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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
04 MARZO 2001








 BUENA MONEDA


Fatalidad y magia

Por Alfredo Zaiat

Tiene como un aire de fatalidad y de resignación que no deja de sorprender. Como si el destino estuviera predeterminado por vaya uno a saber quién. La economía brinda más o menos márgenes para poder hacer política, y se sabe que la argentina brinda menos. Pero atarse obsesivamente a un único objetivo subordinando el resto de la estrategia a conseguirlo es lo mismo que caminar apaciblemente, doblegado, hacia el vacío del abismo. Toda la suerte ha sido echada a que baje el riesgo país para que se dispare un proceso de crecimiento. Con esa apuesta el ahora ex-equipo económico cayó en una trampa, sin asumir que la convertibilidad tiene problemas si el riesgo país se dispara hasta niveles posteriores a la crisis de la renuncia de Chacho Alvarez por insignificantes divergencias políticas en cuanto a su importancia en lo económico, como el caso Cuba, o por una leve tormenta financiera como la turca, o incluso por la polémica por el procesado presidente del Banco Central, Pedro Pou. (Al respecto, no resulta más desestabilizante para un gobierno el vergonzoso chantaje del establishment defendiendo a un funcionario que tiene más denuncias penales que Víctor Alderete.)
Desde que tomó las riendas de Hacienda, Machinea presentó una y otra iniciativa con la meta excluyente de generar confianza para bajar la tasa de riesgo país y así precipitar el demorado círculo virtuoso de crecimiento en un esquema de convertibilidad. Pero cada una de ellas no ha dado el resultado esperado. Qué herramienta más poderosa que el blindaje para provocar una corriente de confianza le quedaba a José Luis Machinea. Ninguna, y por eso se fue. Los efectos de expectativas positivas generados por el rescate de los acreedores de Argentina ya han quedado diluidos. Hasta la baja de la tasa de interés internacional, que evidentemente beneficia al país, no ha provocado una movilización de las adormecidas fuerzas productivas.
En ese escenario, Machinea se quedó sin nada más para ofrecer. Ahora es tiempo de la fantasía de un golpe de confianza que permita sacar a la economía del pozo recesivo. Ese pensamiento mágico domina a la mayoría de banqueros, analistas y empresarios. Ilusión que alimentan imaginando al protagonista sacando de la galera la receta para terminar con 32 meses de estancamiento. Pero creer que habrá un mago que podrá terminar con esta etapa de retroceso económico es de una ingenuidad asombrosa.
La clave del estancamiento no pasa por los hombres, sino por encontrar respuesta al siguiente interrogante: ¿La economía puede crecer en forma sostenida con tipo de cambio fijo (convertibilidad) en un escenario de tasa de interés doméstica elevada, servicios públicos privatizados caros e impuestos que castigan a la producción y al consumo? Un miembro del ex- equipo económico esquivó la pregunta y uno del anterior comandado por Roque Fernández admitió que no tiene respuesta y que sólo hay que recuperar confianza, aunque no sabe cómo.
Lo que sucede es que ahora, sin ingreso de capitales, para crecer con convertibilidad se necesita afectar privilegios de sectores del poder económico, puesto que ya se ha dado el fuerte ajuste a la baja del costo salarial. Para ganar competitividad, entonces, la economía necesita que cambie la dinámica del sistema financiero para que los bancos disminuyan la tasa de interés; que bajen en forma agresiva el costo de los servicios de las empresas privatizadas, que siguen contabilizando groseras ganancias extraordinarias en una economía en recesión; y que se cobren impuestos a los ricos para liberar presión sobre la producción y el consumo. De esa forma, podrán volver a ser rentables muchos negocios y varios proyectos de inversión en el esquema cambiario 1=1.
Para ello, bancos, privatizadas y hombres de fortuna deberán hacer su aporte. En caso contrario, lo que estará en cuestionamiento no será un ministro de Economía, sino la propia convertibilidad, que tanto dicen defender esos sectores de privilegio.