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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
22 ABRIL 2001








 BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat


Suerte y destino

No parece muy riguroso, ni estricto y mucho menos juicioso hablar de suerte o destino cuando la referencia es la economía. Pero la tentación es muy grande. El encadenamiento de sucesos considerados fortuitos o casuales es una definición genérica de lo que se denomina suerte. Indudablemente, en cuanto a la evolución de la tasa de interés de Estados Unidos, Domingo Cavallo es un hombre de suerte. Su primer desembarco en el ministerio de Economía fue a comienzos de la década del ‘90 presentando la Convertibilidad I cuando la tasa internacional estaba en el piso del 3 por ciento anual. Bajísimo nivel que explica en gran parte el éxito inicial de ese esquema rígido de tipo de cambio, puesto que ese sistema sólo se puede sostener con el ingreso incesante de capitales. Y esas tasas reducidas alentaron la entrada de fondos desde el exterior en búsqueda de rentas más atractivas que las que se ofrecían en los mercados estadounidense o europeos. También puede ser una cuestión del destino, que una definición simple lo expresa como el encadenamiento de los sucesos considerados como necesarios. Y en este caso, cuando se trata de la evolución de la tasa de interés internacional, convoca a una mueca de compasión el destino que le correspondió a los radicales al momento de manejar la economía.
Durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la tasa promedio se ubicó por encima del ¡10 por ciento anual!, con picos del 14 por ciento al comienzo de esa administración. Como se sabe, esa experiencia económica terminó de la peor manera posible, con descontrol de precios que derivó en hiperinflación y moratoria en el pago de los intereses de la deuda externa. Ese elevado nivel de las tasas no fue el único determinante del fracaso económico de la gestión Sourrouille-Machinea, pero colaboró bastante para acelerar la quiebra de un Estado exprimido por grupos económicos y banca acreedora. En el ejercicio reciente de manejar la economía por parte de José Luis Machinea el destino, aunque dicen que no está marcado, volvió a jugarle una mala pasada. Unos meses antes de que el radical Fernando de la Rúa ganara las elecciones, en octubre del ‘99, la Reserva Federal inició una veloz carrera de subir la tasa de interés con el objetivo de frenar el recalentamiento de la economía de Estados Unidos. Con esa política agresiva de contención monetaria llevó la tasa del 4,75 al 6,5 por ciento anual en mayo del 2000, manteniéndola en esa cumbre durante todo el resto del año. Logrado el objetivo, y con el riesgo de sumergir a la economía en una profunda recesión, la FED cambió su estrategia recién a principios de enero del 2001. Para Machinea ya era tarde, había tenido que cabalgar contra el viento internacional en contra y la magia del blindaje financiero fue insuficiente.
Suerte y destino se volvieron a dar la mano. La legión de economistas radicales salió nuevamente frustrados y Cavallo ingresó otra vez al Palacio de Hacienda. Lanzó la versión II de la Convertibilidad, que vale recordar necesita ingreso de capitales para sostenerse, y la Fed redujo sorpresivamente la tasa al 4,5 por ciento. Cota que para la mayoría de los analistas de Wall Street seguirá bajando en los próximos meses hasta el 4,0 o 3,5 por ciento, dependiendo de la evolución de la economía americana.
Con tasas más bajas, Argentina pagará menos intereses, le resultará más fácil colocar bonos en los mercados, los inversores se volcarán a las plazas emergentes para tener rentas más atractivas y, fundamentalmente, se facilitará una eventual reprogramación de la deuda. ¡Bingo!, dijo Mingo.