirle a su padre su interpretación de los hechos: el gobierno no escucha la voz del pueblo y no para de dormir; el capital se monta al trabajo; y el futuro tiene mal olor, sin que nadie se haga cargo de ello.

300 años de economía

Al despuntar el siglo XX nacieron tres de los mayores sabios economistas de la historia: Roy Forbes Harrod, el 13 de febrero, Gottfried Haberler, el 20 de julio, y Maurice Herbert Dobb el 24 de julio. En cierta forma, sus trabajos encarnaron tres de las principales tendencias económicas del siglo: la keynesiana, la liberal y la marxista, respectivamente. Su influencia se irradió por la mayoría de países, tanto desarrollados como subdesarrollados, en éstos con la debida adaptación a sus circunstancias. Sus propias versiones fueron no dogmáticas y progresistas, en el sentido de que eran abiertas, progresivas y adaptables a distintas situaciones. Harrod se formó en Oxford, pero al llegar a tutor accedió a la posibilidad de pasar un semestre en Cambridge, donde estuvo bajo la dirección de Keynes y para quien escribió semanalmente un ensayo de economía internacional. Keynes le dio su primer disgusto, al rechazarle como editor del Economic Journal un trabajo en el que presentaba su primer hallazgo científico: la curva de ingreso marginal. Luego Harrod colaboró con Keynes en su Teoría General, a la que aportó su único gráfico. En el año que Keynes publicó su obra, Harrod publicó El ciclo Económico, donde explicaba las crisis por la interacción del acelerador y el multiplicador. Tres años después publicó “Ensayo de teoría dinámica”, un artículo donde sentó las bases de los modelos de crecimiento económico. Haberler fue el típico economista austríaco. Alumno de Von Wieser y de Von Mises, sus obras principales en Europa fueron Significado de los números índices (1927) y Comercio internacional (1933). En la segunda obra presentó la curva de posibilidades de producción, que revolucionó el tratamiento de la teoría del comercio internacional. Otro campo en que sobresalió fue en la teoría del ciclo económico: como experto mundial, la Sociedad de Naciones le encomendó sistematizar las teorías del ciclo, lo que hizo en Prosperidad y depresión (1937). Dobb fue conocido entre nosotros sobre todo por Economía política y capitalismo (1937), que junto a Estudios sobre el desarrollo del capitalismo (1946) fueron sus obras magnas. Dobb simpatizó con el caso de la URSS, al que estudió en Desarrollo económico ruso desde la revolución (1928). Destacable fue su colaboración con Piero Sraffa en la edición de las Obras y correspondencia de David Ricardo (1951-73).