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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
22 ABRIL 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López

 

Un euro, ahí

Cuando nos visitó Juan Carlos I, los teléfonos funcionaban con cospeles. Un chiste de “gallegos” decía: el rey ve un cospel y pregunta: “¿Para qué sirve esto?”. Le aclaran que para hablar por teléfono. Entonces lo acerca a su boca y dice: “¿Hola!, ¿con España?”. El pseudochiste enseña que hay caminos que llevan a obtener una cosa, y no son la cosa misma. Si uno tiene un billete para un recital de Pavarotti, no puede pensar que Pavarotti está en el billete. De modo análogo, el dinero que se maneja vale por la cantidad de bienes, en el país y en el exterior, que puede obtenerse a cambio de los billetes. El dinero argentino no posee capacidad alguna para cambiarse por bienes en otras geografías que no sean la Argentina. Es idéntico a la rupia, un papel pintado que el Reino Unido inventó para la India, cuando era su colonia, para que los indios efectuaran sus transacciones y las empresas británicas pudieran remesar sus ganancias convirtiendo rupias en libras esterlinas. El cambio de pesos por dólares combina dos funciones monetarias: medio de cambio y unidad de cuenta, o moneda real y moneda ideal, como antes se decía. Ambas monedas las cumplen. Pero una moneda ideal –una unidad de cuenta– no necesariamente es usada en operaciones de intercambio: la guinea, el reis, la luca y el palo nunca se acuñaron, pero servían para hacer cuentas. Es la condición que tiene hoy el euro. Los billetes (moneda real) recién se pondrán a disposición desde el 1º de enero de 2002. Si hoy hablamos de convertibilidad del peso (moneda real) al euro (moneda ideal), es como obtener placer sexual sin la contraparte, operación cuyo nombre es conocido. La convertibilidad tiene dos aspectos: uno, el canje de un dinero por otro dinero; otro, la tasa de cambio, fija o flexible. La “nueva convertibilidad” puede ser cualquier cosa, menos intercambio de monedas. Sí es la salida del 1 a 1 con el dólar. Hemos “salido de la convertibilidad”, cuya ley sólo podía ser cambiada por otra ley, e implicaba una discusión parlamentaria que todos pensaban imposible. Ya está: ahora tenemos una “nueva convertibilidad”. El 1 a 1 murió, aunque a futuro. Pero todo futuro llega, y cuando llegue, el debate parlamentario será cosa de un pasado lejano. Cavallo lo hizo. Entretanto, la opinión pública no necesita pensar en la inviabilidad de la actual estructuración de la deuda pública externa, que Cavallo también hizo.



Ladrón bueno y ladrón malo

En los distintos sistemas económicos se verifica la captación de excedentes de producción por las clases propietarias. El dueño del esclavo obtenía su propio ingreso de la producción del segundo, luego de atender a la subsistencia de éste. Sin embargo, en su origen, el esclavo era explotado hasta morir. En la sociedad feudal descripta por los fisiócratas, la clase terrateniente ganaba su ingreso con el sobrante del producto de la tierra, o producto neto, luego de deducirse las sumas necesarias para afrontar un nuevo ciclo productivo. Si el dueño de la tierra tomara más, el nuevo ciclo productivo debería comenzar a una escala menor, y el sistema no sería sustentable a largo plazo. La ambición desmedida mataría la fuente del ingreso. En el capitalismo, las cosas no ocurren de otro modo: el dueño de una empresa toma del producto de sus empleados tanto como puede. Si tomase más, pagando un salario inferior a la subsistencia del trabajador, o no reponiendo el desgaste de los enseres de trabajo, se arriesgaría a deteriorar la capacidad laboral de quienes le sirven. Es una regla de oro no extraer de un proceso reproductivo más allá de la reproducción neta. Consumir todos los huevos que ponen las gallinas, a la larga extinguiría las gallinas. Hoy, sin embargo, la búsqueda desenfrenada de lucro lleva a tomar de las sociedades más allá de lo necesario para su preservación, con jornadas de labor “flexibles” y salarios bajos, que privan a los agentes productivos y a sus descendientesdel tiempo y medios necesarios para el mantenimiento y mejora de su capacidad laboral. Otro tanto ocurre con la explotación de la naturaleza: tala de árboles, captura de especies silvestres, pesca masiva, etc., actividades en las que las modernas tecnologías permiten tomar más allá de la reproducción neta, con amenaza de la supervivencia de la población originaria. Si la apropiación compatible con la sustentabilidad es explotación, y es una suerte de “robo bueno”, la apropiación a mayor tasa es depredación o robo malo, por cuanto aniquila a las poblaciones que saquea. Las privatizaciones son un caso así. Venden servicios no exportables: aportan 0 divisas. En cambio, indexan sus tarifas por la inflación del exterior, con lo que las ganancias y remesas de divisas alcanzan ya cifras incompatibles con los volúmenes de exportación: las defunciones de dólares superan a los nacimientos.