La devaluación del futuro
Después
de analizar los eventuales pros y contras de Bush y Gore para
los intereses argentinos, comparación en la que el demócrata
le ganaría al republicano por tres variables (tasa de interés,
paquete de rescate y negociaciones bilaterales) a dos (fortaleza
del dólar y política comercial), el último
informe de coyuntura de Ieral-Fundación Mediterránea
concluye que, en realidad, quienquiera que gane las elecciones,
recién asumirá el 20 de enero, que es casi el largo
plazo para la Argentina, dadas las actuales condiciones. Así
que no hay que olvidarse de Clinton, recomienda.
Esto mismo lo están diciendo las altas tasas de interés,
que implican un exiguo valor presente de cualquier momento futuro.
Cuanto mayor es la incertidumbre respecto de qué cosa deparará
el porvenir, incluyendo una eventual cesación de pagos,
más alto será el precio del dinero en términos
de tiempo. Se retorna así a una sobrevaluación del
corto plazo y a la inviabilidad económica de las inversiones
de largo aliento y lento retorno, que suelen ser las más
significativas para el desarrollo. José Luis Machinea,
Mario Vicens o Pablo Gerchunoff conocen muy bien este escenario,
que vivieron también desde la conducción económica
en los 80, y fue paradójicamente tratando a toda
costa de no repetirlo que ahora lo reencuentran.
Para predecir los sucesos políticos, observe los
tipos de cambio, aconsejaba recientemente el título
de una nota de Mark Landler, difundida por el New York Times Service.
Landler se refiere a países como Filipinas, Indonesia o
Taiwan, donde los movimientos de la paridad cambiaria son el mejor
barómetro de los problemas políticos en ciernes,
incluyendo la caída de presidentes. Gracias a la Convertibilidad,
ese título no serviría para referirse a la Argentina.
Pero, ¿y si reemplazamos tipos de cambio por tasas de interés?
¿Cuánta estabilidad tendrá en su cargo Fernando
de la Rúa, o al menos un fusible como el equipo económico,
si las tasas no bajan notoriamente? Es forzoso deducir que poca.