El espejo
No podía
faltar la palabra autorizada de los banqueros, con la prudencia
de mantener en reserva la identidad del vocero, sobre el caso Menem-armas.
Preocupación, dicen que genera entre los inversores
la prisión del ex presidente de la Nación. Son los
mismos que se rasgaban las vestiduras por la ausencia de una Justicia
independiente que no favorecía el desarrollo de un clima
de negocios. Se inquietan cuando parece que se observa una saludable
vía en ese sentido. Algunos pueden pensar que lo que les
preocupa, en realidad, es el síndrome del espejo,
de verse reflejados en ese mismo destino de Menem ante una investigación
judicial independiente por operaciones sospechadas de violar leyes.
Y una reciente transacción financiera podría motivar
a algún curioso fiscal o investigador de la Oficina Anticorrupción
a indagar ciertas formas de hacer negocios fáciles que los
banqueros tan bien saben concretar con funcionarios de turno en
el Ministerio de Economía. Negocios cuya cuenta paga toda
la sociedad, como el caganje de deuda.
Cuál fue el mecanismo de elección como líder
de esa transacción del poco relevante en la plaza local banco
Credit Suisse-First Boston, del amigo americano de Domingo Cavallo,
David Mulford, sería un buen punto de partida para aquellos
que, ya cerrada la operación, todavía mantienen interés
en un trueque de bonos que condicionará a la economía
argentina de los próximos años. Después se
podría averiguar cómo se definió el porcentaje
de las comisiones (0,55 por ciento), muy por encima de lo que se
concreta en los mercados internacionales por deal millonarios, que
deparó la obscena suma de 140 millones de dólares
a repartir entre los bancos organizadores. Sería revelador
conocer cómo se definió que los bancos cobraran también
esa comisión por cambiarse títulos a sí mismos,
por sus propias tenencias y por las de AFJP y compañías
de seguros que controlan. Esos movimientos fueron el grueso del
caganje.
No estaría de más que, a la vez, se investigara cómo
se establecieron los precios de los viejos bonos a rescatar, que
en Página/12 del jueves pasado se ofrecieron apenas dos casos
(Brady Par y Discount) de los 45 títulos involucrados, que
reflejaron una sobrevaluación de esos papeles con una ganancia
extra para los banqueros de 35 millones de dólares. Si a
esta altura, el fiscal se entusiasma y piensa que el caganje puede
ser objeto de investigación judicial, podría interesarse
en saber cómo se fijó la tasa exorbitante de los nuevos
bonos. Un camino podría ser verificar la evolución
del riesgo país en los días previos a la definición
de la permuta de papeles. Como se sabe, a valores más bajos
de los bonos sube ese indicador, puesto que aumenta la tasa de interés.
Precisamente, en el comienzo de la semana del caganje el riesgo
país se ubicaba en 920 puntos y, ¡oh! casualidad del
mercado, en las dos jornadas anteriores al cierre trepó
sin motivos aparentes a 1020 puntos. Con un riesgo país más
alto también fue más elevada la tasa de interés
de los nuevos bonos. Los bancos que organizaron la operación
son los principales actores del mercado.
Cavallo había acusado a los bancos de actuar cartelizados
en la última licitación de Letras del Tesoro, sin
repetir esa imputación con el caganje, cuando por lo menos
existen indicios de que hubo acuerdos para marcar el rumbo de la
operación.
De esta obra de la impunidad del poder financiero falta el último
episodio, que se actuará cuando Daniel Marx & Cía.
encuentren su destino laboral. ¿Adónde se imaginan
que encontrarán trabajo cuando dejen sus cargos en la Secretaría
de Finanzas?
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