Ricachones
Con ese sentido común de las ideas simples
para resolver problemas complejos, la dueña de los almuerzos
de los argentinos dijo en el primer día de su nuevo ciclo
que los ricachones paguen los impuestos que deben. Mirtha
Legrand expresó así, con inteligente sencillez, lo
que cae de maduro por la propia dinámica de una economía
en constante deterioro. Aunque no hay que descartar que por convicción
o por ineptitud se termine profundizando este ciclo depresivo. En
las actuales circunstancias de descenso acelerado de la calidad
de vida derivada de un ajuste deflacionario de tres años
resulta un exceso de economistas disponer la generalización
del IVA. Es cierto que cuando se habla de teoría y administración
tributaria, incluso también de equidad impositiva, se sostienen
que lo mejor y más beneficioso para la economía es
la extensión del IVA a todas las actividades para evitar
el negreo. Pero en algunas cátedras de la Facultad de Economía
también se aprende que las medidas tienen que implementarse
en el momento oportuno para ser exitosas en el objetivo perseguido.
La generalización del IVA apunta a disminuir el circuito
negro y a eliminar privilegios. Pero esa meta queda desdibujada
cuando la economía está sumergida en una prolongada
recesión, con el consumo castigado y desaliento de la población
sobre su futuro.
Una economía en expansión, con consumo creciente,
nuevas inversiones y oportunidades de empleo, tolera la generalización
del IVA. O, en todo caso, los sectores alcanzados con el tributo
estarían obligados a mostrar argumentos sólidos para
rechazarlo. Los empresarios de la cultura exponiendo, por ejemplo,
que en los países que les interesa esa actividad la gravan,
pero a la vez el Estado destina importantes subsidios para su desarrollo.
Pero en un escenario de recesión y deflación, la extensión
del IVA deja de ser un tema exclusivamente de administración
tributaria sino que pasa a ser una cuestión de supervivencia
económica. Esto es así porque esa medida de equidad
tributaria, paradójicamente, tiene como saldo una mayor
inequidad económica, puesto que acelera un proceso
de concentración del mercado. Con la generalización
del IVA, las empresas que tienen rentabilidad la disminuyen o dejan
de tenerla. Y las que no contabilizan ganancias directamente van
a la quiebra.
En ese contexto de crisis, siendo el IVA un impuesto que la academia
de tributaristas recomienda generalizar, pero que a la vez es regresivo
porque afecta a todos por igual sin importar el nivel de ingresos,
la exclusión de la renta financiera como objeto gravable
resulta una obscenidad impositiva. La Argentina es uno de los pocos
países del mundo que mantiene en una isla de privilegio a
la renta financiera. La compraventa de acciones y títulos
públicos y los intereses de plazos fijos no están
alcanzados por el impuesto a las Ganancias. Se argumenta que si
se elimina esa exención los capitales se fugarían,
como si ahora no lo hicieran, o no ingresarían al país,
como si lo estuvieran haciendo, o que el país no podría
conseguir financiamiento, como si lo tuviera. También se
sostiene que la situación financiera estaría peor.
Pero otras recetas, como los impuestazos de Machinea y el reciente
de Cavallo, no han mejorado el panorama. Por el contrario, lo han
empeorado debido a que demoraron la salida de la recesión
y, por lo tanto, profundizaron la crisis alejando así a los
inversores de estas orillas.
El fisco recibiría no menos de 1500 millones de dólares
anuales cobrando Ganancias a la renta de los bonos, además
de implicar una medida de evidente equidad tributaria y económica.
De esa forma, los ricachones a los que se refirió
Mirtha Legrand, reclamando por la indignante evasión en Bienes
Personales como de otros impuestos, empezarían también
a hacer su aporte para salir de la crisis.
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