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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
13 MAYO 2001








 BUENA MONEDA
Por Alfredo Zaiat


Ricachones

Con ese sentido común de las ideas simples para resolver problemas complejos, la dueña de los almuerzos de los argentinos dijo en el primer día de su nuevo ciclo “que los ricachones paguen los impuestos que deben”. Mirtha Legrand expresó así, con inteligente sencillez, lo que cae de maduro por la propia dinámica de una economía en constante deterioro. Aunque no hay que descartar que por convicción o por ineptitud se termine profundizando este ciclo depresivo. En las actuales circunstancias de descenso acelerado de la calidad de vida derivada de un ajuste deflacionario de tres años resulta un “exceso de economistas” disponer la generalización del IVA. Es cierto que cuando se habla de teoría y administración tributaria, incluso también de equidad impositiva, se sostienen que lo mejor y más beneficioso para la economía es la extensión del IVA a todas las actividades para evitar el negreo. Pero en algunas cátedras de la Facultad de Economía también se aprende que las medidas tienen que implementarse en el momento oportuno para ser exitosas en el objetivo perseguido. La generalización del IVA apunta a disminuir el circuito negro y a eliminar privilegios. Pero esa meta queda desdibujada cuando la economía está sumergida en una prolongada recesión, con el consumo castigado y desaliento de la población sobre su futuro.
Una economía en expansión, con consumo creciente, nuevas inversiones y oportunidades de empleo, tolera la generalización del IVA. O, en todo caso, los sectores alcanzados con el tributo estarían obligados a mostrar argumentos sólidos para rechazarlo. Los empresarios de la cultura exponiendo, por ejemplo, que en los países que les interesa esa actividad la gravan, pero a la vez el Estado destina importantes subsidios para su desarrollo. Pero en un escenario de recesión y deflación, la extensión del IVA deja de ser un tema exclusivamente de administración tributaria sino que pasa a ser una cuestión de supervivencia económica. Esto es así porque esa medida de “equidad tributaria”, paradójicamente, tiene como saldo una mayor “inequidad económica”, puesto que acelera un proceso de concentración del mercado. Con la generalización del IVA, las empresas que tienen rentabilidad la disminuyen o dejan de tenerla. Y las que no contabilizan ganancias directamente van a la quiebra.
En ese contexto de crisis, siendo el IVA un impuesto que la academia de tributaristas recomienda generalizar, pero que a la vez es regresivo porque afecta a todos por igual sin importar el nivel de ingresos, la exclusión de la renta financiera como objeto gravable resulta una obscenidad impositiva. La Argentina es uno de los pocos países del mundo que mantiene en una isla de privilegio a la renta financiera. La compraventa de acciones y títulos públicos y los intereses de plazos fijos no están alcanzados por el impuesto a las Ganancias. Se argumenta que si se elimina esa exención los capitales se fugarían, como si ahora no lo hicieran, o no ingresarían al país, como si lo estuvieran haciendo, o que el país no podría conseguir financiamiento, como si lo tuviera. También se sostiene que la situación financiera estaría peor. Pero otras recetas, como los impuestazos de Machinea y el reciente de Cavallo, no han mejorado el panorama. Por el contrario, lo han empeorado debido a que demoraron la salida de la recesión y, por lo tanto, profundizaron la crisis alejando así a los inversores de estas orillas.
El fisco recibiría no menos de 1500 millones de dólares anuales cobrando Ganancias a la renta de los bonos, además de implicar una medida de evidente equidad tributaria y económica. De esa forma, los “ricachones” a los que se refirió Mirtha Legrand, reclamando por la indignante evasión en Bienes Personales como de otros impuestos, empezarían también a hacer su aporte para salir de la crisis.