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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
12 NOVIEMBRE 2000








 BUENA MONEDA
 por Alfredo Zaiat


Verduras y frutas

Resulta una comparación odiosa, pero inevitable. A fines de la década del ‘80, el Estado salía a recolectar fondos del mercado financiero local para cubrir el desequilibrio de sus cuentas. Así se fue estructurando lo que en ese momento se denominó “festival de bonos”. Papeles con nombres de antibióticos, como Tidol, Tacam, Barra, Bagon, que eran incorporados a las carteras de los bancos devengando una exorbitante tasa de interés. Como no podía ser de otra manera, las cuentas públicas quedaron exhaustas, precipitándose una corrida contra un Estado quebrado que derivó en hiperinflación. En estos días, José Luis Machinea colocó en la plaza local Letras del Tesoro a tasas incompatibles con la posibilidad de recrear condiciones para que la economía pueda crecer. Y dando señales de que la Argentina está en riesgo de cesación de pagos, al revelar con esa colocación que ha disminuido hasta un nivel alarmante el “colchón financiero” para hacer frente sin sobresaltos a los vencimientos de la deuda. Lo que no deja de llamar la atención en el comportamiento del equipo económico es su incapacidad de aprender de la propia experiencia.
Salvo que la situación sea desesperante y, por lo tanto, debería ser otra la reacción del Gobierno ante una emergencia financiera, la colocación de Letras al 16 por ciento anual resultó una irresponsabilidad con consecuencias imprevisibles. Estrategia de financiamiento que recibió críticas de todo el abanico de economistas, política que el encargado de esa emisión de deuda, Daniel Marx, justificara con soberbia tan poco feliz comparando que “la suba de la tasa es posible como el alza de la fruta y la verdura”. Como sabe cualquiera que alguna vez pisó una verdulería, los precios tienen una evolución estacional y la mayoría compra los productos de temporada cuando empiezan a descender, no cuando son escasos y caros.
A un golpe de mercado que ya ha mudado a crisis financiera no se le responde esquivando culpas. Marx debería asumir con humildad que ha tenido una pésima percepción de la evolución del mercado, dejando a la economía con una vulnerabilidad alarmante frente a la voracidad de los bancos. Argentina está pagando tasas altísimas y al borde de la cesación de pagos por no haber adelantado financiamiento en los meses previos a la espera de un mercado más favorable, especulación que fue errada.
Pensar, además, que con una seguidilla de anuncios de planes de inversión pactados con privatizadas, atados a aumentos de tarifas, podrán frenar la corrida desatada contra los activos de riesgo argentinos es de una ingenuidad sorprendente. No asumir que los analistas de Wall Street, con su elevada cuota de ignorancia, han bajado el pulgar a Argentina resulta una negación peligrosa. La única forma que tiene Machinea para poder mantenerse al frente del Palacio de Hacienda sin profundizar la recesión es con un contraataque fulminante. Y lo único que tiene a mano es conseguir un crédito contingente del FMI, bancos y del Tesoro de Estados Unidos por 15 mil millones de dólares para tranquilizar a las fieras.
De todos modos, ese préstamo no sería suficiente si persiste la debilidad por el lado político. Ya no es Machinea el escollo, sino la falta de liderazgo político. Y las críticas apuntan entonces a Fernando de la Rúa. En ese contexto de desconfianza creciente, con el mercado financiero internacional cerrado, los márgenes de acción se angostan. El actual escenario es de una situación fiscal relativamente controlada, un sector externo comercial desahogado y reservas internacionales abundantes. Pero la clave pasa hoy por frenar la ola de sospechas sobre la economía argentina para poder abrir el mercado voluntario de crédito internacional y negociar con el Fondo Monetario el relajamiento de las metas fiscales para poder expandir la economía. El nuevo paquete de medidas es un tributo más al “mercado”. ¿Será suficiente?