Reintegros
En otros tiempos los partidos captaban el voto de los ciudadanos,
predisponiéndolos favorablemente con regalos: un par de zapatillas,
un asado con abundante vino, etc. Eran métodos artesanales,
propios de partidos de oposición, con activismo agresivo,
frente al achanchamiento que se apodera de quien está ya
en el poder. Pero ¿a qué magia acudir, cuando el oficialismo
es el que debe revalidar sus títulos, a través de
votos que muchos desean emitir para enviar un mensaje de desaprobación,
y otros muchos que, antes votar, desean literalmente huir de una
atmósfera que perciben como oprobiosa? En este nuevo mundo
globalizado y cibernético, parece que los métodos
chinos (quiero significar: aquellos pensados para decenas de millones)
parecen desplazar a las viejas tecnologías de los jefes de
comité o de unidad básica. Para cada individuo, la
restricción de sus ingresos se le impone con tanta fuerza
como la ley de la gravedad, como cuando se nos cae la casa encima.
Para los que mandan, unos dólares más, reintegrando
impuestos, harán más felices a muchos, al menos por
el tiempo que se tarde en ir al cuarto oscuro. La idea se la pinta
como factor de reactivación, porque, se dice,
cada peso que se entrega a quien de inmediato lo gastará
en el 100 por ciento, implicará un efecto multiplicador infinito.
No se aclara que el proceso se corta en la primera etapa si no aparece
un nuevo peso, y otro y otro. Es dudoso que se busque reactivar:
el camino al pleno empleo está sembrado de alzas salariales,
y ello es visto, antes que un acto de justicia social, como pérdida
de competitividad y menoscabo de la paridad un peso/un dólar,
que depende de la estabilidad del nivel general de precios. Cada
economista mira a su librito. Los antiguos consultan a BöhmBawerk,
quien les dice que el consumo presente es más valorado que
el futuro, pero por otro lado la gente no puede elegir creyendo
que su ingreso futuro será mayor, ya que este reintegro es
por única vez. Los modernos consultan a Friedman, para quien
un cambio en el consumo se determina por lo que los individuos consideran
ingreso permanente, y en este caso el ingreso no es
permanente ni el futuro es claro. La gente, más bien, ha
decidido, en materia de consumo, desensillar hasta que aclare. Ninguna
teoría económica incluye como variables la pérdida
de amor al prójimo, el derrumbe de las ilusiones y la angustia
de verse marginado.
Demanda
El gobierno reintegrará parte del impuestazo aplicado por
el primer ministro de Economía del actual gobierno. Los economistas,
en general, llegan a igual pronóstico, aunque por distintos
caminos según su respectiva formación económica
y creencias: los que se quedaron en el 46 (aludo a la segunda
edición de Valor y capital de Hicks) razonan en términos
de elasticidad de las expectativas de precios, y sostienen que,
con tantas rebajas como se anuncian, la gente se acostumbra a esperar
más rebajas y pospone el consumo. Los que se quedaron en
el 57 (aludo a Una teoría de la función de consumo,
de Friedman) sostienen que un aumento del consumo requeriría
un aumento permanente del ingreso, y lo que se anuncia es, por el
contrario, un aumento transitorio. Por último, los que se
quedaron en el 36 (por la Teoría General, de Keynes),
sostienen que la cantidad de empleo que las empresas están
dispuestas a dar depende de la masa global de gasto que esperan
recibir, y ella resulta del gasto en consumo de todas las familias,
el gasto en nueva inversión de las empresas, el gasto público
y el gasto exterior en exportaciones argentinas, y que todos esos
componentes tienden a contraerse: el gasto de los particulares,
por la tendencia creciente de la desocupación; las inversiones
de las empresas, por la inusual incertidumbre que afecta a los planes
económicos; el gasto público interno, debido a la
enorme tajada del gasto total que se lleva el pago de la deuda externa;
y el gasto de losextranjeros en exportaciones argentinas, por lo
caro que resulta cualquier bien producido en el país y vendido
a un tipo de cambio que implica un bajo poder adquisitivo del dólar
en el mercado local. Por otra parte, el reintegro impositivo sólo
beneficiará a quienes previamente lo pagaron, y será
tanto más alto cuanto mayores fueron los ingresos considerados
inicialmente como materia imponible. De modo que, a menores ingresos,
menor este incremento del ingreso por una sola vez.
Y desde luego, para los desocupados los más urgidos
por gastar el beneficio será nulo. El resultado estará
en alguno de los enfoques señalados, pero los tres pronostican
que el efecto gasto será nulo o muy bajo. ¿No sería
mejor reconocer de una vez el fracaso de la política de ajustes
y la importancia del mercado interno, hacer más pareja la
distribución entre los perceptores de ingresos, y darles
algo a quienes no perciben ninguno?
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