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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
25 FEBRERO 2001








 ENFOQUE


La falacia del riesgo país

Por federico poli y miguel peirano

La teoría del riesgo país, entendida como la idea de centrar fundamentalmente todos los esfuerzos de política económica en crear confianza externa para mejorar la cotización de los títulos de deuda pública y así producir un círculo virtuoso de baja de la tasa de interés local y aumento de la demanda agregada, se ha demostrado rápida y contundentemente fallida. Pocas veces la realidad ha sido tan demostrativa del equívoco de una teoría en una ciencia social. Ya el piloto automático había quedado sepultado tras la profunda recesión argentina (profundizada por la inacción y la reforma impositiva de la anterior gestión económica). Mientras, el mundo entero crecía a tasas significativas, olvidando las crisis de Asia y de Rusia.
Ahora se pretende responsabilizar al “ruido político” del pobre desempeño económico. Pareciera desconocerse que sucesos políticos relevantes existen siempre en todo el mundo y las economías sanas siguen su curso.
Estados Unidos vivió un affaire y supuestas mentiras de su presidente que pusieron en riesgo su continuidad por meses, luego existió una indefinición electoral que tuvo que ser resuelta por la Corte Suprema y ha tenido en su historia, y en los últimos años, todo tipo de escándalos y denuncias. Brasil ha tenido un presidente vinculado a la corrupción sistemática, con familiares inculpados y relacionados con muertes; ministros también ligados a ilícitos y un presidente como Cardoso que cuando logró reencaminar la economía tenía bajísimos niveles de popularidad. Pero así y todo, cuando los fundamentos lo justificaron la economía creció vertiginosamente. Chile ha tenido un duro conflicto social y político que duró meses y que culminó con el procesamiento del dictador Pinochet. España, banqueros vinculados con el poder presos, dirigentes políticos acusados de represión ilegal y, ya más atrás en el tiempo, intentos de alterar el orden constitucional. Italia ha visto caer gobiernos y gran parte de la clase política sospechada de corrupción.
Así se puede extender el análisis a todos los países y momentos históricos. Incluso puede decirse que la Argentina de los últimos años ha sido muy estable en términos políticos. Es evidente que la crisis económica que vivimos no es responsabilidad de las declaraciones de Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín sobre la deuda externa ni a la renuncia a la vicepresidencia de Carlos Alvarez o a la investigación de la diputada Elisa Carrió.
Obviamente, todos los factores inciden en la evolución económica pero no en forma determinante, menos aún pueden ser señalados como causantes de la crisis. Además, debe remarcarse que el “ruido político” no debe asignarse a quien exterioriza irregularidades sino a quien las genera.
Argentina tiene un problema económico sustentado en políticas que han fracasado y que deben dar paso a una reorientación de las medidas aplicadas. Es la economía la que no funciona, no podemos sobrevivir dependiendo de la confianza existente en el exterior para prestarnos fondos a tasas elevadísimas. Existen problemas de rentabilidad que exceden al propio sector productivo, ausencia de competitividad para exportar bienes con alto valor agregado y debilidad de la demanda interna. Es hora de debatir cómo encaminar el crecimiento. Casi 30 días duró superficialidad del blindaje y el inducido optimismo de la recuperación del euro, los commodities y la baja de tasas de interés.
El estancamiento afecta tanto a la gente como a los políticos que terminarán siendo víctimas de las víctimas del modelo.