Quitapenas
Si
algo logró la hiperinflación y la posterior convertibilidad
es haber disciplinado a los economistas de todos los colores sobre
la necesidad de buscar la solvencia fiscal del Estado. Cuando el
equipo económico insiste con que su principal política
es el cuidado de las cuentas públicas no conmueve a nadie.
Como es fácil de entender ese objetivo no puede movilizar
a la gente, que aspira a que le ofrezcan proyectos más ambiciosos.
Pero tampoco genera admiración especial en consultores de
la city, inversores extranjeros o técnicos de organismos
financieros internacionales. No provoca adhesiones entusiastas,
precisamente, porque se sabe que cualquiera que ocupara el Palacio
de Hacienda tendría el mismo objetivo. Existe consenso entre
los economistas que un país con deuda creciente no puede
desarrollarse si a la vez tiene déficit creciente. Entonces,
los esfuerzos de los muchachos de Machinea de instalar como su virtud
la meta de la solvencia fiscal los lleva a la frustración
de sentirse poco reconocidos por el trabajo que están haciendo.
Lo que sucede es que el dilema que atraviesa hoy a la economía
argentina no pasa por el equilibrio fiscal, sino en cómo
se llega a esa meta. Y pocos en la Alianza y menos en el Justicialismo
quieren dar ese debate. Esa resistencia se debe a que tendrían
que empezar a discutir un tema que, por ahora, sólo convoca
lamentos: cómo se distribuye el ingreso en el país.
Una
medida incluida en el proyecto de Presupuesto del 2001 brinda pistas
en ese sentido. En la iniciativa presentada en el Congreso se elimina
el impuesto extraordinario a la Altas Rentas, que gravaba con una
alícuota especial de Ganancias a las personas con ingresos
anuales superiores a los 120 mil pesos. El argumento de Economía
para suprimirlo fue que se había estipulado que ese tributo
se aplicaría sólo en el 2000. También se sostuvo
que ese impuesto aportó poco al Tesoro (unos 150 millones
de pesos) en relación al daño que provocó
en esos contribuyentes, que disminuyeron consumos y amplificaron
el malhumor social. Vale mencionar que en ese lote de contribuyentes
participan ejecutivos, financistas, economistas de la city y periodistas
conocidos que cacarearon como gallinas desplumadas por ese aporte
adicional al fisco. Lo cierto es que, más que cumplir con
la promesa de que era por un año o porque acercó pocos
recursos, Machinea aplicó su herramienta quitapenas para
no irritar a los integrantes del décil más alto en
la pirámide de ingresos.
Otra pista se encuentra en la decisión de mantener la rebaja
salarial en el sector público. Pese a que su efecto sobre
las cuentas públicas ha sido pobre porque ni el Congreso
ni la Justicia acompañaron esa disposición, Economía
insistió con la poda del 12 al 15 por ciento de los sueldos
para el resto de la administración pública. En este
caso, pese a que existen cientos de fallos de la Justicia declarando
inconstitucional ese recorte, no actuó el quitapenas de Machinea.
No se tomó en cuenta que esa medida se presentó también
como extraordinaria y que el ahorro que generó en el Estado
no fue importante. Además, ese décil de la mitad para
abajo de la pirámide de ingresos también vio afectada
su capacidad de consumo como los de arriba de todo. Incluso el impacto
fue mayor, puesto que ese sector de asalariados consume todos sus
ingresos sin posibilidad de guardar nada. En cambio, lo que afectó
a los contribuyentes de Altas Rentas fue su capacidad de ahorro
y no tanto sus consumos inmediatos.
La forma en que se cierre la brecha fiscal no tiene un efecto neutro
sobre la gente. Por derecha prefieren insistir hasta el ridículo
con el gasto público, haciéndose los distraídos
respecto a la rigidez de la estructura de egresos, como por ejemplo
que el pago de intereses de la deuda se llevará el 22 por
ciento de los recursos. Mirar para el lado del gasto evita discutir
lo que hoy es clave para entender el malhumor social y las dificultades
para que la economía arranque: la distribución inequitativa
de los ingresos. Bien se sabe que los impuestos es una de las principales
armas para estructurar una sociedad más justa. Sólo
es cuestión de ver quienes se benefician del quitapenas.
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