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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
12 NOVIEMBRE 2000








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Discriminación de precios

Si su verba es la misma, si su fono es el mismo, si el método es igual, entonces, ¿por qué pagar distinto un llamado telefónico en distintos días y horarios?” Una propaganda del momento nos propone resolver ese ejercicio lógico, o silogismo; es decir, dadas ciertas premisas (p), hallar las conclusiones implícitas en ellas (q): si p, entonces q. Debe aclararse que, como toda propaganda, parte de una base falsificada, al hacer explícitas sólo las premisas en las que se vea reflejado el segmento de consumidores al que se dirige dicha propaganda. En este caso, el segmento elegido es aquel en que el costo del teléfono es gravoso en el conjunto de gastos mensuales, vale decir, un segmento de ingresos moderados –clase media o media baja– que vería con agrado conservar el servicio y pagarlo a menos precio. El problema tiene varios ángulos. Uno, el carácter monopólico que ha tenido el servicio, que hizo posible que una sola empresa pudiera explotar a su gusto a un mercado cautivo, ávido de teléfonos, imposibilitado de cambiar de empresa prestadora. Sumado a ello, la garantía de rentabilidad mínima a la empresa y el privilegio de indexar según la inflación extranjera y de litigar en tribunales extranjeros. Curioso régimen, que implantó, en nombre de la libre empresa y el libre mercado, el privilegio a favor de una única prestadora –y encima estatal extranjera– y la amputación absoluta del derecho del consumidor a elegir. Impenitentes forjadores de eufemismos para esconder crudas realidades (“ajuste” por cercenamiento, etc.) ¿no llamamos “libre empresa” a la libre ganancia? Otro ángulo es que detrás del precio que está dispuesto a pagar el consumidor está su propia utilidad por el servicio que recibe, y que el precio que efectivamente se paga en el mercado –igual para los distintos consumidores– incluye a innumerables demandantes que obtienen una utilidad mayor al precio que pagan, y que bien pagarían más antes que privarse del servicio: no pagar por esa utilidad extra obtenida es la “renta” o “excedente” del consumidor. Como es obvio, si el proveedor conociera el precio de demanda de cada uno y pudiera hacerlo, le aplicaría a cada uno un precio distinto, igual a la utilidad que cada cual obtiene. A eso se le llama segmentación de la demanda y la posibilidad de ejecutarla sólo cabe bajo monopolio, con imposibilidad para el consumidor de elegir a quién comprarle.

Veinte años ¿no es nada?

Un 12 de noviembre, en 1980, falleció Francisco García Olano. Nacido en 1908, se recibió de ingeniero en 1930 y aplicó su conocimiento a la construcción de obras viales. En sus últimos años actuó como profesor de Fluctuaciones Económicas Argentinas en la Universidad Católica Argentina, como consultor de las Naciones Unidas y como miembro de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. ¿Cómo llegó a la economía y qué cosa útil podemos sacar hoy de sus ideas? Ya grandecito, a los 36 años, se acercó a las clases de Prebisch sobre Dinámica económica, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Lo siguió en todo el quinquenio en que Prebisch desarrolló su primer pensamiento sobre el desarrollo económico, y luego lo acompañó en 1949-50 como economista principal de la CEPAL. A su lado aprendió que las grandes y admiradas teorías económicas, desde el keynesianismo y el monetarismo, no eran sino expresión de los problemas e intereses económicos de los grandes países centrales; que la industrialización era el único camino que podía sacarnos del status colonial (“ningún país sin industria es grande; todo país esencialmente agrícola-ganadero no supera el estado semicolonial”); que para la industrialización el Estado y la planificación eran imprescindibles (“la Argentina no puede progresar si sus gobiernos no tienen conciencia del papel ineludible que les corresponde para el desarrollo económico acelerado”); que el país camina por el filo de una navaja, y el menor error se refleja en el balance de pagos (“cualquier plan equivocado va a dar contra el balance de pagos”); que no es solución cubrir déficit con endeudamiento externo (“se considera que con habilidades de gestiones personales en el exterior, se tapará el hueco, con nuevos préstamos, pero lo único que se hará es postergar la crisis”). Por último, que es un mito falso que la teoría liberal hubiera permitido un gran crecimiento en las primeras décadas del siglo, seguidas por un estancamiento en la época no liberal. (“Desde 1905 hasta 1930, es decir, los 25 años anteriores a la crisis, el progreso total per cápita fue solamente del 8%. Los 25 años de teoría no liberal que siguieron produjeron un aumento del 21%. Es decir, que cuando aplicamos una teoría, aunque mal llevada, que se ajustaba más a nuestra realidad, subimos prácticamente tres veces con relación a los 25 años anteriores”.)