Cada argentino un acreedor
En 1990 la consigna fue el capitalismo popular de mercado, según
libro de Margaret Thatcher, en adaptación libre de María
Julia Alsogaray. La idea era convertir a cada argentino en accionista,
terminando con los proletarios antes de que lo hiciera el desempleo.
Los PPP (Programas de Propiedad Participada), impulsados por Wenceslao
Bunge y otros, fueron el instrumento inicial de esa estrategia.
Diez años después, con la Bolsa en ruinas y los
PPP muertos o moribundos, la nueva consigna es convertir a cada
argentino en un acreedor del Estado. En lugar de acciones deberán
comprar Bontes, Letes y Pagarés del Tesoro. De esta manera,
el ciudadano común no figurará en el pasivo de las
sociedades anónimas sino en el de Hacienda. Este es ya
su status a través de los fondos jubilatorios, ya que las
AFJP invierten la mitad en títulos públicos.
Este nuevo modelo, lanzado por José Luis Machinea (Economía),
Daniel Marx (Finanzas) y Mario Vicens (Hacienda), retrotrae la
situación a como era hasta 1989, como saben muy bien ellos
tres. En esos tiempos, millones de argentinos eran pequeños
acreedores del Estado, aunque a través de los bancos y
por sus depósitos, cuyo tomador último era el Banco
Central. Tal vez cause algún escozor recordar que todo
aquello desembocó en el Plan Bónex, que representó
un parcial repudio de su deuda por parte del Estado.
Ahora, como incentivo a ingresar al nuevo modelo que pretende
democratizar la deuda pública, el Tesoro ofrece pagar rentas
que hasta duplican las reconocidas por el sistema financiero.
¿La trayectoria de los ingresos del sector público
le permiten prometer un 12 por ciento anual? La marcha de la recaudación
impositiva muestra que de ninguna manera. Por otro lado, ¿se
considera el Estado peor deudor que cualquier banco, o estamos
simplemente ante una falla de mercado? En definitiva, ahora que
vuelve a estar de moda el vivir con lo nuestro, suena
bien que la renta financiera repartida por Hacienda quede en el
país.