Swan
La escuela económica
australiana es relativamente joven, por lo que el puñado
de economistas que alcanzó notoriedad internacional todavía
viven: Arndt (n. 1915), Kemp (n. 1926), Corden (n. 1927), Salter
(1929-63), Harcourt (n. 1931) y Turnovsky (n. 1941). Del grupo,
Arndt y Corden nacieron en Alemania y Turnovsky en Nueva Zelanda.
Entre ellos sobresale Trevor Winchester Swan (1918-89), nacido en
Sydney y graduado en la Universidad de Sydney con honores y premio
universitario. Fue docente adjunto en la misma universidad en 1940-41.
En 1942 ingresó a la administración pública
como economista, en el Departamento de Organización Bélica
de la Industria, consejero económico (1943-45); y luego ocupó
diversos altos cargos, hasta dejar esas tareas en 1950, en que fue
profesor fundador de Economía en la nueva Escuela de Investigación
de las Ciencias Sociales en Canberra. En esta tarea docente también
fue consejero de los gobiernos de Australia y otros, y miembro del
Consejo del Banco de Reserva, entre 1976 y 1985. En sus aportes
a la ciencia económica está en primer lugar su artículo
Crecimiento económico y acumulación de capital
(Economic Record, 1956). El de Solow apareció en febrero
de 1956 y el de Swan en noviembre de ese año, por lo que,
aunque se trata en esencia de la misma construcción y se
publicaron ambos con independencia uno del otro, se menciona al
modelo como el de Solow-Swan. El modelo de Solow, en determinado
aspecto, no es sino la versión neoclásica (es decir,
permitiendo la sustitución perfecta entre factores productivos)
del modelo Harrod-Domar, y en igual sentido se orientó Swan,
aunque su tratamiento de los rendimientos a escala no fue tan lograda
como la de Solow. Estos trabajos teóricos no hicieron sino
confirmar leyes de sentido común, como la implícita
en el dicho no hay pan sin afán, que puede traducirse
como que no puede acumularse capital sin el correspondiente respaldo
de ahorro, es decir, de sacrificio del consumo. En efecto: ¿Cuál
es la máxima tasa de crecimiento del trabajo compatible con
el mantenimiento de un determinado nivel de producción per
cápita? La respuesta (suponiendo ausencia de progreso tecnológico)
es que para cualquiera de tales niveles es decir, para cualquier
nivel dado del coeficiente de producto/capital la tasa máxima
de crecimiento es directamente proporcional al coeficiente de ahorro.
Solow
La mayoría
de los economistas parecen desayunarse con limón y vinagre.
Robert Solow es una excepción. Como es una celebridad, innumerables
desconocidos se le acercan, y siempre exhibe una sonrisa cálida,
como un padre que contempla la felicidad de sus hijos. Su presencia
nos honró el año pasado, cuando la UBA abrió
sus aulas para el congreso de la Asociación Internacional
de Economía. Este neoyorquino de Brooklyn, de 76 años,
cumple su medio siglo de ingreso al célebre M.I.T. como profesor
adjunto de Estadística. Formado en Harvard, se doctoró
en 1951 con una tesis sobre procesos estocásticos como causa
de la desigual distribución de ingresos. En 1956 publicó
el artículo Una contribución a la teoría
del crecimiento económico, que en poco tiempo revolucionaría
la teoría del crecimiento económico. Los precursores
históricos de esta teoría habían sido los economistas
clásicos (Smith, Ricardo, Marx), Cassel (1918), Ramsey (1927)
y Von Neumann (1937). Pero la historia moderna comienza con Harrod
(1939) y Domar (1946). Estos últimos completaron el modelo
keynesiano, incluyendo en él la capacidad productiva del
equipo de capital: la inversión, como producción de
capital nuevo, no sólo representaba mayor actividad y empleo
(efecto multiplicador) sino también expansión del
potencial productivo (efecto capacidad). Se trataba de hallar a
qué tasa debía crecer el sistema y a la vez mantener
el pleno empleo, dada la expansión de capacidad y cierto
crecimiento demográfico. La solución de Harrod-Domar
era como caminar sobre un alambre: al menor paso en falso, el sistema
entraba en desequilibrios crecientes. Este resultado indeseable,
conocido como el filo de la navaja, era resultado de
sujetar el sistema a una tecnología (o relación capital/producto)
rígida. Si, en cambio, se permitía una sustitución
suave del capital por trabajo, o viceversa, podía superarse
la inestabilidad del modelo de Harrod-Domar, en el sentido de pasar
bruscamente de un sobreempleo al desempleo, y viceversa. El modelo
de Solow generó numerosos aportes, al punto que es la cabeza
de la teoría del crecimiento, en tanto el modelo Harrod-Domar
quedó como un prólogo no del todo exitoso. Ese artículo
y otros no sólo le valieron a Solow ser designado en 1957
profesor de economía en el M.I.T., al lado de P.A. Samuelson,
W.W. Rostow y C.P. Kindleberger, sino el Premio Nobel en 1987.
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