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ECONOMíA EN PAGINA/12 WEB
01 JULIO 2001








 EL BAUL DE MANUEL
 por M. Fernandez López


Reintegros

En otros tiempos los partidos captaban el voto de los ciudadanos, predisponiéndolos favorablemente con regalos: un par de zapatillas, un asado con abundante vino, etc. Eran métodos artesanales, propios de partidos de oposición, con activismo agresivo, frente al achanchamiento que se apodera de quien está ya en el poder. Pero ¿a qué magia acudir, cuando el oficialismo es el que debe revalidar sus títulos, a través de votos que muchos desean emitir para enviar un mensaje de desaprobación, y otros muchos que, antes votar, desean literalmente huir de una atmósfera que perciben como oprobiosa? En este nuevo mundo globalizado y cibernético, parece que los métodos chinos (quiero significar: aquellos pensados para decenas de millones) parecen desplazar a las viejas tecnologías de los jefes de comité o de unidad básica. Para cada individuo, la restricción de sus ingresos se le impone con tanta fuerza como la ley de la gravedad, como cuando se nos cae la casa encima. Para los que mandan, unos dólares más, reintegrando impuestos, harán más felices a muchos, al menos por el tiempo que se tarde en ir al cuarto oscuro. La idea se la pinta como “factor de reactivación”, porque, se dice, cada peso que se entrega a quien de inmediato lo gastará en el 100 por ciento, implicará un efecto multiplicador infinito. No se aclara que el proceso se corta en la primera etapa si no aparece un nuevo peso, y otro y otro. Es dudoso que se busque reactivar: el camino al pleno empleo está sembrado de alzas salariales, y ello es visto, antes que un acto de justicia social, como pérdida de competitividad y menoscabo de la paridad un peso/un dólar, que depende de la estabilidad del nivel general de precios. Cada economista mira a su librito. Los antiguos consultan a BöhmBawerk, quien les dice que el consumo presente es más valorado que el futuro, pero por otro lado la gente no puede elegir creyendo que su ingreso futuro será mayor, ya que este reintegro es por única vez. Los modernos consultan a Friedman, para quien un cambio en el consumo se determina por lo que los individuos consideran “ingreso permanente”, y en este caso el ingreso no es permanente ni el futuro es claro. La gente, más bien, ha decidido, en materia de consumo, desensillar hasta que aclare. Ninguna teoría económica incluye como variables la pérdida de amor al prójimo, el derrumbe de las ilusiones y la angustia de verse marginado.

Demanda

El gobierno reintegrará parte del impuestazo aplicado por el primer ministro de Economía del actual gobierno. Los economistas, en general, llegan a igual pronóstico, aunque por distintos caminos según su respectiva formación económica y creencias: los que se quedaron en el ‘46 (aludo a la segunda edición de Valor y capital de Hicks) razonan en términos de elasticidad de las expectativas de precios, y sostienen que, con tantas rebajas como se anuncian, la gente se acostumbra a esperar más rebajas y pospone el consumo. Los que se quedaron en el ‘57 (aludo a Una teoría de la función de consumo, de Friedman) sostienen que un aumento del consumo requeriría un aumento permanente del ingreso, y lo que se anuncia es, por el contrario, un aumento transitorio. Por último, los que se quedaron en el ‘36 (por la Teoría General, de Keynes), sostienen que la cantidad de empleo que las empresas están dispuestas a dar depende de la masa global de gasto que esperan recibir, y ella resulta del gasto en consumo de todas las familias, el gasto en nueva inversión de las empresas, el gasto público y el gasto exterior en exportaciones argentinas, y que todos esos componentes tienden a contraerse: el gasto de los particulares, por la tendencia creciente de la desocupación; las inversiones de las empresas, por la inusual incertidumbre que afecta a los planes económicos; el gasto público interno, debido a la enorme tajada del gasto total que se lleva el pago de la deuda externa; y el gasto de losextranjeros en exportaciones argentinas, por lo caro que resulta cualquier bien producido en el país y vendido a un tipo de cambio que implica un bajo poder adquisitivo del dólar en el mercado local. Por otra parte, el reintegro impositivo sólo beneficiará a quienes previamente lo pagaron, y será tanto más alto cuanto mayores fueron los ingresos considerados inicialmente como materia imponible. De modo que, a menores ingresos, menor este incremento del ingreso “por una sola vez”. Y desde luego, para los desocupados –los más urgidos por gastar– el beneficio será nulo. El resultado estará en alguno de los enfoques señalados, pero los tres pronostican que el efecto gasto será nulo o muy bajo. ¿No sería mejor reconocer de una vez el fracaso de la política de ajustes y la importancia del mercado interno, hacer más pareja la distribución entre los perceptores de ingresos, y darles algo a quienes no perciben ninguno?