Cambiando de vida
El salario del
trabajo en distintos empleos varía según la probabilidad
de éxito de ellos. La probabilidad de que una persona determinada
consiga o no calificarse para ejercer la profesión que está
aprendiendo es muy distinta en las diferentes profesiones. El éxito
es casi seguro en la mayor parte de los oficios mecánicos,
pero es muy inseguro en profesiones liberales. Coloque usted a su
hijo de aprendiz con un zapatero y existe poca duda de que aprenderá
a fabricar un par de zapatos; pero envíelo a estudiar leyes
y la probabilidad de que llegue a una capacitación que le
permita ganarse la vida con esa actividad es, por lo menos, de veinte
a uno. En una profesión en la que por cada uno que triunfa
fracasan veinte, ese uno debería ganar todo lo que les habría
correspondido a los veinte que fracasan. El éxito universal
de la lotería puede hacernos ver que se tiende a sobreestimar
la probabilidad de ganancia (Adam Smith). Elegir oficio es
demandar un bien: supone comparar la utilidad que añade obtener
un bien, con el precio que se paga: si un bien me añade mucha
utilidad, no implica que demandaré mucho de él; todo
depende del precio que deba pagar. Elegir oficio es demandar ingreso
futuro y se compara con el riesgo de fracasar en obtener tal ingreso.
Pero hay distintos ingresos y riesgos. Elegir el oficio de ladrón,
tan común hoy, indica que hay una subestimación de
la probabilidad de ser aprehendido. Que haya pocos ladrones de guante
blanco presos y sólo ladrones de gallinas indica que la ganancia
de los segundos fue tan pequeña como para no permitir una
coima apetecible a los captores. Algunos ingresos son mucho más
altos que los garantidos por contrato, como los de acomodadores
o mozos. La fuerte competencia por tales cargos sugiere la magnitud
de los ingresos adicionales esperados. También
la competencia por cargos públicos genera feroces contiendas.
¿Por la expectativa de suculentos ingresos adicionales?
Los festejos jubilosos que todo el país vio atónito
por televisión, al enajenarse alguna empresa pública,
hacen pensar que en ese momento les cambiaba la vida a unos cuantos.
El gobernador de Córdoba, alguna vez, sostuvo que la política
en estos tiempos sirve para cambiarles la vida a los políticos.
Por otra parte, la inexistencia de condenados indica que la trama
de lealtades y silencios baja a casi cero el riesgo de ser descubierto
y condenado.
Todo
se cotiza
Hace
unos 135 años, un escritor más temido que leído
tomó por caso de bienes objeto de compraventa un trozo de
tela, una Biblia y una dosis de aguardiente: Para nuestro
tejedor, la carrera de su mercancía se cierra con la Biblia,
en la cual él ha convertido sus 2 libras esterlinas. Pero
el vendedor de Biblias permuta por aguardiente las 2 libras esterlinas
obtenidas del tejedor. Marx no conoció los calefones,
pero sin duda habría coincidido con E. S. Discépolo
en idear alguna transacción de compraventa entre ellos. Es
que en nuestro sistema de mercado, todo se hace con el fin de venderse
y por ello cada cosa tiene su cotización en el mercado. ¿La
moral? Cuando su cotización es baja, se da por moneditas,
como lo señala un ya vetusto tango. ¿La Patria? En
tanto ella es el suelo en que se nació, éste puede
ser adquirido en cantidades ilimitadas por cualquier residente del
exterior, al punto en que lo que llamamos patria podría ser
no más que las tierras de Soros o de Bill Gates. ¿Puede
esperarse que algún rinconcito de la vida no haya sido invadido
por el cálculo económico? Al aceptar el mercado como
único espacio donde relacionarse, se ha traspuesto una puerta
en que está escrito, como en la puerta del infierno del Dante:
¡Oh, vosotros, los que entráis, abandonad toda
esperanza! En efecto, de aspectos de la vida como formar una
familia, dice Gary Becker que ningún aspecto de la
vida familiar escapa actualmente a su interpretación con
el cálculo de la elección racional. Es decir,
lo que antes se decía enamorarse ahora debe entenderse
comola maximización de una función de utilidad.
Tener hijos es producir una mercancía: Producir y criar
niños supone un sustancial compromiso del tiempo de las madres,
y a veces también de los parientes femeninos cercanos, debido
a que los niños tienden a ser más tiempo-intensivos
que otras mercancías, en especial respecto del tiempo materno.
Los niños no sólo son mercancías, sino además
instrumentos de producción, según Fred Cottrell, profesor
de Derecho Político y Sociología: En los primeros
pasos hacia la industrialización, o en zonas que dependen
completamente de vender productos de baja energía para conseguir
convertidores de alta energía, puede ser posible criar un
niño hasta el momento en que se le puede dar empleo a un
costo más bajo que el que supone obtener su equivalente mecánico
(Energy and Society, VII).
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