Flight Simulator
En un documentado
informe elaborado por Carlos Alvarez Teijeiro y José Crettaz
publicado en El observatorio de la comunicación, que circula
por el mundo virtual de Internet, se brinda una ingeniosa y contundente
caracterización de la crisis de Aerolíneas Argentinas.
Como en el popularísimo juego de Microsoft Flight
Simulator escribieron CAT y JC, todo en la privatización
de AA simula ser una privatización real. Pero así
como en el software la simulación del vuelo no es un vuelo,
sino su simulacro, la privatización simulada no fue una privatización,
sino la transferencia política de una empresa entre estados
soberanos. Así, ni Iberia cumplió con lo prometido
en el contrato de transferencia, ni el Estado argentino veló
para que se cumpliese.
Y si de simuladores de vuelo se trata, vale detallar simplemente
como ejemplo del vaciamiento que sufrió AA el destino que
tuvieron esos activos de la compañía. Teijeiro-Crettaz
precisan que Aerolíneas tenía tres simuladores de
vuelo en Catalinas, siendo la única línea aérea
de América latina que contaba con esos aparatos como propios.
Venían a capacitarse, con el consiguiente ingreso para la
empresa, pilotos de otras líneas aéreas del continente.
Esos simuladores fueron vendidos en operaciones sospechadas de irregularidades.
Por caso, no se conoce adonde fue a parar el simulador del Boeing
727. El del Boeing 737 está en Miami, ahora en manos de la
compañía Panamerican, acudiendo a ese lugar para formarse
los pilotos de Aerolíneas, que deben pagar para recibir ese
entrenamiento. El más importante de los simuladores, el del
Jumbo, fue vendido por Aerolíneas a Iberia, y está
en las afueras de Madrid en el Centro de Instrucción de Pilotos
de la compañía española. Ese simulador, valuado
en 3 millones de dólares, fue comprado por Iberia en apenas
700.000 dólares. En el contrato de compraventa se estableció,
entre otras cosas, que los pilotos de Aerolíneas sólo
podrían hacer horas de entrenamiento en el simulador madrileño,
al costo fijado por Iberia, independientemente de los precios de
mercado.
En la crisis de AA el Gobierno ha tenido una errática estrategia
que, como no podía ser de otra manera, agudizó el
conflicto. Con esa torpe posición de insistir con que se
trata de un problema de una empresa privada, cuando el 91,2 por
ciento de las acciones está en poder de la SEPI (organismo
del Ministerio de Economía y Hacienda de España),
pero a la vez intervenir en las tratativas sólo sirvió
para debilitarse en la mesa de negociación. Aquí también
todo se simula como un problema entre trabajadores y la empresa
española. Pero esta crisis es una cuestión entre Argentina
y España, cuyos respectivos gobiernos simulan no tener obligación
de intervenir en la resolución del conflicto. Pero que, igualmente,
participan en la búsqueda de una salida a la crisis.
Ante ese panorama de desconcierto e ineptitud, AA va hacía
un destino casi irreversible. ¿Podía tener otro final?
Una historia con sospechas de corrupción en una pésima
privatización, con muchísimas irregularidades en la
gestión de Iberia y American Airlines, con la indiferencia
de la SEPI para mejorar la gestión de AA, con el oportunismo
de algunos sindicatos y vergonzosas omisiones de control por parte
del Estado argentino. Resulta previsible la respuesta a ese interrogante,
excepto si todos quisieran seguir participando en el juego Flight
Simulator.
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