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DESECONOMIAS |
por
Julio Nudler
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El salto del final
Elisabeth
Otto viajaba con otros ejecutivos de Hewlett-Packard en un avión
de la compañía, cuando se levantó de su asiento,
fue hasta la puerta de emergencia, la abrió de un tirón
y se arrojó al vacío. La trágica muerte
de Otto, de 31 años y gerente de la filial de compras de
HP cuenta Sue Shellenbarger en The Wall Street Journal,
acabó con su depresión, con las conversaciones sobre
su estrés y con sus planes de ver a un terapeuta esa misma
semana, según los investigadores. Pero para los perplejos
compañeros de trabajo de Otto, el dolor apenas comenzaba.¿Realmente?
Para muchos de sus 6000 compañeros en las oficinas de HP
en Roseville, California, vinieron meses de angustia, asegura
la articulista. ¿Cuántos de ellos conocerían
de cerca a la suicida? ¿Veinte, treinta?
Como corresponde a la peculiar cultura estadounidense, existen
programas para sobrevivientes de suicidios. Las agencias
privadas que antes se los ofrecían a las familias ahora
incluyen en su target a las empresas, porque esas muertes son
un problema en el ámbito laboral y porque tragedias
como éstas plantean retos que nadie estudia en una escuela
de administración. Ahora bien, como los colegas sobrevivientes
tienden a pensar que el suicida tomó su determinación
porque recibió una evaluación injusta de su trabajo
o porque lo echaron, expertos como Herbert Hendin advierten que
el problema es al revés: la gente no se quita la vida porque
le vaya mal en el trabajo, sino que le va mal en el trabajo como
consecuencia de sus tendencias suicidas, basadas en problemas
como depresión, esquizofrenia o abuso de drogas. El sistema,
agradecido.
Hewlett reaccionó rápidamente tras el suicidio de
la ejecutiva. Primero, informó sobre el incidente en su
página web, incluyendo consejos de un psicólogo.
Además, realizó un servicio fúnebre en Roseville
con un enlace de audio para empleados que se hallasen en otros
lugares y trajo a un pelotón de terapeutas para asistir
a los empleados con vida. Y cuando su equipo de trabajo
festejó la conclusión de un proyecto en el que ella
había trabajado, le dieron el crédito que se merecía.
¡Así se hace!
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