Gobierno, trabajo, futuro
Cuando, en 1758,
Quesnay construyó un modelo económico con dos grupos
de unidades productivas y un sector de consumidores, sin proponérselo
había iniciado un modo de representar esquemáticamente
la actividad económica que tendría plena vigencia
en el siglo 20. Al modelo le faltaban el gobierno y el resto del
mundo, y era natural, pues los fisiócratas propiciaban un
gobierno mínimo y su comercio exterior, decían, tenía
como principal rubro el tráfico de esclavos, que poco tenía
que ver con la agricultura nacional. Después de la Gran Depresión,
que expandió de modo inocultable las funciones económicas
del Estado, y en el marco de un mercado mundial, el modelo quedó
irreal. Pero se siguió usando como herramienta pedagógica.
En un primer modelo, las familias aportan trabajo y reciben ingresos
de las empresas, dinero que gastan en las producciones de las empresas,
lo que le permite obtener de éstas los bienes que necesitan.
En un segundo modelo, se introduce el gobierno, que extrae impuestos
directos e indirectos del sector privado y les aporta diversos bienes
y servicios. En un tercer modelo, la economía se abre para
permitir transacciones con el exterior. No todos entienden la construcción,
pues las cuestiones económicas admiten más de una
interpretación, dado que, como decía Samuelson, tienen
matices que cada uno destaca o ignora: no suelen ser blancas o negras,
sino grises y con lunares. Cierta vez un economista, empeñado
en enseñarle a su hijo la interacción entre trabajo
y capital, entre gobierno y pueblo, y entre presente y futuro, le
propuso a su hijo: imagina que mamá es el gobierno, pues
organiza todo en el hogar; la empleada es el trabajo; yo traigo
el dinero a casa, y soy el capital; tú eres el pueblo y tu
hermanito es el futuro. El niño vio que la mamá bañaba
a su hermanito y que la empleada lustraba los zapatos del padre,
e interpretó así: el gobierno cuida del futuro, y
el trabajo coopera con el capital. Se lo dijo a su padre y éste
lo felicitó. A la noche el hermanito, que dormía al
lado suyo, se hizo caca, y fue a avisar a su madre, que dormía
a pata ancha y no le oyó. Fue a llamar al padre y lo vio
dentro de la cama de la empleada. Cuando llegó el día,
fue de nuevo a decirle a su padre su interpretación de los
hechos: el gobierno no escucha la voz del pueblo y no para de dormir;
el capital se monta al trabajo; y el futuro tiene mal olor, sin
que nadie se haga cargo de ello.
300
años de economía
Al
despuntar el siglo XX nacieron tres de los mayores sabios economistas
de la historia: Roy Forbes Harrod, el 13 de febrero, Gottfried Haberler,
el 20 de julio, y Maurice Herbert Dobb el 24 de julio. En cierta
forma, sus trabajos encarnaron tres de las principales tendencias
económicas del siglo: la keynesiana, la liberal y la marxista,
respectivamente. Su influencia se irradió por la mayoría
de países, tanto desarrollados como subdesarrollados, en
éstos con la debida adaptación a sus circunstancias.
Sus propias versiones fueron no dogmáticas y progresistas,
en el sentido de que eran abiertas, progresivas y adaptables a distintas
situaciones. Harrod se formó en Oxford, pero al llegar a
tutor accedió a la posibilidad de pasar un semestre en Cambridge,
donde estuvo bajo la dirección de Keynes y para quien escribió
semanalmente un ensayo de economía internacional. Keynes
le dio su primer disgusto, al rechazarle como editor del Economic
Journal un trabajo en el que presentaba su primer hallazgo científico:
la curva de ingreso marginal. Luego Harrod colaboró con Keynes
en su Teoría General, a la que aportó su único
gráfico. En el año que Keynes publicó su obra,
Harrod publicó El ciclo Económico, donde explicaba
las crisis por la interacción del acelerador y el multiplicador.
Tres años después publicó Ensayo de teoría
dinámica, un artículo donde sentó las
bases de los modelos de crecimiento económico. Haberler fue
el típico economista austríaco. Alumno de Von Wieser
y de Von Mises, sus obras principales en Europa fueron Significado
de los números índices (1927) y Comercio internacional
(1933). En la segunda obra presentó la curva de posibilidades
de producción, que revolucionó el tratamiento de la
teoría del comercio internacional. Otro campo en que sobresalió
fue en la teoría del ciclo económico: como experto
mundial, la Sociedad de Naciones le encomendó sistematizar
las teorías del ciclo, lo que hizo en Prosperidad y depresión
(1937). Dobb fue conocido entre nosotros sobre todo por Economía
política y capitalismo (1937), que junto a Estudios sobre
el desarrollo del capitalismo (1946) fueron sus obras magnas. Dobb
simpatizó con el caso de la URSS, al que estudió en
Desarrollo económico ruso desde la revolución (1928).
Destacable fue su colaboración con Piero Sraffa en la edición
de las Obras y correspondencia de David Ricardo (1951-73).
|