Desahorro, el nuevo sueño americano
Ciertos cambios culturales frivolizantes, un crecimiento que no
parecía tener fin, el desarrollo del crédito y las
fáciles ganancias de capital generadas por la Bolsa han
conducido en los Estados Unidos a un fenómeno novedoso:
los hogares consumen más de lo que ganan. En el otro extremo
del subibaja hace sentir su peso el sector público, que
hace pocos años presentaba un déficit de hasta 5
por ciento del Producto y este año se ufana de un superávit
(ahorro) del 2 por ciento. Ahora son las empresas y los consumidores
los únicos que piden plata en el mercado, mientras que
al Gobierno le sobra (y qué hacer con ella fue parte de
la discusión entre Bush y Al Gore).
De hecho, la fuerte corriente inversora de las corporaciones vino
demandando recursos muy superiores al ahorro interno, y descansando
por tanto en la afluencia de fondos desde el exterior, lo que
explica que la cuenta corriente muestre un alarmante rojo del
4,5 por ciento, en términos del Producto. Con la economía
en rápido crecimiento y el dólar revaluándose,
la entrada de capitales era una consecuencia obvia. Esto, o está
dejando de ser así (enfriamiento), o se ha revertido (rebote
del euro). Sumando familias y empresas, su déficit financiero
alcanza un 7 por ciento del PNB.
Lo que puede estar temiendo ahora Alan Greenspan, jefe de la Reserva
Federal, es que una inversión en la corriente de capitales,
que puedan sentirse ahuyentados de Wall Street y de un dólar
debilitado, y más atraídos por la solidez europea,
fuerce un drástico ajuste en el consumidor norteamericano
y desate una recesión, como ocurrió en su momento
en otras potencias capitalistas, como Japón o Gran Bretaña.
No se trata, en todo caso, de una perspectiva mala para la Argentina,
país altamente endeudado que gozará con una merma
en la tasa de interés y que, además, no ha sabido
aprovechar comercialmente la asombrosa expansión estadounidense.
Queda, como incógnita, saber cuánta sombra arrojaría
sobre el mundo una caída en las importaciones norteamericanas.