Insulas
A quince años de su deceso, Borges cada día escribe
mejor. Pero sus opiniones siguen exasperando. Como aquella de que
los argentinos son individuos. ¿Tenía
razón? Al parecer, mucha. Entre individuos no florece la
comunicación y la solidaridad sino precisamente el individualismo,
suma de aislamiento y egoísmo. El país fue mandado
por individuos, dueños de ínsulas los caudillos
que no desaparecieron en las luchas por la organización.
Simplemente, se quedaron ahí, esperando la caída de
aquello que los obligaba a comunicarse y obedecer una Constitución.
La caída del Estado, fruto de la era menemista, fue aquí,
como para Europa la caída del Imperio Romano. Aquel Imperio
fue tal porque fue imperialista, es decir, sojuzgó a naciones
extranjeras para extraerles recursos y pagar un Estado central.
Para establecer su dominio sobre territorios nuevos debió
enviar ejércitos. ¿Cómo hacerlo sin caminos
adecuados?: las célebres vías romanas. Pero detrás
de las tropas, los comerciantes aprovechaban los caminos, y el tráfico
de ida y vuelta por las vías romanas creó siglos de
esplendor, de comercio, de uso del dinero. Al caer el Imperio, murió
el Estado romano que planificaba y mantenía sus vías,
que pronto desaparecieron, y sin ellas menguó el comercio
y el uso de dinero. El vacío de Estado y su derecho de gentes
fue llenado por los feudos y sus privilegios, con la adscripción
de las campesinos a la tierra y su sometimiento al señor.
Gran parte del suelo europeo cabría en la Argentina, y por
igual motivo nuestro desarrollo dependió de los medios de
comunicación. Al tomarse la tierra al indio, ella era inútil
en sí, porque la carreta no permitía cultivar más
allá de 60 km de los centros poblados. Los ferrocarriles,
cual canales artificiales, abarataron fletes. Fuimos granero del
mundo por tener la red ferroviaria mayor en Sudamérica. En
proporción al tamaño del Estado, crecieron los medios
de comunicación a cargo del Estado: flotas mercante y aérea,
caminos y ferrocarriles. Luego se habló de achicar
el Estado es agrandar la Nación. Se achicó,
convirtiendo los medios de comunicación en negocios privados.
Pero lo cierto fue: achicar el Estado es volver a la colonia.
Miremos el mapa: la red ferroviaria no está más, ni
hay flotas naviera y aérea, ni vialidad nacional. Un país
de individuos, incomunicado, salvo para quienes tienen avión
propio.
Colonias
Los maestros del pensamiento transmiten lecciones que perduran.
Platón, en la República, aconsejaba organizar la complementación
productiva y la división del trabajo con el fin de asegurar
la satisfacción de las necesidades básicas de la vida:
alimentación, vestido, vivienda. Y sugería detener
ahí el proceso de crecimiento. La incorporación incesante
de necesidades, que hacen la vida más cómoda o entretenida,
suponía en aquellos tiempos expandir la oferta de bienes
de buen gusto o refinamiento, cuya manufacturación no necesariamente
podía asegurarse con las materias primas del propio país.
Luego, con seguridad sería inevitable tomar esas materias
de otros países que las tuvieran. Y en consecuencia, a la
población original de la polis deberían añadirse
guardianes, es decir, fuerzas armadas, que respaldaran el arrebato
de materias primas. Pasaron los siglos, a Grecia sucedió
Roma, a ésta el feudalismo y a éste la constitución
de Estados nacionales, que en su afán de obtener oro, estimularon
el desarrollo de manufacturas suntuarias, como objetos exportables
de alto precio. Eran los objetos prohibidos del mundo ideal de Platón,
porque conducían a la aventura imperialista. Los nuevos Estados
-España, Inglaterra, Francia de todos modos se embarcaron
en ella, entrando a sangre y fuego en territorios recién
descubiertos (Africa, Asia, América) que decretaron como
propios, desarraigaron a miles de africanos para reubicarlos en
plantaciones extranjeras y, por supuesto,impusieron a las colonias
el pacto colonial, que les prohibía realizar
manufacturas. Su único papel era proveer materia prima a
sus metrópolis. En el siglo XIX se repitió otra ola
de migraciones, poblamiento de zonas desiertas, y expansión
de exportaciones primarias. A ello se refería Prebisch en
1949 al decir que a la América latina venía
a corresponderle, como parte de la periferia del sistema económico
mundial, el papel específico de producir alimentos y materias
primas para los grandes centros industriales. Tras impulsos
industrializadores, como los de Pellegrini y López, la Primera
Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial
y la política peronista de fines de los cuarenta, el actual
régimen cambiario, arancelario y tributario ha demolido la
industria. Las exportaciones son materias primas. La industria argentina,
¿fue una vana ilusión?
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