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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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Las profecías de Samuel
Si de
Samuel se admiraba la visión profética, Samuelson
Robert, no Paul no quiere irle en zaga. Su profecía
que tal vez se autocumpla, como admitió Daniel Marx
ante Página/12 no es sólo que la Argentina
puede quebrar sino que su quiebra podría desatar una reacción
en cadena, provocando la próxima crisis financiera global,
según escribió en Newsweek. Pero Samuelson no pretende
ser el único ni el primero en lanzar semejantes presagios,
y cita en su artículo a otros economistas que coinciden
con su visión catastrofista, como Mark Falcoff, del American
Enterprise Institute; Carmen Reinhart, de la Universidad de Maryland,
y el ya popular entre nosotros Charles Calomiris, de la Universidad
de Columbia y el Banco Mundial.
El pesimismo sobre la Argentina es ya, como se ve, una corriente
de pensamiento entre los economistas estadounidenses, naturalmente
situados del lado de los acreedores, oficiales o privados. Sus
posturas dan lugar a un extraño contrapunto, en el cual
el deudor asegura que dispone de todo el dinero necesario para
cumplir sus compromisos, mientras el acreedor se niega a creerle.
Tanto jaleo en torno del país se explica porque, según
datos de JP Morgan Securities, el 20 por ciento de los bonos gubernamentales
emitidos por países emergentes son argentinos. La pregunta,
para Calomiris, según la cita elegida por Samuelson, no
es si la Argentina quebrará sino cuándo. Y la explicación
que dan del blindaje organizado por el Fondo Monetario es de un
impactante cinismo político: esa operación prosperó
porque Bill Clinton quería posponer la crisis para que
estallara una vez que él estuviese fuera de la Casa Blanca.
Ya instalado George W. Bush, ¿para qué dilatar lo
inevitable? Sobre el plan de Domingo Cavallo, Samuelson se muestra
entre despectivo y prudente: Está lleno de contradicciones,
pero quizá funcione. ¿Quién lo sabe?.
Pero ni él ni los especuladores le abren esta vez un crédito.
Saben que la Argentina no puede pagar y que el negocio es, por
tanto, jugarle en contra.
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